Los cómicos en la política mundial
En una Ucrania dividida y apetecida por Moscú, el poder ha sido tomado por vías democráticas por el cómico, ya erigido en presidente, Vlodomir Zelenski.
El partido de Zelenski congrega a caras nuevas, poco conocidas en las lides de la política. Elegido hace unos meses, no ha perdido popularidad desde su investidura, pero está condicionado por una Cámara de Representantes opositora. Zelenski es europeísta y liberal, precisamente en un momento en que media Ucrania opta por considerarse territorio ruso y antieuropeo. Todos sus enemigos son aliados de Moscú. El presidente mantiene una línea independiente, dispuesto a dialogar sin perjuicios con el mundo.
¿Pero por qué ha surgido un cómico en Ucrania? ¿Es el único en el mundo, contando el universo de las varietés, donde se destacan cantantes y otras luminarias? De Ucrania se podía esperar cualquier cosa. El país había entrado en bancarrota, la debía a cada santo una vela, los casos de corrupción por parte de altos funcionarios estaban más que demostrados. Un fenómeno de desfachatez en un país pródigo.
Históricamente, Ucrania abastecía de cereales a toda Europa a comienzos del siglo XX. Luego lo fue de toda la Unión Soviética, que prefirió saquear los cereales de Ucrania en 1934, tiempo de sequías en el vasto territorio soviético y condenar por ello a muerte a los habitantes de esa región sur de lo que había sido el Imperio. A esa matanza se la conoció como el Holodomor. Murieron 4 millones de habitantes y hubo casos de antropofagia.
Zelenski es conocido por sus programas en la televisión, es simpático, sociable y humilde en su trato con la gente.
Otro cómico bastante conocido en Europa es el italiano Beppe Grillo, creador del movimiento político 5 estrellas que ahora comparte el poder en Italia con la neo-fascista Liga del Norte que conduce Matteo Salvini. Beppe está alejado de la rutina política pero no sus seguidores que viven en discordia permanente con sus socios de la Liga del Norte, conocidos por su oposición férrea al ingreso de inmigrantes que llegan de las zonas subsaharianas en búsqueda de mejor destino.
Estos personajes emergen en naciones en crisis.
En Italia a partir de la Mani Pulite y de las exacciones de Silvio Berlusconi. En otras partes del mundo surgieron actores de cine como protagonistas de la política y no les fue bien. Reagan, expresidente de los Estados Unidos, fue un pésimo actor en la década del 40 y 50 pero con una cualidad: era un gran comunicador, de una simpatía arrolladora y decididamente anticomunista cuando así lo querían las fuerzas armadas y el partido que representaba, el Republicano. De Reagan a Donald Trump hay una larga distancia de tiempo, son producto de circunstancias distintas.
Estados Unidos tiene una economía estable en sus indicadores pero socialmente es un desastre montado sobre la desigualdad, el desamparo y el desempleo. Trump se subió sobre esos temas de arrastre que los demócratas no habían atendido y ahora, sin tapujos, lanza tweets racistas contra todos aquellos que lo contradicen. Cuatro dirigentes feministas del Partido Demócrata lo han sufrido, como los centenares de miles que son echados del país por no tener los papeles en regla.
Trump es producto de la crisis de liderazgo y del envalentonamiento de los tecnócratas de Washington que no se ocuparon de detectar los problemas reales del país.
En la Argentina hemos tenido aproximaciones de animadores y cantantes. Palito Ortega llegó a ejercer el poder en su Tucumán natal. Tinelli mantuvo diálogos para sumarse al movimiento Alternativa Federal, pero finalmente todo quedó en la nada.
Que no nos extrañe si aparecen sucesores de Ortega y Tinelli, en cualquier momento, producto de las desorientaciones sociales.