Si un presupuesto se arma usando una serie de variables que, se supone, ocurrirán durante un período determinado, vale preguntar en cuánto podría modificarse el plan de gastos que elaboró el Gobierno saliente, y que será ejecutado el año que viene por la administración entrante, teniendo en cuenta algunos hechos recientes, como el resultado electoral, el fallo de la Corte Suprema de Justicia sobre la Coparticipación Federal, las expectativas por el valor del dólar y hasta los aumentos de precios; situaciones todas que podrían alterar aquellos cálculos que justamente sustentaron las proyecciones económicas para 2016.

Y si a eso se sumaran los antecedentes -tanto de este año como de los anteriores- de ampliación de gastos y reasignación de partidas provocadas por subestimación y/o sobreestimación de variables, la posibilidad de que el Presupuesto 2016 evolucione tal y como fue concebido por el Poder Ejecutivo actual parece por lo menos inverosímil.

El mapa no es el territorio

En principio, el presupuesto para el año que viene supone que el Estado contará con recursos por $ 1.471.718 millones, mientras que los gastos ascenderán a $ 1.569.412 millones, o sea que, de movida, habría un resultado financiero negativo -déficit- de $ 97.694 millones.

Como se mencionó más arriba, estos montos surgen de la combinación de variables vigentes en 2015 que, para el caso en cuestión, figuran en el proyecto de ley de Presupuesto 2016 que el Ejecutivo envió al Congreso en septiembre de este año.

Allí, por ejemplo, se habla de un dólar 2015 cotizado a $ 9,12, y de una suba del Índice de Precios al Consumidor (IPC) del 15,4% para el mismo ejercicio. No obstante, al cierre de esta edición -mediodía del miércoles 2 de diciembre-, el valor de la moneda estadounidense asciende a $ 9,71, mientras que, más allá de lo que muestren las estadísticas oficiales, en los últimos días se han registrado aumentos de precios en varios sectores, sobre todo en alimentos, que promedian el 20%.

Ahora bien, ¿esto significa que el presupuesto 2016 deberá ser modificado inexorablemente? Un intento de respuesta puede obtenerse al tomar como referencia lo ocurrido en años anteriores.

Y es que entre las variables utilizadas para armar el presupuesto 2014 se preveía un dólar a $ 6,33 y una variación del IPC del 10,4%.

Sin embargo, como es sabido, ya en enero del año pasado el peso se devaluó casi un 36% y la moneda estadounidense alcanzó un valor nominal de 8 pesos (cerró el ejercicio a $ 8,60). Por si hace falta decirlo, la inflación también estuvo muy por encima de lo planeado.               

En cuanto a cómo impactaron estas evoluciones en el presupuesto, la Cuenta de Inversión 2014 demuestra que los Gastos Totales estaban previstos inicialmente en $ 850.542 millones, pero finalmente se devengaron $ 1.134.364 millones, es decir, que se ejecutó un 32% por encima del cálculo original.

Y lo mismo ocurrió con los ingresos, que según estimaciones iniciales ascendían a $ 860.411 millones, pero terminaron sumando unos $ 944.178 millones, un 9% más.

A priori, dos conclusiones pueden desprenderse de estos datos: por un lado, ambos conceptos -recaudación y gastos- aumentaron durante 2014, aunque a velocidades distintas y, por el otro, no pudo cumplirse el pronóstico alentador que incluía el presupuesto de aquel año, ya que del superávit previsto de casi 869 millones se pasó, por la evolución misma de las variables, a un déficit de $ 190.186 millones.

Este fenómeno no es exclusivo de 2014, y se descuenta que volverá a ocurrir en la Cuenta de Inversión 2015; es que la brecha entre los valores calculados y los efectivamente ejecutados oscila entre el 20% y el 25%, por lo menos en los últimos diez presupuestos nacionales.

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