“Lo mejor de trabajar en el Estado es la estabilidad laboral y eso, al mismo tiempo, es lo peor: es una cárcel”, describió una mujer porteña de 53 años. “Yo trabajo para el Estado, no para mi jefe. El Estado es la plata de la gente”, expresó un trabajador de 39 años de Rafaela, Santa Fe. Estos son algunos de los testimonios que recopiló Lisandro Varela en “50 Argentinos Dicen: Estatales.”

50argentinos.com es un sitio de diálogos reveladores sobre nosotros”, afirmó el autor del documento en conversación con El Auditor.info. En este portal digital vuelca el resultado de hablar con 50 personas sobre temas tan variados como ser estatal, científico, cartonero, comerciante o descendiente de coreanos. Selecciona a 50 exponentes de cada tema y conversa, no sólo pregunta. 

Lisandro fue vocero de Domingo Cavallo en 2001 y trabaja desde hace 25 años en comunicación pública y en consultoras. “Me interesa contar un mundo en 50 testimonios”, afirmó.

50 Estatales 

En base a las conversaciones, Varela llegó a la conclusión de que, entre otras cuestiones, “el Estado está regido en parte por reglas no escritas”. La principal, completó, es que el empleado tiene algún grado de libertad para adaptarse al sistema en términos propios.

“Los entrevistados piensan que las cosas son como son, no esperan cambios, saben que están en una isla con reglas diferentes a los otros trabajos posibles, y se quieren quedar donde están”, subrayó el licenciado en comunicación.

Sin embargo, el documento presenta distintas miradas sobre el tema. “Mi principal sueño es pertenecer a la planta permanente”, declaró una mujer porteña de 29 años que trabaja en la Dirección Nacional de Aduanas. Como contrapartida, una empleada del Ministerio de Justicia de la Nación (44 años) mencionó que “ser un planta es nada, es la muerte de la carrera administrativa, hace 30 años estoy en la misma categoría y voy a morir con esta categoría”.

“En el Estado se convive, se coexiste y la regla es no meterse con lo que hace el otro”, desarrolló Varela. 

Ser estatal

Lo mejor es poder hacer que el Estado llegue al ciudadano. Lo peor son los salarios”, acentuó un platense de 43 años que trabaja en el Ministerio de Economía de la Nación en una de las entrevistas. 

Ser empleado estatal es saber que el trabajo que uno hace a diario repercute en la mayoría de las personas”, manifestó, en la misma línea, un empleado (37 años) del Ministerio de la Nación.

El documento destaca la fuerte relación emocional que los trabajadores públicos tienen con el Estado. Según Varela, “hay una fuerte identificación en términos de sentirse estatal y que eso sea un motivo de orgullo”. 

"Ser estatal no es solamente un laburo, o la descripción del laburo que haces", agregó. En su análisis, el vínculo entre los empleados estatales y el Estado es afectivo. 

El autor del texto resaltó el esfuerzo constante de muchos empleados públicos, que "la reman mucho de una manera intensa" para que el Estado funcione. Además, sumó el compromiso de estos trabajadores y cómo su dedicación permite que el sistema siga adelante.

"El trabajador estatal tiene un poco más de margen de acción que no encontraría en el ámbito privado", añadió y destacó la diferencia entre ambos sectores.

Horizonte de crecimiento nulo 

“Los que quieren hacer chocan contra la burocracia, contra el elefante de pasos lentos, contra mil procesos, contra la rosca”, respondió un porteño de 48 años que trabaja en la Biblioteca Nacional Mariano Moreno.  

Los entrevistados coinciden en que el Estado no ofrece un horizonte de crecimiento personal ni una carrera administrativa en la que avanzar, lo que genera una sensación de estancamiento. Según sus palabras, "es muy difícil progresar en el Estado, hacer carrera". Esta falta de oportunidades se percibe como un freno para el desarrollo profesional, y convierte al Estado en "una gran máquina de desincentivar".

Varela, por su parte, es crítico de la diversidad de modalidades de contratación en el sector público, "la gente que tiene un marco de estabilidad no tiene forma de progresar ni de crecer". Además, expuso la falta de "mecanismos de evaluación sostenidos, sistemáticos y estandarizados", lo que dificulta el desarrollo profesional.

Para muchos, el empleo público es un lugar "sin perspectivas de mucho futuro", lo que refuerza la incertidumbre. Además, trabajar en el Estado implica mayor flexibilidad en los plazos y tiempos. A diferencia del sector privado, "la fecha de entrega es un dato un poco más borroso", lo que muestra una diferencia clave en la dinámica laboral.

"El Estado sostiene todo con sus propios tiempos y una concepción de los recursos que, en el sector privado, no tiene horizonte", explayó el especialista en comunicación.