Publicado: 12-04-09

El secretario general de la Asociación del Personal de los Organismos de Control (APOC), Hugo Quintana, asegura que en la Argentina faltan controles del Estado, y considera que es fundamental la participación ciudadana desde joven para que la gente vuelva a creer en la institución de la política.

-Equilibrios: A partir del título de su libro, pronto a publicarse, "Principios para superar una Argentina decadente", ¿cómo ve los principios ciudadanos en la actualidad?

-Hugo Quintana: La democracia y la política es eficacia y principios. Normalmente, en nuestro país, por tratar de ser eficaces se dejan los principios. Entonces no hay ni eficacia ni principios.

-E: ¿Considera que estamos ante una democracia débil?

-H.Q.: Yo la llamaría una democracia de baja densidad. El problema más grande que tenemos es que la gente ha dejado de creer en la institución de la política, y para revertir esta situación hay que instarla a que participe. La gente cree, muchas veces con razón, que la política no mejora la vida de los ciudadanos sino que salva la de los políticos. Y esto tiene que ver con una falta de participación ciudadana. Si uno cree que votar una vez cada cuatro años es hacer un control de la democracia, está errado. Hay que militar desde joven en centros de estudiantes, cooperadoras, consorcios, clubes, sindicatos, partidos políticos, ONGs, y los dirigentes surgen espontáneamente de ese tipo de organizaciones.

-E: ¿Cree que esa actitud relajada y/o descomprometida de la gente, de votar y olvidarse, contrasta con una actitud de queja hacia quienes gobiernan?

-H.Q: Cuando uno entrega al otro la facultad o la potestad de hacer las cosas, después no se puede reservar la posibilidad de criticar, y noto que en la política pasa eso, que es el gran problema que tenemos los argentinos. Y la situación se complica aún más si no hay partidos políticos férreos, con filosofía, con basamento ético. Los últimos dos gobiernos más diferentes, desde el punto de vista filosófico, fueron peronistas. Uno privatizó y el otro volvió a nacionalizar. Es decir, el peronismo, y yo soy peronista, se ha convertido en una suerte de partido del poder, y de a poco estamos perdiendo la filosofía.

-E: ¿Considera que la república está sufriendo un retroceso estructural?

-H.Q.: Vivimos con los recursos materiales-intelectuales de hace 40 años, por eso todavía ruedan los trenes o funcionan los hospitales o existen los edificios públicos; pero cualquier índice que se tome va a ser peor ahora: desocupación, nivel universitario, escolaridad, distribución del ingreso, en todos estamos peor que hace 40 años. La Argentina es un país con una profunda decadencia, y tiene que ver con que el Estado no cumple el rol que debe cumplir. Y esto empezó en marzo del 1976 con la junta militar, cuando Martínez de Hoz, imbuido por la doctrina de la Escuela de Chicago, comenzó a desarmar un Estado que servía. Hoy la clave es un Estado diferente, el liderazgo es marcar el camino con el ejemplo.

Y en la Argentina, precisamente, nos faltan ejemplos claros de cómo conducir, cómo explicarle a la gente o proponerle cuál es el camino, y los últimos ejemplos no han sido buenos ni para la república ni para la política.

-E: ¿Le parece que se han ido perdiendo ciertos valores en la sociedad?

-H.Q.: La moral pública, que es la suma de las morales individuales, ha sido resquebrajada. Es necesario empezar a hablar de la ética y la moral en los colegios, las universidades... hay que predicar con el ejemplo a ver si podemos salir de este estado de postración que nos lleva al fondo del mar.

-E: Un tema pendiente para todos los argentinos desde hace muchísimo tiempo es el Riachuelo. ¿Por qué cree que no hay avances en ese sentido?

-H.Q.: El Riachuelo es el ejemplo paradigmático de lo que ocurre en un país cuando no hay control: zona liberada, coches robados,desechos cloacales, empresas que vierten sus tratamientos sin ningún tipo de limpieza y purificación; vale todo. Es la asignatura pendiente de la política más importante para las más de cinco millones de personas que viven a la vera de la cuenca Matanza- Riachuelo, que no se ha limpiado porque todavía no forma parte importante de la agenda política. 0 sea que la política se olvida de esta gente que vive en esa suerte de cloaca a cielo abierto, donde la principal causa de internación de los chicos es por contaminación hídrica.

-E: ¿La falta de respeto a las normas es una consecuencia de la falta de control?

-H.Q.: El respeto a las normas tiene que ver con cómo se sancionan las normas. Argentina es un país que tiene una gran cantidad de leyes, algunas maravillosas, que sin embargo no se cumplen. Pareciera que hay que sancionar las normas a partir del consenso.

-E: A partir de la audiencia pública en la que la Corte Suprema se expidió en relación con un contratado al que no le renovaron el contrato en la Auditoria General de la Nación, ¿cómo ve los derechos del trabajador?

-H.Q.: La sentencia, que seguramente saldrá de la Corte, es un tiro al corazón a la precarización laboral de miles de compañeros del Estado. Y la Corte tiene que traccionar para un Estado mejor, más digno. Hay gente que si no hace cuatro o cinco horas extras por día no puede vivir, o tiene que viajar más de dos horas para llegar a su trabajo. Pareciera que la sociedad moderna, después de tantos miles de muertos para reivindicar algunos derechos, los ha olvidado, y que nuevamente el rol del Estado tiene que ser diferente y producir sociedades más justas. La crisis mundial la están pagando los trabajadores con los ahorros que tiene el Estado en todos los países, aun los más industrializados y los más poderosos. Los americanos están haciendo lo que nosotros desde la militancia pedíamos en la década del setenta, cuando queríamos cambiar el mundo: nacionalizar los medios de producción y la banca.

-E: ¿Es suficiente el presupuesto asignado a los organismos de control?

-H.Q.: La Argentina, junto con El Salvador, son los dos países latinoamericanos que menos gastan en control. El presupuesto asignado a la Auditoría General de la Nación comparado con el del Tribunal de Cuentas de Brasil o de otros países latinoamericanos es una vergüenza. En el fondo yo quisiera pensar que hay ideas para que no se controle, pero ni siquiera es eso, a la política directamente no le importa. Y a pesar de los escasos recursos y un país complicado para controlar, desde los organismos y con la voluntad de la gente se hacen cosas realmente importantes para tener un Estado que sirva, que sea socialmente útil.

-E: ¿Podría hacer una síntesis del libro que va a publicar?

-H.Q: Parto de la premisa de que la Argentina es un país en decadencia, por donde lo miremos. Pero la que más nos toca es la decadencia del Estado. Hay que volver a los principios para dejar de lado esta república, casi de ciencia ficción, con una democracia de muy baja densidad. Y el control es uno de los pilares sobre los que tiene que montarse una nueva sociedad. Julio Cortázar decía: "Nada se ha perdido, si sabemos reconocer que todo se ha perdido y podemos empezar de nuevo". Esta frase de alguna manera resume lo que se podría hacer en la República Argentina.

"El Riachuelo es el ejemplo paradigmático de lo que ocurre en un país cuando no hay control."