Se dice que entre el 70% y el 80% de los argentinos tiene al menos un animal doméstico en su casa. Otros aseguran que solo el 65% de la población los tiene en sus domicilios.

Los perros son los preferidos por latinoamericanos y norteamericanos. Los gatos abundan en Europa y son famosos en Francia. Una muestra representativa sobre 27.000 personas en 22 países asegura que los canes son más elegidos que los felinos. Pero de preferencias no hay nada escrito ni seguro.

Hay gente que los "humaniza", es decir, que los trata como humanos cuando en los hechos no lo son. Pero es un poco comprensible, más allá de esa relación afectiva. Estudios recientes en Estados Unidos, antes del COVID-19, en los ámbitos médicos, afirmaron que los adultos, ancianos y solitarios sufrían y se enfermaban menos si tenían una mascota.

Los pájaros se registran en gran cantidad en Turquía. Uno cada cinco habitantes tiene un ave en la jaula. Es una costumbre ancestral. Los chinos, en cambio, prefieren a los peces.  

Algunas religiones rechazan a los perros. Dicen que comen cualquier cosa y son transmisores de enfermedades. Fue así a lo largo de los siglos.

En cuanto a cantidad de mascotas, a la Argentina le sigue México en la geografía del nuevo continente. Pero ningún país es igual al otro. En Corea del Sur, por ejemplo, se estima que solo un 30% de la población posee una mascota; en Hong Kong un 35% y en Japón un 37%. Es que en estos sitios asiáticos la vivienda es carísima y los ciudadanos viven en ámbitos muy reducidos porque son muy costosos. Tampoco hay lugares donde dejarlos en caso de salir a trabajar o tomarse un avión de paseo.

Un tema importante en los tiempos de apretón económico y de incertidumbre por la pandemia que nos afecta son los costos de mantenimiento de estos animales. El presupuesto para perros es alto si se apela a veterinarios, si se colocan vacunas periódicamente, si se los higieniza y si se les ofrece alimento balanceado para mantener la salud.

La otra cara de la moneda es la opinión de los que se ocupan del espacio público y de los presupuestos nacionales y estaduales.

En 2019 la revista norteamericana City Journal publicó un artículo de Michael Hendrix, directivo del Manhattan Institute de Estados Unidos, uno de los centros de pensamiento con más prestigio en su país. En materia de políticas urbanas el empresario se alarmaba de que en ciudades importantes de su país, como San Francisco o Seattle, el número de perros supere al de los niños en los hogares.

Los norteamericanos, denuncia Hendrix, gastaron más en 2018 en sus mascotas que en cuidados infantiles. Cuestiona severamente a las localidades que son también refugio de solteros con canes, en vez de ser espacios para familias con hijos.

Informes mexicanos subrayan la misma problemática que en el país del norte. Se quejan contra los que no quieren hijos y sí animales, un fenómeno que se da entre profesionales jóvenes.

Las estadísticas que circulan o publican indican que en México viven 20 millones de perros. De ese total, solo un tercio tienen casa, comida y otros sustentos. Los demás son callejeros. O porque sus dueños los echaron o abandonaron o porque nacieron en cualquier sitio del país. Se calcula que la cifra de los que viven en la calle llega a 11 millones. Si vivieran todos juntos representarían el segundo grupo de seres vivos más grandes allí. Lo que ocurre es un drama en el resto de Latinoamérica y está ligado muchas veces a la pobreza y al descuido de los gobernantes.

Argentina no tiene un fenómeno de esa magnitud. Los animales abandonados circulan por las rutas o en los distritos marginales del Gran Buenos Aires o de algunas ciudades de provincia, pero el poder político pone mucho cuidado con las enfermedades que podrían trasmitir. La rabia, por ejemplo, fue acorralada en el país. 

Esta situación debe ser manejada del Estado. Y hay muchas posiciones enfrentadas al respecto. Ciertos opinadores científicos aseguran que los perros no evolucionaron como el resto de los mamíferos. Se trataría de una especie en cuya expansión mundial los humanos tuvieron mucho que ver. Fue domesticado por los antiguos hombres de las cavernas que los incorporaban a su hábitat. Ayudaban a cazar y fueron dibujados por ellos.

Pero los que tienen canes suelen opinar lo contrario de todos los argumentos de algunos estudiosos o científicos. Confirman que reciben de ellos lealtad y afecto consecuente. 

En las zonas rurales de Argentina, ayudan al hombre en el arreo de ganado y en la persecución de animales dañinos. Son una compañía excepcional. Es sabido, empero, que si no se los entrena suficientemente algunas razas pueden ser peligrosas. De eso dieron detalles los medios de comunicación en numerosas oportunidades.