El presidente de Venezuela combinó una inusual capacidad para denunciar las políticas agresivas que el imperialismo norteamericano ejerce sobre esta región y plantear propuestas concretas tendientes a neutralizar esos efectos. Por ejemplo, la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), el acuerdo comercial entre los pueblos de América Latina y el Caribe que ya cuenta con siete miembros. También acuerdos concretos como Petrocaribe, mediante el cual se subsidia a países pequeños del Caribe y Centro América; iniciativas como el Banco del Sur, Petrosur y la profundización de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y el Consejo Sudamericano de Defensa.

En otras palabras, la excepcionalidad de Chávez fue que no quedó en un discurso retórico antiimperialista sino que planteó políticas concretas tendientes a superar la situación de subordinación que generaba el imperialismo.

Su salida genera ahora un escenario incierto. Lo que uno puede anticipar es que esto no va a ser llenado con un nuevo liderazgo al estilo de Chávez porque simplemente ese liderazgo no existe más. Líderes como Chávez no son producto de una fábrica, de una escuela de cuadros, o de una escuela de formación política. Son personajes excepcionales que algunos sociólogos han dado en llamar carisma. Y el carisma por naturaleza es intransferible.

Por lo tanto, no podemos esperar que el sucesor de Chávez, que seguramente vaya a ser Nicolás Maduro, pueda gozar de su mismo liderazgo. Si bien recibirá el apoyo de la gente, no será un liderazgo carismático como el de Chávez que podía generar una corriente eléctrica de gran intensidad cuando se ponía en contacto con el público, no solo de Venezuela, sino de cualquier lugar del mundo.

En este marco, la UNASUR va a tener que reemplazar un liderazgo vacante. Va a tener que generar un esfuerzo de coordinación cada vez mayor entre los gobiernos que conforman la UNASUR y profundizar lo que a mi manera de ver es el gran legado de Hugo Chávez: la consolidación de una cultura regional en donde por primera vez en la historia Latinoamericana aparece como una unidad de política con un fuerte rasgo de identificación regional.

En el pasado si había referencias a América Latina eran gestos aislados o meras argumentaciones de carácter teóricas y retoricas. Con Chávez, América Latina se convirtió en un actor de la política internacional.