A comienzos de febrero fue publicado el Índice de Democracia Global 2022, elaborado por la Unidad de Inteligencia del diario británico The Economist. Este índice -lanzado por primera vez en 2006– representa un panorama del estado de la democracia a nivel mundial, al considerar la puntuación de 167 países a la luz de cinco categorías de análisis, compuestas por temas como pluralismo y procesos electorales, funcionamiento del gobierno, participación política, libertades civiles y cultura política. En función del resultado obtenido en cada una de ellas, los países se ubican en un ranking que va de 0 a 10 (según su menor o mayor calidad democrática) y se agrupan en cuatro categorías: regímenes autoritarios, híbridos, democracias deficientes o plenas.

Esta edición se tituló “Democracia de primera línea y la batalla por Ucrania”, resaltando el peso en el escenario político internacional del conflicto bélico surgido a partir de la invasión de Rusia al territorio ucraniano, el cual lleva más de un año de desarrollo. El mismo es calificado como “una violación flagrante de la soberania ucraniana que causó conmoción en todo el mundo”, destacando que estas acciones hicieron comprender la importancia de defender la soberanía nacional, sin la cual la libertad y la democracia son inalcanzables. En esta oportunidad, Rusia obtuvo su peor calificación en la historia: 2,28 puntos sobre 10, descendiendo 22 puestos en el ranking hasta ubicarse en el puesto 146. Además, el informe incorpora un análisis de por qué algunos países del sur global se diferenciaron de la terminante condena a la guerra realizada por Estados Unidos y la Unión Europea, quienes claramente tomaron partido contra Rusia. Los motivos que se mencionan son la frustración y un resentimiento con el orden internacional establecido, cierta hipocresía en el contexto de la intromisión e intervención y la situación de dependencia de energía o insumos provenientes del país invasor. El análisis guarda una frase contundente que señala que “el principio de soberanía nacional es demasiado importante para ser sacrificado en el altar del anti-occidentalismo”

A nivel global el índice refleja que un 45,3% de la población mundial vive en una democracia de algún tipo y sólo el 8% vive en una democracia plena.

A nivel global el índice refleja que un 45,3% de la población mundial vive en una democracia de algún tipo, mientras que un 36,9% de las personas lo hace bajo un régimen autoritario. Sólo el 8% vive en una democracia plena. El puntaje promedio para el 2022 fue de 5,29%, mostrando que el estado general de la democracia en el mundo permanece casi sin cambios desde el año anterior, con un promedio de 5,28%. Sin embargo, el informe destaca que el panorama es sombrío, ya que luego de las restricciones a las libertades individuales establecidas a partir de la irrupción del COVID-19, se esperaban algunas mejoras que no fueron verificadas. Mucho de ésto tiene que ver con la performance obtenida por Rusia y China, países que albergan más del 20% de la población mundial: las particularidades que llevaron a Rusia a empeorar su calificación fueron comentadas en el párrafo anterior, mientras que China llevó adelante su política de Zero-COVID aplicando métodos autoritarios y abusivos, con detenciones de millones de personas que dispararon protestas masivas en algunos puntos del país, producto de lo cual el gigante asiático fue calificado con 1,94 puntos en el índice. 

Pasando a un análisis de los resultados regionales, encontramos que América Latina y el Caribe experimentan su séptimo año consecutivo de declive en el ranking de calidad democrática, con un promedio de 5,79 puntos en el 2022. El informe señala que a pesar de verificarse un aumento de los puntajes relacionados con el levantamiento de las restricciones vinculadas a la pandemia, hubo un fuerte deterioro de las calificaciones en algunos países que arrastraron hacia abajo el índice general de la región. Haití, por ejemplo, fue calificado con 0,68 puntos menos que en 2021, como consecuencia de su estado de virtual disolución interna: luego del asesinato de su presidente por bandas armadas vinculadas al narcotráfico, su primer ministro pidió una intervención extranjera para intentar reestablecer el orden, pero aún no fue capaz de convocar a nuevas elecciones. 

Mapa global según el tipo de regimen gobernante.
Mapa global según el tipo de regimen gobernante.

Otro país que obtuvo un descenso de 0,66 puntos en su calificación fue El Salvador: las acciones desarrolladas por su presidente Nayib Bukele lo llevaron a un retroceso democrático, socavando los controles y equilibrios republicanos, forzando su postulación para una reelección y sometiendo al país a un estado de excepción con libertades individuales restringidas y medios de comunicación censurados. Ambos países se unen a Venezuela, Cuba y Nicaragua en la lista de regímenes autoritarios que sigue creciendo de manera preocupante a lo largo del continente. En contrapartida, la región también alberga algunas de las democracias más fuertes del mundo: Uruguay, Costa Rica y Chile fueron calificados con 8,91, 8,29 y 8,22 puntos respectivamente. Sin embargo, éstos representan sólo un 4% de la población regional, mientras que el 45% vive bajo regímenes autoritarios o en democracias híbridas.

Argentina se mantuvo sin cambios respecto al año anterior, ubicándose en el puesto 50 del ranking con una calificación de 6,85 puntos. Si analizamos los resultados obtenidos en cada una de las áreas evaluadas podemos observar un puntaje alto para el ítem de proceso electoral y pluralismo (con 9,17), una calificación aceptable de 7,78 y 7,94 para los rubros de participación política y libertades civiles, respectivamente, pero una baja calificación en funcionamiento del gobierno (con 5 puntos) y en cultura política (con 4,38 puntos). Así es como nuestro país sigue ubicado en el lote de “democracias deficientes”, lo cual significa que, si bien tienen elecciones libres y justas y se respetan las libertades civiles básicas (aunque puedan existir avasallamientos a la libertad de prensa), se verifican problemas de gobernabilidad, una cultura política débil y bajos niveles de participación política. Al cumplirse 40 años de la recuperación democrática en Argentina, las señales de alerta están encendidas.