La verdad camina. Lo hace con la convicción de quien nada teme. Avanza, penetra, llega, convierte, empuja, lastima, redime. 

Pero, en sus pasos sinceros, tiene un límite. Una franja en la que se toca con la mentira. La mentira también marcha, progresa, introduce, aparece, transforma, incita, se adueña, esclaviza.

En esa zona se rozan. En esa franja se confunden y nos confunden. Es en ese lugar, que tanto la verdad como la mentira se disputan nuestras piernas y será cada hombre, cada mujer, cada uno de nosotros el que dirá qué rumbo tomar, dónde quedarán nuestras huellas.