Las desventajas de la administración de Barack Obama para concertar negocios con nuestro país tienen que ver con una política exterior argentina poco favorable hacia el país del Norte y la disputa con los fondos buitres, aunque el acuerdo confidencial (¿alguien controló?) con la empresa Chevron que garantiza el envío de dividendos al exterior y el hecho que cualquier disputa con YPF se dirimirá en el exterior, parecería mostrar otra cosa.

La otra gran potencia, que últimamente ha tenido un gran acercamiento a nuestro país, es China. Los préstamos de bancos estatales de China a países de América Latina en el 2014 superaron a los créditos conjuntos del Banco Interamericano de Desarrollo y del Banco Mundial, concentrándose en proyectos de infraestructura tales como centrales nucleares, obras hidroeléctricas y medios de transporte. China lanzó una agresiva política de expansión del intercambio comercial y de inversiones, especialmente en los países poco favorecidos por los organismos financieros internacionales como Argentina, Ecuador y Venezuela. Técnicamente la Argentina está en default (cesación de pagos), razón por la cual le resulta difícil acceder al crédito internacional, y China es uno de los países que le asegura dinero fresco a través de swaps (permutas financieras) por el equivalente a unos 11.000 millones de dólares.

El riesgo de la dependencia hacia un país como China es que ellos compran materias primas no elaboradas y nos venden productos manufacturados, con lo cual se perjudican las industrias locales. Los préstamos chinos deben ser bienvenidos, pero utilizados creativamente para promover la tecnificación, la industrialización y el crecimiento de nuestro país. Por otro lado, existe una gran asimetría en nuestra relación con el gigante asiático: más del 60% de nuestras exportaciones son porotos de soja, mientras que las importaciones son de productos manufacturados. Además, existe un gran déficit comercial, desfavorable a nuestro país, que aumenta año a año.

Por encima del peligro de la dependencia económica, existe otro aún mayor: la pérdida de la soberanía que sufriría nuestro país ante la instalación de una estación espacial china, en un predio de unas 200 hectáreas, en la localidad neuquina Bajada del Agrio, a unos 1.400 kilómetros de Buenos Aires, cuyo objetivo es realizar tareas de monitoreo, control y bajada de datos en el marco del programa chino de misiones para la exploración de la Luna y el espacio, destacó el ministerio de Planificación Federal en septiembre del año pasado.

Para el senador de UNEN, Fernando Pino Solanas, es algo muy sensible entregar cientos de hectáreas de una provincia limítrofe con otro Estado, a un tercer Estado por medio siglo para actividades en las que la Argentina se beneficiará de forma ínfima. Por su parte, el senador radical Juan Carlos Marino denunció que es evidente que en el convenio la Argentina perderá soberanía con China debido a que el personal estará bajo las leyes de ese país y el lugar que ocupe la estación de Neuquén quedará bajo control del gobierno chino.

La mayor amenaza y la gran preocupación es el eventual uso militar de la estación. El diplomático y ex vicecanciller, Roberto García Moritán señaló que por las características técnicas de la antena de recepción y los instrumentos operativos […] tendría otros eventuales alcances que le permitiría un uso dual, civil y militar que incluso permitiría rastrear y detectar misiles, drones y otras actividades militares semejantes, lo cual colocaría a la Argentina en una difícil y compleja situación geoestratégica. Sus efectos y las posibles consecuencias hacen a importantes cuestiones de la defensa nacional y la política exterior argentinas.

El canal de noticias CNN en español alertó (04/02/2015) que la estación espacial sería controlada por el Ejército Popular de Liberación de China, bajo cuya órbita se encuentra la agencia espacial china; en otras palabras se trata de un emprendimiento que sería comandado por fuerzas militares extranjeras. Recalcamos los sería que indican una posibilidad, lo importante sería que hubiesen mecanismos de control para evitar tales eventualidades.