Publicado en el suplemento

Acciones para la Participación Ciudadana, en diario Perfil

África es el tercer continente más extenso del mundo, después de Asia y América. Posee una superficie que supera los 30.200.000 kilómetros cuadrados y una población de 1.300 millones de habitantes, un 15% del total mundial. Sin embargo, poco se sabe al respecto. “Es el continente ignorado y desconocido”, indica Omer Freixa, historiador africanista, docente y escritor. Estudiar tan en detalle lo que allí sucede fue su gesto de rebeldía hacia lo que define como “una  educación conformista” recibida.
“No todo pasa por el primer mundo, eso es lo único que uno ve de chico”, advierte. Y, por otro lado, revisa las raíces históricas del territorio y trabaja para descubrir que “Argentina no es un país tan blanco como se supone que era o es”.

-¿Cuál es la actualidad de África en temas migratorios? 
Creo que el foco está puesto en las rutas de salida por el norte. Sin embargo, hay que tener en cuenta que la mayoría de la población que emigra y que huye de los hogares en África no lo hace fuera del continente, sino internamente. Siete de cada diez personas se van de sus hogares por guerras o migración económica, principalmente. También hay un jaloneo de conflictos, más que nada en el Sahel -limita con el desierto del Sahara- y en el cuerno de África -región ubicada en donde desagua el mar Rojo con el océano Índico-, que complica la situación habitacional y demográfica, ya que los obligan a huir de los hogares. Sin embargo, la mayoría del continente vive en paz y es ajena a los problemas y a las situaciones por las cuales una persona debe irse. 

-¿Las guerras, golpes de Estado, hambre y pestes son una realidad en el continente? 

La Unión Africana reconoce 55 estados, de los cuales menos de 20 atraviesan algún grado de conflictividad, que incluso no equivale a tener todo el país inhabitable. La realidad que se construye a nivel de los medios masivos de comunicación presenta a África como una especie de semillero de desgracias, hambre y pestes. Hay que salir de esa visión y matizar. Si no, entramos en ese cliché vacío y tan pérfido del tema de pensar al continente como una catástrofe y dependiente de ayuda externa, cuando no es así.

-¿Por qué se impone esa visión? 

Por falta de información y, también, es una exigencia de determinados intereses y fuerzas extractivas para seguir lucrando con la imagen de un continente condenado al desorden, cuando no es así. Los propios habitantes son partícipes de la depredación que sufre el lugar y algunas élites africanas aprovechan eso para sacar rédito económico. No hay que creer esa idea de que África está esperando la mano externa que la salve de la hecatombe, pero tampoco ir por el lado contrario, de que hay un margen de autonomía del 100%. Está tan globalizada e inserta en el mundo como el resto de las regiones, nunca estuvo aislada, pretender hacerla a un lado es una
exigencia del colonialismo pretérito. África es el continente ignorado y desconocido.

-¿Qué se sabe de los africanos que vienen al país?
Hasta el 2020, por lo menos, por cada persona de origen asiática que ingresaba al país de manera regular, lo hacía una africana, esa era la proporción. En Argentina, hay dos comunidades que aparecen como las más importantes: la senegalesa y la nigeriana. 

-¿Se sabe cuál es el contexto en esos países para llevarlos a emigrar? 
Se trata de migración económica, búsqueda de nuevas oportunidades. Es gente que lidia con algunos desequilibrios de sus economías como la informalidad y el desempleo. Es una visión porteño céntrica pensar que solo se radican en la Ciudad de Buenos Aires en la venta al menudeo o bijouterie. Conozco docentes e instructores de baile, por ejemplo. 

-¿Argentina es un país predispuesto a recibir inmigración africana?
En líneas generales, acoge, pero los problemas empiezan después, con las situaciones de discriminación y racismo. También aparece el tema legal, de los permisos, las residencias, la legalización de esta gente que llega en términos de informalidad. Tienen que sacar la temporal y esos primeros meses están sin documentos. Los senegaleses vienen bajo redes, las cofradías musulmanas, y ahí, entre fieles, miembros de las mismas congregaciones se ayudan y, por lo menos, se reciben entre sí para tener un ingreso que alcance para pagar una pieza en un hotel o pensión. Cuando quedan por fuera de esas redes, la situación se torna más difícil.