Manguel fue un lector precoz e infatigable. La verdad escribe es que no puedo recordar un tiempo en que no viviera rodeado por mi biblioteca. Cuanto tenía 7 u 8 años, mi cuarto parecía una Alejandría en miniatura. Hay quienes aman el conocimiento, y hay quienes aman la lectura. Manguel está entre los últimos. No se trata de ignorancia, sino de un saber que tiene la impronta alusiva y elusiva que comúnmente se asocia con la lectura. No traza teorías generales ni afirmaciones definitivas. Su método se nutre de la asociación y el hallazgo casual. Él mismo es un erudito casual en la tradición de Robert Burton o de Thomas Browne; un cazador de tesoros recónditos.  (Peter Ackroyd).