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Publicado: 06-12-2012

Capital Federal.- Atilio A. Boron. Mucho se ha escrito de la creciente irrelevancia de los estados nacionales, considerados como jurásicas sobrevivencias de un pasado definitivamente sepultado por el avance de la globalización neoliberal y los poderes transnacionales. Este discurso prendió con fuerza en muchos países latinoamericanos y, previsiblemente, muy poco en los capitalismos desarrollados cuyas dirigencias saben distinguir muy bien entre las modas intelectuales y políticas de una época y las necesidades concretas a las cuales sirven los gobiernos.

En esta parte del mundo la prédica que nos invita a “achicar el estado” (que, recordémoslo, irrumpió como dogma oficial durante los años del terrorismo de estado y que se acompañaba con un atractivo corolario: “agrandar la nación”) fue inclusive acogida con beneplácito por la mayoría de las coaliciones gobernantes y un sector mayoritario de la intelectualidad y los políticos del progresismo que creyeron –en un rapto de imperdonable ingenuidad- que el pregonado ocaso estatal abriría las puertas a la dinámica expansiva y virtuosa de los mercados a la vez que  precipitaría el proporcional fortalecimiento de la sociedad civil.

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