Para colmo, intenta instalar la idea de que la sociedad está pidiendo mano dura en materia de dispersión de las multitudes que componen los movimientos sociales y que realizan piquetes en las principales arterias de la Ciudad.

Eso fue lo que deslizó la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, la semana pasada en diálogo con el periodista Luis Majul. Dispersar las manifestaciones puede tener consecuencias, anticipó entre dientes la funcionaria, que volvió a hablar del protocolo de seguridad y en ese camino exhortó a la sociedad a que no sea paranoica, es decir, que no pida mano dura y después se queje de las consecuencias.

Está probado en la historia argentina que los gestos autoritarios suelen ser una muestra de debilidad antes que de fortaleza de la democracia. Habrá que esperar para ver cuáles podrían ser las consecuencias de las que hablaba Bullrich, también ministra del Gobierno de Fernando De la Rúa, que como consecuencias de las manifestaciones del 10 y 20 de diciembre de 2001 dejó un escalofriante saldo de 39 muertos.

El protocolo de seguridad no podrá ponerse a prueba el próximo seis de abril, cuando se concrete el paro nacional anunciado por la Confederación General del Trabajo y que muestra un quiebre en la relación con el Gobierno. La CGT anunció que no habrá movilización y lo decidió así bajo la idea de que el mensaje contra las políticas económicas adoptadas por el equipo del presidente Mauricio Macri, no sólo merecen el rechazo de los sectores gremiales sino de la sociedad en su conjunto. Será un día de reflexión, dicen. Una apuesta fuerte, en un contexto que irá elevando su temperatura con la marcha federal por la educación y con el paro docente que continuará esta semana y que sumará también a los universitarios.

El Gobierno parece no oír bien los reclamos de los trabajadores. El propio Macri fue lacónico en el programa de Mirtha Legrand, cuando consultado por la conductora dejó florando la idea de que las acciones planteadas por los sindicatos de docentes y por la central obrera forman parte de un plan desestabilizador contra su gobierno. La CGT no ha podido explicar por qué hace un paro, manifestó el Presidente. La conductora, que por momentos se mostró complaciente y elogiosa, y por momentos no ocultó su enojo, se animó a retrucarle: Yo creo que ustedes no ven la realidad. No ven la realidad, la gente está muy quejosa. Y luego: Prometiste pobreza cero, y el Indec dijo que ahora hay un millón y pico más de pobres. En fin, lo que en todo caso se ponía con esto sobre el tapete es que las promesas que llevaron a Cambiemos al gobierno no encuentran espejo en la realidad y eso, en un año electoral, no es una buena señal. Lo saben propios y ajenos.

Juan Carlos Schmid, uno de los secretarios generales de la CGT, salió al cruce de las ideas sembradas por Macri en la cena televisada: Dice que la CGT no puede explicar el paro. Toda la sociedad está en descontento con estas políticas económicas y sociales, apuntó el dirigente. Otro de los integrantes del triunvirato, Héctor Daer, le apuntó a la idea del plan desestabilizador. Es un absurdo que lo tiran a rodar para deslegitimar las razones de un debate. La teoría del plan desestabilizador para que el Gobierno termine antes fue apuntalada desde la cúpula de la UCR, partido que integra la alianza Cambiemos y también por los medios de comunicación hegemónicos y oficialistas como Clarín, que al día siguiente del anuncio de la fecha del paro general de la CGT publicó en su portada un título que no ocultaba su enojo con la medida de fuerza de los trabajadores.

No hay nada que tenga que ver con un criterio de desestabilizar, lo que queremos es un país que no siga destruyendo el empleo y el consumo, y que no se siga achicando, retrucó Daer. Y en una línea de intervención similar, el otro integrante del triunvirato, Carlos Acuña, apuntó: el paro no es en contra de nadie, ni de nada, es un desahogo que tiene el trabajador, una protesta para que el Gobierno reflexione.

Sin dudas, este no es el mejor contexto para comenzar a resolver el conflicto docente, que se extiende peligrosamente y que por el momento ha demorado prácticamente quince días el inicio de las clases en la gran mayoría de las escuelas públicas, particularmente en la provincia de Buenos Aires donde la puja con la gobernadora María Eugenia Vidal ha tomado senderos impensados: como el cuestionado pago extra por única vez a los docentes que decidieron no sumarse a las medidas de fuerza, o la estigmatización del sindicalista Roberto Baradel y la amenaza de quitarle la personería gremial al gremio que represente, SUTEBA, el más grande y representativo de la Provincia. Torpezas que no conducen en absoluto a la posibilidad de un acuerdo, incluso a uno que deje disconformes a las partes pero permita recomponer las clases. Por el momento, solo se ven funcionarios enojados e irritables, que ante la desazón que provocan sus decisiones apresuradas no hacen sino subir la apuesta y hasta se animan a plantar la idea de que son los sindicatos los responsables de la destrucción de la educación pública.

El propio Macri jugó una carta para intentar ayudar a su protegida Vidal. Pero lejos de contribuir a la paz empeoró las cosas. El Presidente publicó en las redes sociales una foto de un maestro dando clases entre los escombros en Japón tras la explosión de la bomba de Hiroshima, y escribió: Para que un país pueda levantarse, la escuela nunca debe parar. Está clara la postura de alejar posiciones y estigmatizar a los docentes frente a la sociedad. Los gremios hicieron la misma lectura y, lejos de apaciguar sus bríos, los avivaron. Quieren generar un clima de confrontación, nos estigmatizan, se quejan los maestros que, sin embargo, a pesar de la extensión del conflicto siguen recibiendo el apoyo de la gente en la calle.

Durante la jornada de ayer, en la que comenzaron las marchas y movilizaciones de los docentes en diferentes puntos del país, quien esto escribe vio en el centro de Escobar, donde docentes nucleados en SUTEBA y la FEB realizaron una multitudinaria marcha por las calles céntricas, como la gente de a pie acompañaba el reclamo y aplaudía a los maestros desde las veredas.

Está claro que es necesario encontrar una solución urgente al conflicto, tanto como el hecho de que ni siquiera los padres de alumnos sin clases están de acuerdo con la propuesta oficial del 19 por ciento. La paritaria docente suele funcionar como testigo para otros gremios y el número, más allá del voluntarismo oficial, es poco sostenible frente a la pérdida real de poder adquisitivo que sufrieron los salarios tras los acuerdos paritarios del año pasado y una inflación real que superó los 40 puntos.

Para colmo de males, en estas horas la administración de Vidal sumó un nuevo problema, que termina de embarrarle la cancha en la pelea; mientras pretende fijar un techo de aumento para los docentes del 19 por ciento, los intendentes de su provincia comenzaron a cerrar acuerdos con incrementos que alcanzan el 25 por ciento, y no solo en las localidades de gobiernos opositores sino y este es un dato llamativo- entre aquellas que les responden, como es el caso de Quilmes, donde Martiniano Molina firmó un acuerdo del 18 por ciento como pretendía Vidal y el gobierno nacional- pero agregó otro 6 por ciento en concepto de recuperación salarial por la inflación del 2016.

Frente a este escenario de conflictividad creciente está bastante claro que las respuestas no se pueden seguir buscando en los manuales de marketing político ni muchos menos de la literatura bélica. No sirve el mecanismo de subir la apuesta para ver quién es el más poderoso. Se necesita una respuesta política, como ocurre siempre que la realidad supera la imaginación.

*Sociólogo y periodista.