El Club del Progreso encierra luchas de encuentros y desencuentros de la sociedad argentina. Fundado el 1 de mayo de 1852, cuatro meses después de la victoria de Urquiza ante Rosas en la Batalla de Caseros y previo a la creación de la primera Constitución Nacional en 1853, fue el escenario de sucesos clave en Argentina. 

Además de su relación con la masonería y de que varios presidentes fueron miembros, el Club encierra una tragedia que cambió para siempre la historia de nuestro país: la muerte de Leandro N. Alem, quien fue velado en el interior de una sede que, por entonces, se encontraba a metros del Cabildo

Hipólito Yrigoyen, Carlos Pellegrini, Bartolomé Mitre, Julio Argentino Roca, Roque Sáenz Peña, Juan Domingo Perón, Raúl Alfonsín y Mauricio Macri fueron algunos de los miembros destacados del Club. 

La sede actual del Club, ubicada en Sarmiento 1334, está abierta al público. Se pueden visitar sus salones señoriales y disfrutar de su restaurante donde se sirven platos de gastronomía argentina y española. 

Un espacio para el diálogo

El Club del Progreso se creó con el objetivo de que los unitarios y federales, tendencias políticas que estaban en guerra civil antes del ascenso de Juan Manuel de Rosas, se conocieran en otros ámbitos de la vida social, como bailes o juegos de azar, y así poder zanjar las diferencias de un modo pacífico. 

Esto fue posible debido a que los sectores unitarios volvieron al país después del exilio durante el gobierno de Justo José de Urquiza, uno de los primeros miembros, según Bettina Imperiale Orbe, museóloga y experta en patrimonio del Club. Es así que se llamó a un representante de la masonería, Don Diego Alvear, quién convocó a 56 vecinos de Buenos Aires para que fueran socios. 

Placa en la entrada del Club de Progreso que cuenta con 172 años de historia.

Los salones del Club fueron testigos de las discusiones en torno a la denominada Organización Nacional y de la Batalla de Pavón de 1861, donde se impuso la figura de Bartolomé Mitre, quien se unió a la institución. También fueron miembros Domingo Faustino Sarmiento y Nicolás Avellaneda, entre otras figuras destacadas. Muchas personalidades del ámbito político, miembros del Club, pertenecieron a la Logia Masónica. 

Allí también se vivieron largas tertulias sobre qué hacer ante el sistema político fraudulento de fines del Siglo XIX encabezado por el PAN (Partido Autonomista Nacional). Entre estos líderes políticos destacados apareció la figura de Leandro N. Alem, creador de la Unión Cívica Radical (UCR). Imperiale Orbe señala que Alem fue un dirigente importante, ya que logró, mediante la Revolución del Parque, que el entonces presidente Juárez Celman renuncie en 1890, debido a que el gobierno estaba siendo cuestionado por distintos sectores por su crisis económica y su autoritarismo.

Cuando en homenaje a Leandro N Alem, creador de la UCR, que se encuentra en la recepción del Club.

Por esos años, la UCR se consolida como un partido importante en la participación política del país, a pesar de que se abstiene de presentarse en elecciones, siempre denunciando fraude. Debido a su avanzada edad, Alem empieza a plantearse quién será el que siga su legado cuando muera y surge la figura de Hipólito Yrigoyen, su sobrino, transformándose en un nuevo líder para el partido.

Luego de haber logrado las elecciones democráticas legislativas en las que fue electo en 1895, el líder radical comienza a tener profundas diferencias con Yrigoyen. Según lo que señala la museóloga del Club de Progreso, esto alteraba al fundador de la UCR, por lo cual la noche del 1 de julio de 1896, luego de un encuentro político con sus colegas, en su residencia particular en Olivos, avisa que va a salir para el Club de Progreso con su carruaje. Ese día era la fiesta de San Juan, por lo cual se tomaba caña con ruda y había fuegos artificiales en la noche porteña. En el camino, Alem se suicida, sin que el cochero se dé cuenta de lo que pasó, continuando el viaje hasta el casco histórico de Buenos Aires.

Al entrar el carruaje a la sede del club en Perú y Victoria, cerca del Cabildo, se dieron cuenta de que el líder de la UCR se había disparado y estaba muerto. Lo colocaron en una mesa, que actualmente se encuentra en la entrada de la actual sede de Sarmiento, y lo velaron de forma improvisada durante dos días. 

En el velorio se encontraba el abogado y militar Roque Sáenz Peña, quien luego fue elegido presidente en 1910. Fue allí que comenzó a gestarse el acuerdo con Yrigoyen para impulsar la Ley 8871, finalmente sancionada en 1912, que llevó el nombre de Sáenz Peña, y permitió a los argentinos mayores de 18 años votar y que el voto fuera secreto y obligatorio. Algo que no sucedía con los anteriores gobiernos, ya que era a viva voz y pocas personas podían hacerlo.

Primeras sedes del club, socios y rivalidad con el Jockey Club

Con respecto a los socios miembros, Imperiale Orbe destaca que desde la creación del Club eran miembros tanto hombres como mujeres, dando a las mujeres de la época una gran importancia en la vida social. Esta modalidad comienza a cambiar con la creación del Jockey Club, fundado por Carlos Pellegrini, que solo permitió a los hombres ser socios.

Mesa donde se colocó el cuerpo de Alem y se veló de forma improvisada durante 48 hs luego de su muerte.

El Club del Progreso tuvo cuatro sedes durante toda su historia. La primera de ellas estuvo ubicada en la calle Perú 135 y luego se trasladó al Palacio Muñoa, ubicado en la misma calle Perú y Victoria (actual Hipólito Yrigoyen) en 1857, viendo hechos trascendentales de la historia.

En esa época no había una protección patrimonial para los edificios históricos, por lo cual el Palacio Muñoa fue demolido como muchos edificios de Buenos Aires de la época.

Hacia 1900 se crea la tercera sede, en Avenida de Mayo 633, de la mano de José C. Paz, director del diario La Prensa e impulsor del Palacio Paz que lleva su nombre. El espacio se destacó por el estilo francés en su arquitectura. Actualmente sigue en pie, aunque fue modificado, dilapidando su valor patrimonial original.

El Club perdió esta propiedad por una hipoteca tomada para construir una cancha de golf en Ranelagh, tal como lo había hecho el Jockey Club. La crisis de 1929 en Estados Unidos también impactó notablemente en Argentina y eso hizo que muchos socios se fueran a la institución fundada por Pellegrini.

El Club del Progreso sobrevivió con los socios que le quedaron y logró comprarse la propiedad ubicada en Sarmiento 1334 con el remanente del remate de la anterior propiedad. Ahí es donde se encuentra la institución actualmente con su increíble historia.

Cuarta sede: Monumento Histórico Nacional

Para el año 1943, el Club adquirió su cuarta sede, un petit hotel que había sido propiedad de la familia Duhau, construida por los arquitectos Lanús y Harry. La museóloga y responsable de patrimonio del Club señala que la arquitectura es de un estilo ecléctico destacado por su academicismo francés, reinante en las casas particulares de la época que utiliza elementos de la arquitectura gótica, romana, bizantina y renacentista.

En la escalera de mármol que conecta el hall con el primer piso está el contrato original de la formación del Club en 1852 y un cuadro del General José de San Martín.

La propiedad del Club del Progreso se divide en tres niveles con una escalera de madera más cálida que va hacia los aposentos privados, diferenciados de la escalera de mármol hacia el primer nivel. Estas características son propias de los petit hôtels, a diferencia de los palacios.

Siguiendo la recorrida de la propiedad, los plafones resaltan por inspirarse en las gárgolas francesas, el parquet del salón comedor tiene un trabajo de marquetería y está hecho a mano. El comedor de los chicos, que está al lado, es más pequeño y se puede observar la mixtura entre lo que fue una casa particular y lo que es un club social.

Salón comedor del restaurante de estilo renacentista francés, similar a la biblioteca del la Legislatura Porteña.

El Club fue declarado Monumento Histórico Nacional y, a partir de 1983, buscó abrirse al público con la creación de un restaurante señorial donde se sirven distintos platos de gastronomía argentina y española, como parrilla libre, empanadas, milanesas, cochinillo, además de sus tradicionales desayunos y té para compartir. Está abierto de lunes a domingo de 08 a 24 horas de manera libre, aunque conviene reservar. 

El primer piso combina todos los estilos arquitectónicos mencionados, ya que tiene acceso al comedor y a los aposentos privados, por medio de una escalera de madera.

Miembros destacados

Es tradición de la institución invitar siempre a los presidentes electos democráticamente, por lo cual, según señala Imperiale Orbe, todos los presidentes argentinos fueron convocados a ser miembros, sin importar las diferencias políticas. Solo unos pocos no se asociaron al club. Es así que dentro de las paredes de la institución pasaron muchos presidentes de la Nación como Domingo Faustino Sarmiento, Julio Argentino Roca, Roque Sáenz Peña, Hipólito Yrigoyen, Marcelo Torcuato de Alvear, Juan Domingo Perón y, desde el retorno de la democracia, Raúl Alfonsín, Fernando de la Rúa y Mauricio Macri, entre otros.

La institución tuvo a lo largo de su historia una tradición democrática, siempre con un espíritu de solucionar las diferencias mediante el diálogo político y buscando la unión dentro de las diferencias. La experta en museología y patrimonio también agrega que aunque no se mencionan a algunos presidentes en la entrada y en los primeros niveles del club, el resto que fueron miembros tiene sus placas guardadas en una de las salas de la residencia.

El presidente Roque Sáenz Peña, uno de los destacados miembros del Club.

Los socios actuales tienen que ser recomendados por una persona que ya sea socia del club, tal como sucede en la masonería, y tienen que pagar una cuota social, teniendo acceso a todos los salones. Actualmente se realizan actividades culturales, y muchas veces los miembros de la masonería utilizan la residencia para las reuniones cuando no es posible en su sede ubicada en la calle Perón 1242.

El club, sin dudas, es una pieza clave del patrimonio material del país y también inmaterial de la cultura democrática argentina, y hoy mantiene vivo su legado de una época de luchas irreconciliables entre unitarios y federales.