Una de las consecuencias de la Tercera Revolución Industrial (nuevos materiales, informática, bioingeniería, robótica, etcétera) fue un fenomenal auge de las comunicaciones, hecho posible sobre todo por el desarrollo de la internet. Esta novedad dio origen a numerosas interpretaciones sociológicas acerca del impacto que un mundo comunicado como nunca antes jamás estaba llamado a ejercer sobre las sociedades contemporáneas. No sólo crecía exponencialmente el volumen de transacciones comunicacionales sino que hacía lo mismo su vertiginosa rapidez y su inédita facilidad para traspasar todo tipo de fronteras, sean éstas  geográficas como políticas. Pasó a hablarse entonces de la sociedad de la información y, a partir de allí, se extrajeron algunas arriesgadas inferencias acerca del carácter supuestamente libre, horizontal y democrático de la red y de este nuevo tipo de sociedad. Sin embargo, a poco andar se hizo imposible ocultar que la internet tenía en su código genético ciertos componentes no precisamente amigables con aquellas rosadas expectativas. Siendo un proyecto concebido en el marco de las políticas de defensa y seguridad nacional de Estados Unidos -precisamente para sustituir un colapso de las comunicaciones tradicionales en caso de un devastador ataque atómico- era lógico que tal iniciativa tuviera algunas salvaguardas que sus creadores no estaban dispuestos a compartir con terceros países. No por casualidad esta cuestión de la democratización de la internet ha sido el tema central de dos cumbres de la información: Ginebra en el 2003 y en Túnez en el 2005, y en las cuales los países europeos junto a China, Rusia e India exigieron a Estados Unidos una mayor y más igualitaria participación en la gobernanza global de la red. La respuesta fue negativa, razón por la cual el tema reapareció cada vez con más fuerza en diferentes foros internacionales porque a nadie se le escapaba que ese control supuestamente técnico de la web detentado por Washington implicaba también un cierto grado de control político y militar. La revelación del espionaje masivamente practicado por los Estados Unidos en 122 países, incluyendo a sus propios aliados, hizo que el asunto adquiriese una urgencia y una relevancia que ya no podía hacer lugar a nuevas dilaciones.

El tratamiento de estos temas fue lo que se supondría tendría lugar en el Encuentro Multisectorial Global sobre Gobernanza de Internet que tuvo lugar la semana pasada en Sao Paulo. El evento convocó a representantes de 98 países sumado a un elevado número de organismos internacionales que aprobaron con reservas una Declaración Multisectorial de Sao Paulo que, como suele ocurrir en este tipo de encuentros, dejaron a muy pocos actores satisfechos.  Las esperanzas eran que de este encuentro surgieran directivas para garantizar, como reza el documento final, una internet inclusiva, transparente y responsable y sus estructuras y operaciones deben seguir un enfoque que permita la participación de múltiples actores.  Fue a raíz de estos reclamos que en su discurso de apertura la presidenta brasileña Dilma Rousseff afirmó que ningún país debe tener más peso que otro en el manejo de internet, exigiendo la presencia también de las naciones en desarrollo y no sólo de las del mundo desarrollado. Algunos participantes añadieron que no se trataba tan sólo de una mayor presencia de gobiernos sino también de las organizaciones y movimientos sociales, dado que una red mundial de comunicación no debería quedar bajo el control excluyente de los gobiernos. La comunicación es algo demasiado importante como para quedar exclusivamente en manos de los estados.

La cumbre tomó nota del reciente anuncio de que Washington cederá, probablemente en el 2015,  a una entidad de carácter multisectorial el control de la Internet Corporation for Assigned Names and Numbers (ICANN). Esta corporación, con sede en California y sometida a la jurisdicción y control del Departamento de Comercio de Estados Unidos, es la encargada de administrar el sistema mundial de nombres de dominio de internet. No obstante no hubo mayores precisiones acerca de las características del nuevo organismo que tendría a su cargo la estratégica misión que actualmente desempeña la ICANN y se teme con razón que el control multisectorial pueda caer en manos de los gigantes de la internet, como Google, Skype, Facebook y otros grandes conglomerados empresariales que difícilmente promoverían una concepción de la internet al servicio del interés público.

Un tema de especial relevancia para los latinoamericanos es el hecho de que el acceso a la internet en nuestros países se realiza a través de cuatro grandes rutas de cables de fibra óptica, todos los cuales tienen su nodo de control central en Estados Unidos. En términos prácticos esto significa que, según lo señalara Julian Assange en una entrevista reciente, las comunicaciones originadas en esta parte del mundo pasan primero por los nodos para recién luego llegar a su punto de destino. Esto hace posible, entre otras cosas, aplicar un bloqueo informático a Cuba sin que, hasta el momento, existan alternativas para burlarlo. Teniendo en cuenta las revelaciones de Edward Snowden y las sorprendentes declaraciones de la Casa Blanca de que de ahora en más dejará de espiar a sus aliados, la democratización de la internet y su reorganización a escala planetaria están llamadas a convertirse en algunos de los más candentes temas del sistema internacional y fuente de numerosas controversias.