Distribución del ingreso, con un fuerte deterioro
Publicado en Clarín Por: Daniel Muchnik
CONCLUSIONES DE LA INVESTIGACIÓN
El retroceso en la distribución del ingreso en la Argentina es el más significativo de América Latina. En 1990, incluso intentando salir de la hiperinflación, el 95 por ciento de los asalariados urbanos en el país tenían cobertura de seguridad social. Quince años después esa protección descendió al 65 por ciento, mientras Brasil mantenía una cobertura del 72 por ciento, Chile el 83 %, Costa Rica del 80%, Paraguay del 76 % y Uruguay del 77 por ciento.
A partir de 2004 y hasta fines del 2007 Argentina tuvo un crecimiento ininterrumpido del 9 por ciento anual en su Producto Bruto Interno. En el 2006, por primera vez en 30 años, superó el nivel del PBI logrado en 1974 (más 6,6 por ciento).
Sin embargo, los indicadores sociales no se acercaron a los alcanzados a mitad de aquella década del setenta. Hoy, todavía se observan estadísticas desfavorables en desempleo, trabajo en negro y la existencia de una política tributaria regresiva. La mitad de la recaudación total se concentra en el IVA y en el impuesto sobre los salarios.
La conclusión es lamentable: la distribución del ingreso empeoró aún en momentos prolongados de crecimiento económico.
Esta y otras son las conclusiones de una investigación que estuvo a cargo de Edgardo Tarallo, Hugo Buisel Quintana y José Alfonsín y distribuído por APOC (Asociación del Personal de los Organismos de Control). La distribución del ingreso de una nación da cuenta del modo en el cual el Producto Total generado por todo el país se reparte entre los trabajadores y el sector privado.
El indicador transparenta el bienestar o la penuria de los que mueven el aparato productivo. ¿Que situaciones conforman en el índice? En primer lugar las estrategias económicas que adopta el poder de turno. El régimen macroeconómico, los incentivos que orientan la inversión. A partir de allí se saben las consecuencias sobre demanda de trabajo y remuneraciones. La realidad suma la influencia de las decisiones autónomas de las empresas y la conducta de los hogares.
Las estadísticas que consigna el trabajo indican que el período de mayor frustración se inicia en 1950.El crecimiento promedio del Producto Bruto per cápita para la Argentina desde ese año hasta el 2000 fue del 1,1 por ciento anual. México, Brasil y Chile duplicaron esa tasa de crecimiento. Aún las economías más débiles y atrasadas de Europa tras la Segunda Guerra Mundial tuvieron un comportamiento posterior muy superior al argentino. La población del Gran Buenos Aires, que se encontraba por debajo de la línea de pobreza creció del 5 por ciento en 1974 al 53 por ciento en 2002.
La participación del asalariado en el PBI desde 1950 hasta el 2006 padeció profundas bajas y recuperaciones espontáneas. Los trabajadores obtenían casi al finalizar el primer gobierno peronista el 49,69 % del PBI. Pese a la grave crisis agropecuaria y al proceso inflacionario, en 1954 subió al 50 % del PBI. Con Frondizi se estabilizó en alrededor del 41 %. A fines del Proceso Militar, en 1982, apenas rozaba el 22 %, cuando diez años antes superaba el 42 %. Dejado atrás el default, en 2003 llegaba al 21 % del PBI para trepar al 25 % en 2006.
Hay varias conclusiones. En primer término, la desigualdad en la distribución del ingreso se ha multiplicado en la Argentina en los últimos 50 años. La década de los 90 evidencia un incremento notable de las disparidades. En segundo lugar, la Argentina pasó de los más altos niveles mundiales en el ranking de ingreso per cápita (superior al de cualquier otro país latinoamericano) a ocupar niveles tan bajos que en la bibliografía internacional se habla de "el fenómeno argentino". Sólo computan esta información que grafica todo: el ingreso de los asalariados se contrajo de casi el 50 por ciento en 1950 al 25,07 en el 2007.
Como contrapartida, la porción que antes tenían los trabajadores se encaminó al sector privado, que no mostró, paralelamente, el entusiasmo y la credibilidad en materia de reinversión productiva.
Las cifras sorprenden: en 1974, un año antes del Rodrigazo, en medio de gran tensión social, enfrentamientos armados internos y el impacto de la crisis mundial del petróleo, la distribución del ingreso benefició al asalariado con un 48,46 por ciento junto con una actividad productiva para nada subestimable.