Argentina no solo está haciendo frente al COVID-19 y a una eventual segunda ola (como ocurre en Europa y Asia) sino a pandemias que se consideraban eliminadas definitivamente hace muchas décadas. Se trata de la tuberculosis y la sífilis, que también golpean con contundencia al mundo.

La tuberculosis enferma en estos tiempos a más de 10.000 personas en el país. Se trata de la novena causa de muerte en el mundo. Conocida también como TB, es un padecimiento infectocontagioso crónico producido por el bacilo de Koch, que se localiza en el pulmón, aunque también puede afectar otros órganos. 

Precisamente fue localizada y descrita en 1882 por Robert Koch. En ese momento, en Estados Unidos y en Europa, donde se llevaban registros, esta enfermedad mataba a una persona entre siete. Tenía una relación directa con la pobreza y la falta de alimentación. En un momento, se la relacionó con la vida bohemia y el romanticismo de escritores y poetas. Hoy ya se conoce que prolifera en los grandes centros urbanos.

En la Argentina se han registrado 9.675 casos en 2019 y afectó a personas entre 20 y 44 años de las cuales fallecieron 297. Se pueden dividir en dos tipos: la pulmonar, que es la más contagiosa y representa el 80% de los casos, y otras extrapulmonares como las que afectan a la pleura, los ganglios, la columna o el aparato genitourinario. La enfermedad se presenta con tos seca, expectoración, dolor torácico, anorexia, sudoración nocturna y fiebre prolongada. Se detecta con radiología y otras operaciones de laboratorio. El contagio se produce cuando el enfermo elimina gotas de saliva que contienen bacilos.

Hay provincias con alto índice de casos como Salta, Jujuy y Formosa. Pero el 45% se detecta en el Gran Buenos Aires y en la Ciudad de Buenos Aires. Los enfermos de Sida (VIH) tienen un riesgo mayor de contraer tuberculosis. Por supuesto que hay prevención: la vacuna BCG que se administra al nacimiento.

Por su lado, la sífilis que a finales del siglo XV se extendió masivamente por Europa, también crece hoy en la Argentina. En los últimos cinco años se triplicaron los casos en adultos y también creció la sífilis congénita. Entre 2013 y 2017 pasó del 11,7% al 35,2% por cada 100.000 habitantes. En los círculos médicos aseguran el incremento en el Gran Buenos Aires y se observa en todas las clases sociales.

La sífilis no se manifiesta de inmediato, tiene una incubación entre dos y tres semanas. Aparece con úlceras en la piel (chancros) y se ubican en las zonas genitales o en la boca. En las mujeres muchas veces quedan ocultas. En el 2017 la región centro y noreste del país presentaron las tasas más altas de sífilis congénita. La enfermedad se combate con antibióticos, un gran paliativo que comenzó a circular recién al final de la Segunda Guerra Mundial.

La enfermedad afecta a un centenar de millones de personas en el planeta. A finales del siglo XV, la sífilis provocó una devastadora epidemia en toda Europa. La enfermedad se extendió desde el puerto de Nápoles, en Italia, hacia todo el viejo continente a partir de 1495.

Hasta no hace mucho tiempo se sostuvo que la bacteria fue introducida por los conquistadores de América en su regreso a Europa. No obstante, investigadores suizos (en Zurich) sostienen que hay muchas posibilidades que la sífilis ya existía en Europa incluso antes que Colón zarpara hacia el nuevo mundo. Se han encontrado muestras en restos arqueológicos humanos en Finlandia, Estonia y los Países Bajos.

La sífilis está ligada a la historia de la música y la literatura a lo largo del siglo XIX. El compositor austríaco Franz Peter Schubert murió antes de cumplir los 30 años de esa enfermedad, entonces incurable. También atacó a Robert Schumann en su juventud y le produjo disturbios mentales que lo llevaron tardíamente al suicidio. A Gustave Flaubert la afección le ocasionó un malestar que lo acompañó toda su vida. En la ópera, la sífilis terminó con la vida de Gaetano Donizetti en 1848. Este italiano genial es autor de 75 óperas, las más difundidas fueron Lucía de Lammermoor y Ana Bolena.