Hace ya algunas décadas que las ciudades han tenido que asumir nuevos roles que anteriormente les eran propio a las administraciones provinciales o nacionales. La salud, el desarrollo económico y urbano, la educación, la seguridad y el medio ambiente, por mencionar solo alguno de ellos, han pasado a formar parte de la agenda local y, claro está, han cambiado o nos han invitado a transformar las prácticas de gestionar lo público.

En Rosario, hace ya más de 15 años que entendimos que los municipios están algo más que para cumplir sus roles de barrido y limpieza y que, además, el desarrollo de las ciudades no puede darse solamente desde el sector público, es necesario involucrar a los diferentes actores que componen el territorio.

Esta ha sido y es nuestra forma de gobierno, la que nos ha permitido crecer como ciudad, como gestión y, principalmente, construir una nueva forma de hacer la realidad que es mediante el trabajo solidario, participativo y articulado. Porque solo es posible la transformación de las ciudades si se realiza con el compromiso de todos, y creo que esto es un valor diferencial que hemos alcanzado en Rosario.

El inicio de mi gestión tuvo que avanzar por un lado, con propuestas que nos permitieran recuperarnos como ciudad -económica y socialmente- luego de la crisis de 2001 y, por el otro, continuar y profundizar los procesos en marcha que como gestión local y como ciudad teníamos planificado. En un primer momento, los esfuerzos estuvieron puestos en aquellas políticas destinadas al empleo y la mejora de la empleabilidad, la implementación de estrategias de desarrollo local, que permitieron recuperar y poner en juego las fortalezas y capacidades que tienen nuestros actores locales en marcos de articulación y cooperación así como el refuerzo, a través de nuestras instituciones, del sector Pyme.

En materia de democracia participativa y modernización de la gestión, hoy la ciudad cuenta con los seis centros municipales de distrito en funcionamiento, un moderno sistema de gobierno electrónico -premiado a nivel nacional e internacional-, que permite la realización de más de 300 diligencias municipales y alrededor de 40 otras instancias en forma on-line, y con una de las experiencias más relevantes en materia de participación ciudadana: el Presupuesto Participativo, el cual involucró en el año 2010 a más de 30.000 vecinos.

Aquí es donde radica el valor esencial de nuestra gestión de ciudad, entender a la planificación estratégica como una política de Estado y como una herramienta de gobernabilidad que permite generar un gran pacto social. Tener un plan y proyectos, para lograr objetivos superiores, siempre es un factor diferencial que influye directamente en el crecimiento. La planificación y, sobre todo, la planificación participativa, concertada y consensuada, es un marco de referencia para las actuaciones de todos los agentes que intervenimos en la ciudad y,, por lo tanto, una gran posibilidad para la transformación.

Esta nos permite tener acuerdos sobre el modelo de ciudad que queremos, sobre las prioridades para lograrlo, así como los recursos que necesitaremos poner en juego. Por otro lado, nos sirve como guía ante momentos de crisis para saber qué priorizar o para saber qué hacer en épocas de mayor crecimiento.

Los logros alcanzados hoy se han debido, fundamentalmente, a la articulación y el compromiso de los actores involucrados en cada uno de los proyectos. Es desde esta estrecha red de trabajo y colaboración entre el sector público y el privado, las organizaciones sociales, las empresas, en dónde se funda el carácter de nuestra planificación: la vocación de los rosarinos y rosarinas de construir un horizonte común a partir del consenso y el diálogo entre los distintos actores de nuestra ciudad.

El autor es Intendente de Rosario, Santa Fe, desde diciembre de 2003