“Lo importante no es llegar primeros y solos, sino juntos y a tiempo”. León Felipe (1884-1968)

Que la “gobernanza” forme parte de dos de los cinco ejes temáticos que se proponen como vertebradores del XXVI Congreso Nacional de Tribunales de Cuentas de la República Argentina, a celebrarse en San Luis el próximo mes de noviembre, significa que estamos frente a una ventana de oportunidades dirigida en varias direcciones.

Luego de bucear en las profundidades teóricas de los diferentes enfoques, entendemos que la gobernanza tiene una riqueza de significados que nos impone un recorte epistemológico para abordarla. Así, desde una perspectiva centrada en un nuevo servicio público comenzamos a transitarla, en muchos casos, como inmigrantes digitales, en particular aquellos que nacimos con la máquina de escribir y hoy nos desempeñamos en un Estado que ingresó en la era digital poniendo a prueba nuestra capacidad de adaptación a nuevos procesos.

Pero la gobernanza no es nueva. Sin embargo, la evolución conceptual y los avances y reconfiguraciones que registra nos desafían a repensar nuevas formas de intervenir lo público desde la fiscalización. Entendiéndola como la vinculación entre el gobierno, el sector privado y la sociedad civil, que de orilla a orilla va desde los acuerdos y tensiones que rodean el proceso por el cual se toman decisiones hasta el diseño de las acciones, podríamos prestarle atención a la raíz de toda política pública para comprenderla desde su génesis y entender cuáles son los problemas que se pretenden resolver -o al menos transformar- con el aporte de los recursos públicos. 

En ese punto, el involucramiento de los organismos de control cuenta con una ventana abierta para aprovechar las oportunidades que brinda esta renovada cara del diseño de las políticas públicas que ofrece la gobernanza, mediante un liderazgo que aporta, entre otros, criterios de integridad como un elemento contributivo de la confianza pública.

En razón de la materia, es evidente que nos encontramos frente a desafíos que van más allá de las disciplinas tradicionales propias de la fiscalización. La gobernanza es la posibilidad de sumarse a la construcción colectiva y colaborativa en el diseño de las políticas públicas mediante una participación activa y efectiva. 

Implica una apertura a un aprendizaje permanente. Se corre el eje basado en la casi exclusiva capacidad de Estado de dar respuestas a los problemas públicos para pasar a un liderazgo que se involucre desde una perspectiva que reconozca la necesidad de nutrirse de actores claves como el sector privado y la sociedad civil, destinatarios finales de las políticas públicas.

Así como nadie puede transformar lo que no conoce, entendemos que el mismo apotegma le cabe al control. Conocer la realidad, incorporar nuevas miradas, adentrarnos en ella y no sólo ser espectadores póstumos de los hechos, nos permitirá una mejor evaluación de los potenciales riesgos y -sin dudas- una mejor planificación, monitoreo y evaluación del impacto de nuestras actividades.

Por otro lado, frente a la tan declamada participación, esta es la oportunidad para arrimarse y formar parte, junto con los demás actores del sector público, privado y sociedad civil, desde nuestras competencias. Para comprender las realidades que atraviesan los problemas que luego se transformarán en políticas públicas desde una perspectiva colaborativa, que ponga el acento en la responsabilidad que a cada miembro de nuestra común-unidad le corresponde.

Integrarnos al paradigma que nos propone la gobernanza es compartir nuevas miradas. Desde la participación activa en la sumatoria de actores clave en los diferentes momentos del control; pasando por la planificación que aporta un ambiente de control, compromiso con la integridad y valores éticos; la identificación de amenazas para contribuir en la adecuada administración y mitigación de los riesgos y la propuesta de marcos que contribuyan a una adecuada gestión responsiva que permita sumar actores antes, durante y después de las tareas de control. Así se podrá hacer realidad la integración del control a la gestión como un apéndice natural que permita evidenciar el valor agregado que representa en la vida de los ciudadanos.

Esto, sin dudas, representa una reconfiguración de un control que se ha establecido tradicionalmente como sancionatorio para transformarse en un faro que favorezca a la mejora continua de las políticas públicas y, en consecuencia, se involucre en la satisfacción de las demandas sociales que impactan en la calidad de vida de la ciudadanía. Si no, cabe preguntarnos: ¿Qué le es útil a la sociedad, que los organismos de control lleguemos “primeros y solos” o “juntos y a tiempo”?

Esta perspectiva policéntrica que recoge la mirada de otros actores y no sólo la visión del Estado en relación a los problemas públicos, potencia la tarea de control como una ventana que se abre en diferentes direcciones y oportunidades. Tendremos que prepararnos para hacer crecer la idea de que solos no podemos y que juntos lograremos mejores resultados para todos.