Patrimonio vivo
Casimiro Sejas López es maestro yesero. Desde 2001, forma parte de la Escuela Taller de Buenos Aires. Allí, junto a otros colegas, enseña técnicas ancestrales para devolverle la vida a antiguos edificios de la Ciudad.
Casimiro Sejas López luce entusiasta y motivado. Sigue trabajando el yeso con la misma pasión con la que arrancó en el oficio. A los 83 años aún se enfrenta a las aulas y transmite saberes que fue sumando bajo el manto de la vocación que encontró al llegar de joven a Argentina desde su Bolivia natal.
“Estoy cumpliendo un sueño y voy a seguir hasta el último día de mi vida, no me quiero guardar nada y dejar un legado”, dice ante El Auditor.info. Casimiro dicta clases en la Escuela Taller de Buenos Aires, una institución que busca dar vigencia a los edificios históricos que adornan la Ciudad con su esplendor. Fue fundada en el 2000 y depende del Ministerio de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Vestido de delantal blanco, hace movimientos lentos que van dando forma a moldes. Está aplicando técnicas milenarias que explica detalladamente a su grupo de estudiantes. A su lado se apilan ladrillos de adobe que él mismo fabrica y enseña. El maestro no solo ocupa sus días dando clases, también continúa participando de distintos proyectos de construcción. “Quedo para hacer un trabajo y estoy ahí una hora antes. Me dicen a las 8, y a las 7 ya estoy preparado para trabajar”, destaca sobre la rigurosidad con la que encara sus labores.
Patrimonio viviente
En la Escuela Taller una de las palabras que más resuena es Patrimonio. “Para mí es todo aquello que es propiedad de los pueblos”, afirma Casimiro. El maestro fue distinguido como Patrimonio Viviente por la Legislatura porteña y fue reconocido internacionalmente tanto en Chile, como en su Bolivia natal.
“Todos necesitamos tener un oficio, saber hacer algo para construir nuestro propio futuro, porque sin oficios no somos nada y es algo que le da identidad a los pueblos”, describe. Recuerda que en los primeros años de la Escuela, una de los fundadores le consultó sobre qué pensaba hacer en su vejez y él le respondió: “Quiero entregar todo mi conocimiento aprendido en esta vida y no llevarme nada".
Una experiencia en la cual pudo poner su conocimiento al servicio de la comunidad fue la restauración del Congreso de la Nación, en la cual trabajaron 200 alumnos de la escuela taller junto con el maestro. Comparte que fue enriquecedora y una clase para los estudiantes que pudieron dejar su práctica plasmada en el edificio.
Actualmente, el docente sigue escribiendo su historia en papel, ya que trabaja en un libro donde relata todas las experiencias a lo largo de su vida de una forma autogestiva, por lo cual acepta donaciones y colaboraciones para ver plasmada su obra y seguir trasmitiendo su saber.
Enseñar las antiguas técnicas de los oficios perdidos
Desde la creación de la escuela taller, las autoridades buscaron a reconocidos maestros que sepan trasmitir lo que fueron aprendiendo a lo largo de su vida y es así que se crearon distintos talleres como albañilería tradicional, ornamentación artística, técnica en murales, restauración de mobiliario, ebanistería o lutheria entre otros oficios.
Tras la demolición de la sede ubicada en Brasil al 200, para la creación del Metrobús en 2021, la escuela funciona en Adolfo Alsina 963. Además de Casimiro, allí dictan clases otros grandes maestros de oficios. Teófilo Lezcano enseña uno de los saberes fundamentales de la escuela que es la albañilería, pero orientada a las antiguas técnicas de construcción que aprendió de los grandes maestros italianos, que trajeron sus técnicas cuando llegaron al suelo argentino a principios del Siglo XX.
El maestro compara esas antiguas técnicas con el tipo de construcción que se realiza en la actualidad. En este sentido, asegura que se perdió la búsqueda de la calidad y los materiales por un abaratamiento de los costos. “Las paredes ya no son de ladrillos como antes y se perdió la concepción de un edificio para toda la vida como era antes”, señala Lezcano.
Pablo Videla es otro maestro de oficios: fabrica utencillos de metal y hierro, pero a la vez enseña técnicas sobre murales, que perfeccionó en la misma escuela. En su trabajo se destacan elementos como la cal y la arena, y su labor se caracteriza por mantener los colores que se utilizaban antiguamente.
Tanto Teófilo como Pablo desarrollan una formación integral en que los alumnos aprenden varios oficios que van desde lo elemental de la construcción hasta el arte y la ornamentación. Ambos coinciden en que es fundamental el rol de la escuela para rescatar los “oficios perdidos” y el compromiso que se trasmita de generación en generación, buscando que los chicos vuelvan a tomar contacto con los trabajos de antes.
Ambos coinciden que hay que tener una mayor conciencia patrimonial y preservar el valor que tiene Buenos Aires en su arquitectura y edificios históricos.
Construir contra la adversidad
La Escuela Taller fue generada con la misión de formar profesionales aptos para restaurar los edificios históricos con la inserción laboral de jóvenes y personas que necesitaban una oportunidad. También se empieza a ver la necesidad de formar sobre oficios como la ebanistería, la albañilería, ornamentación artística y restauración de mobiliario antiguo, que pueden parecer oficios arcaicos, pero son fundamentales hoy en día.
“Se arrancó en un momento difícil y desde el Estado se buscó articular la necesidad de la preservación patrimonial con dar una oportunidad a personas sin empleo y jóvenes que querían tener la esperanza de construir un futuro mejor”, cuenta sobre los inicios de la Escuela el arquitecto Rubén Nuremberg, actual coordinador de la institución.
Pero el desafío no es solo técnico. La crisis económica actual dificulta la incorporación de nuevos talleres. La enseñanza de oficios como la restauración de vitrales o herrería artística, aunque necesarios, se ve limitada por las condiciones técnicas y presupuestarias. “Es difícil porque estos oficios requieren instalaciones específicas, como un horno para la fragua en el caso de la herrería, y estamos en un edificio antiguo con medianeras que no soportan esas temperaturas”, comenta Rubén, dejando entrever las dificultades del día a día.
Salidas laborales y el futuro de los oficios
Respecto de la salida laboral que tienen los estudiantes de la institución, Nuremberg destaca que “hay salida laboral, pero no la demanda laboral que nos gustaría. El trabajo con la madera y la albañilería tienen salida laboral una rápida salida. Pero la crisis nos afectó a todos”, agrega respecto de la inserción laboral de los alumnos, que mientras están en la escuela tienen prácticas en reconocidas instituciones del estado, como el Congreso de la Nación, el Museo Fernández Blanco y el Museo de Arte Decorativo.
Muchos alumnos pasan por la escuela como un enriquecimiento profesional y para sus vidas, aunque no se inserten en los oficios, incluso quizás estudiando arquitectura y aprendiendo la parte de obra, que no se enseña en la facultad.
Nuremberg reflexiona sobre el futuro de la Escuela y de los oficios que allí se enseñan. “El patrimonio es la herencia que recibimos de las generaciones anteriores”, dice con nostalgia. “Es nuestra responsabilidad preservarlo, pero también adaptarlo al lenguaje de cada generación”. Así, la Escuela Taller no solo enseña a restaurar edificios, sino que también crea un puente entre el pasado y el presente, uniendo las manos de los antiguos artesanos con las de los nuevos alumnos que buscan mantener viva la esencia de la ciudad.
Mientras Buenos Aires sigue su marcha hacia la modernidad, la Escuela Taller del Casco Histórico continúa siendo un baluarte de resistencia cultural. En sus aulas y talleres, los estudiantes no solo aprenden a tallar madera o a levantar paredes, sino que se conectan con la historia viva de la Ciudad. Cada restauración es un homenaje a los que vinieron antes y un legado para los que vendrán después.
“Preservar, conservar, restaurar”, repite Rubén, como un mantra. La Escuela, en su lucha diaria, sigue adelante, preservando no solo los edificios, sino también el espíritu de una Buenos Aires que, aunque cambie con los años, siempre mantendrá su esencia en pie.