Publicado: 18-07-09

Las personas con discapacidad tienen que enfrentarse a innumerables barreras para conseguir insertarse de manera competitiva en el mundo laboral: prejuicios sociales, problemas de accesibilidad edilicia y en el transporte, un sistema educativo que no los incluye y empresas que no confían en sus capacidades

Un obstáculo más grande a cada paso. Todos los días, una prueba más difícil para superar. Una ciudad que no los contempla desde su arquitectura y transporte público, un sistema educativo que los expulsa, un mercado laboral que no se ajusta a sus posibilidades, un Estado que no genera las políticas públicas necesarias para acompañarlos y una sociedad que les da la espalda. Como corolario, las personas con discapacidad están sospechadas de no ser buenos profesionales. Y en la mayoría de los casos esta afirmación es cierta. No porque no puedan llegar a serlo, sino porque las condiciones sociales no están dadas para que siquiera puedan intentarlo. Sin embargo, y contra todos los pronósticos, algunos se abren camino en el mercado laboral y prueban que -con los apoyos necesarios- es posible.

Según datos de la Encuesta Nacional de Personas con Discapacidad (ENDI) de 2005, una de cada 3 personas con discapacidad no ha accedido al umbral mínimo de educación, el 9% no sabe leer o escribir y sólo el 17,8% terminó sus estudios secundarios. No llama la atención, entonces, que las cifras oficiales indiquen que el 68,4% de esta población se encuentra inactiva mientras que el 4,7% está desocupada, o sea, sin posibilidad de conseguir un empleo.

Los números son mucho más escalofriantes, si se toman las estimaciones de las ONG que trabajan por la integración laboral de personas con discapacidad. Estas sostienen que más del 70% de esta población está desempleada involuntariamente; esto quiere decir sin oportunidades genuinas de integración laboral.

"Los chicos con discapacidad no están en la Universidad porque no terminan el secundario. Mandarlos a estudiar genera muchos gastos y como la mayoría de las personas con discapacidad son pobres, se les complica aún más. También hay que derribar muchas barreras culturales de los padres y de las propias personas con discapacidad que no tienen fe en sí mismos", sostiene Beatriz Pellizari, directora de La Usina, ONG dedicada a promover un cambio de actitud con respecto a la discapacidad, para generar el ejercicio de una ciudadanía activa.

En los hechos son muy pocas las personas con discapacidad que logran insertarse laboralmente. Y si lo hacen, en general desempeñan tareas operativas -como data entry o telemarketing-, muchas veces teniendo que sacrificar el título universitario que tanto les costó conseguir.

Verónica González es ciega, tiene 29 años y una seguridad que en forma de remolino intenta derribar hasta las barreras sociales más indestructibles. No va a renunciar a su deseo de ejercer su profesión de periodista y de mostrarle a todos su manera de ver el mundo.

A los 3 años empezó en un jardín común con una maestra integradora, en 5° grado sabía manejarse sola por medio de una máquina de escribir y estudiaba con los libros que pasaba a braille. En la escuela secundaria empezó a estudiar paralelamente computación, y ahí se dio cuenta de que quería dedicarse a eso.

"Quise ir al ITBA, pero me dijeron que no iba a poder hacer la carrera. En la UADE no tuve ningún problema, pero tampoco hicieron nada para integrarme. Me recibí de licenciada en Informática, pero siento que mi paso por la Universidad no les cambió la cabeza en nada", dice con resignación.

Verónica dedicó muchos años de su vida a capacitarse y pasó por una gran variedad de empleos. Trabajó durante mucho tiempo en Telefónica revisando las facturas en braille de los abonados ciegos y luego pasó al área de reclamos donde hacía planillas, estadísticas e informes.

Para ese entonces había sacado un crédito para ir a vivir sola y tenía que tener más de un trabajo para mantenerse. Dejó su huella en una empresa de programación, incursionó como soporte técnico en la Biblioteca Argentina para Ciegos, dio clases en escuelas especiales y testeó perfumes.

"Desde Telefónica me convocaron para que hiciera un proyecto sobre discapacidad para que la Fundación Telefónica apoyara. Hicimos una iniciativa de micros de radio que salieron en América, y yo me ocupé de la producción. Me entusiasmé con el periodismo y empecé a estudiarlo en el Instituto Santo Tomás de Aquino, en San Martín", cuenta, a la vez que destaca la gran receptividad que tuvieron.

En 2008 se casó y renunció a Telefónica. Desde entonces está buscando trabajo como periodista, sin mucha suerte. "Yo tengo todas las herramientas, lo que falta es la apertura de las personas para que me contraten. Creo que a largo plazo si pudiese conducir un programa de televisión o ser columnista serviría mucho para posicionar a las personas con discapacidad desde otro lugar, no como entrevistados, sino como profesionales", expresa convencida.

Verónica sólo pretende trabajar de lo que quiere. "No me parece que sea pedir demasiado", concluye.

Sin derecho a la educación

En un mercado cada vez más exigente en cuanto a estudios formales, experiencia y talentos para el desarrollo de las funciones laborales, las personas con discapacidad se encuentran en franca desventaja. En primer lugar, porque no tienen garantizado su derecho básico a la educación.

Mariana Díaz Lartirigoyen, responsable de Comunicaciones de la Fundación Par, confirma este diagnóstico. "La mayoría de las personas con discapacidad no termina el secundario, debido a diferentes factores como la falta de oportunidad, la falta de cupo, problemas de accesibilidad o por cuestiones económicas."

Con relación a las barreras arquitectónicas, la organización Acceso Ya afirma que el 95% de las escuelas de gestión privada de la ciudad de Buenos Aires son inaccesibles. A esto hay que sumarle los datos de la Auditoría General de la Ciudad que estiman que el 85% de las escuelas de gestión pública porteñas presenta las mismas características.

"Los profesionales, los médicos y la sociedad en general están mucho más conscientes de la necesidad de integrar a chicos con discapacidad en las escuelas. Los padres en algunos casos tienen más apertura y las escuelas se están animando más", comenta Graciela Ricci, fundadora de Asociación para el Desarrollo de la Educación Especial y la Integración (Adeei). Y agrega, a modo de autocrítica, que "la integración escolar se hizo muy técnica y no se pensó en cambiar las actitudes y los valores. Hemos avanzado mucho en las normativas y la investigación, pero en ningún momento se habla de lo humano".

Desde el Gobierno, Ana Moyano, coordinadora general de Educación Especial de la Nación, reconoce que todavía no están dados los apoyos necesarios para que los chicos con discapacidad puedan educarse. "En tanto y en cuanto la sociedad no esté trabajando en forma conjunta, no lo vamos a conseguir. ¿Cómo hacemos para que haya un cambio cultural de reconocimiento de los chicos con discapacidad? Hay que salir de la idea de dádiva, generar políticas, estar en las agendas y dejar de pedir por favor", asegura. Lo que sí rescata es el hecho de que todas las nuevas escuelas que se están construyendo sean accesibles. Y desliza otra cuenta pendiente: "Los docentes no siempre están dispuestos a aceptar las necesidades de los chicos. Sería necesario trabajar en equipos docentes y en red, para que tengan los apoyos suficientes para atender a chicos con discapacidad".

Por su parte, Cristina Bettatis, directora del Area de Inclusión del Consejo Nacional de Coordinación de Políticas Sociales (Conadis), confirma que "en la actualidad aún persisten demasiados obstáculos en todos los niveles educativos para reformular desde el escenario de la escuela las dimensiones de la inclusión educativa, reconociendo la multiplicidad de representaciones en las que circula. Desde la Conadis trabajamos estableciendo redes con las diferentes jurisdicciones, ya que no alcanza con que el niño concurra a la escuela común sino que es necesario que la escuela pueda dar respuesta a cada uno de estos alumnos".

Perseguir su sueño

"El miedo a no saber cómo tratarlos, a tener mayores impedimentos si desean despedirlos, a que se enfermen y a que deben ser permisivos a la hora de la exigencia laboral. Todos estos prejuicios son los que tienen los empresarios y que son difíciles de erradicar", dice Ana Dorfman, coordinadora del Area de Discapacidad de AMIA.

La suma de dificultades que tienen las personas con discapacidad para estudiar o trabajar hace que la mayoría interrumpa sus estudios o se desaliente en la búsqueda laboral. Por eso, todos coinciden en que es fundamental el rol del grupo familiar, en especial de los padres y hermanos, a la hora de apoyarlos y sostenerlos para que puedan alcanzar una vida independiente.

"Casi ninguno consigue recibirse en tiempo y forma, porque producto de las barreras que les ponen necesitan más tiempo. Por ejemplo, hay casos de personas a la que han tenido que subir a upa por las escaleras durante toda la carrera", ejemplifica Pellizari.

Este fue el caso de Juan Roa, que a causa de un accidente que lo dejó en silla de ruedas a los 20 años, tuvo que posponer sus estudios de Economía en la UBA e incluso cambiar de universidad. "Iba a la sede de la avenida Córdoba, que tiene una muy linda rampa, pero que también cuenta con un millón de obstáculos. Hice una acción de amparo y el rector me contestó que la licitación de la obra más barata era mayor al presupuesto que tenían asignado para ese tema", dice Juan con sonrisa cómplice.

Como vivía en zona sur decidió cambiarse a la Universidad Nacional de Quilmes, que tenía una sede totalmente accesible. Ahí se recibió de licenciado en Comercio Internacional.

Se siente un privilegiado por tener a su familia y amigos como sostén. "Yo podía elegir entre cobrar una pensión y quedarme tirado en mi cama o hacer mi vida", recuerda. Pero él se esforzó por volver, cuanto antes, a sus actividades cotidianas.

Antes del accidente trabajaba en la parte administrativa del Banco Francés y le mantuvieron el puesto durante el año y medio que pasó entre internaciones y rehabilitación. "Soy muy inquieto y me aburro rápido. Cuando ingreso en un ambiente, entra Juan y no una silla de ruedas. Eso me ayudó a ir creciendo dentro de la empresa. Como cambié tres veces de oficina, me fueron haciendo los baños accesibles a medida que los iba necesitando y también algunas rampas", explica este joven que hace deportes extremos e integra la selección argentina de Quadrugby, mezcla de fútbol y rugby que se juega en silla de ruedas.

Actualmente está a cargo de un área financiera, va a trabajar en auto porque le dieron una cochera para estacionar en pleno microcentro y está acostumbrado a ir a cursos al exterior. "Sé que mi realidad no es la única y que mucho lo gané por mi actitud. No tuve que salir a buscar trabajo en silla de ruedas, porque todos los movimientos fueron en el banco, pero igual me animé a presentarme y me fueron ascendiendo", agrega.

Vive en Palermo y con respecto a su futuro, sostiene que encontró el equilibrio que estaba buscando entre el trabajo y el deporte. "Estoy convencido de que las limitaciones son las que uno se pone en la cabeza", sentencia poniendo en evidencia su filosofía de vida.

Desde las empresas

Los especialistas coinciden en que es necesario que las empresas empiecen a cambiar su concepto de lo que es accesible. "Hay que ver cuáles son las necesidades de los alumnos y empleados, y trabajar la organización de los espacios desde ese lugar", explica Silvia Coriat de Rumbos, entidad especializada en accesibilidad.

Según un relevamiento realizado por Fundación Par en 2005 entre 114 empresas de todo el país, el 84,2% opinó que la integración laboral de personas con discapacidad en su compañía era posible, en tanto que el 10,5% sostuvo lo contrario. El 45,6% de las empresas relevadas confirmó que había tomado alguna iniciativa para integrar a esta población, mientras que el 48,2% declaró que no había realizado ninguna acción de este tipo.

Según el mismo sondeo, en cuanto a las dificultades que más conciernen a los empresarios a la hora de emplear a una persona con discapacidad, el 21,9% respondió que eran las barreras edilicias; el 23,5%, la falta de capacidades y competencia de la persona; el 17,5%, la integración con sus pares, y el 10,5%, los juicios por discriminación.

Derribando todos los prejuicios, la práctica demuestra que cuando una empresa logra flexibilizar sus requerimientos e incorporar a una persona con discapacidad a su plantel, se genera una experiencia enriquecedora para todos y redunda en el mejoramiento de la tarea y de los equipos que la ejecutan. Durante 2008, la Fundación Par posibilitó que 51 personas pudiesen ser parte de esta experiencia. Sin embargo, todavía 980 personas continúan en búsqueda laboral en su base de datos.

En la Argentina existen consultoras en Recursos Humanos que brindar servicios de inserción laboral para personas con discapacidad, a la vez que realizan acciones de concientización en el empresariado.

Accenture es una de ellas y comulga con la idea de tratar de ubicar a las personas para que puedan trabajar en las áreas para las cuales se han capacitado y no bajar los niveles de exigencia. En la actualidad, Accenture emplea a 49 personas con discapacidad, el 30% en áreas administrativas y el 70% en desarrollo y mantenimiento de sistemas. "Si una persona se capacitó como analista de sistemas, realizamos todos los esfuerzos para que pueda trabajar en ese puesto", explica David Stilerman, Director de Acción Social de Accenture.

Además brindan diversos cursos para darles más herramientas a las personas con discapacidad en general y a los que trabajan en su empresa, y entrenan a sus supervisores para que adquieran una mejor comprensión de la discapacidad que les permita ser efectivos en su tarea.

"No es fácil cubrir los puestos, durante muchos años las personas con discapacidad han estado invisibles", explica Ester Parieti, directora de Responsabilidad Social Corporativa de Adecco. Entre 2008 y 2009 incorporaron alrededor de 170 personas, un 60% en puestos administrativos y el resto, en el área productiva.

Desde Manpower, otra consultora que trabaja en integración laboral, sostienen que es un error común considerar que las personas con discapacidad sólo pueden desempeñarse en puestos rutinarios o de baja calificación. "Poniendo el acento en sus capacidades, hemos logrado 515 inserciones laborales de personas con discapacidad en casi todas nuestras unidades de negocio: industrial, administrativa, Contact Center, promociones y hospitalidad", dice María Amelia Videla, gerente de Responsabilidad Social Corporativa de Manpower.

De éstas, 206 fueron en puestos de operario y 184 en categorías administrativas, incluyendo data entry. En relación con los puestos gerenciales, Videla afirma: "No es habitual que las empresas clientes soliciten personas con discapacidad para estas posiciones, sino que puede tratarse de un caso de desarrollo profesional dentro de una organización o de algún gerente que haya adquirido una discapacidad durante el ejercicio de su función".

Otra consultora que está dando sus primeros pasos en este campo es Seeliger y Conde, especializada en búsquedas para puestos en gerencias medias y altas en empresas. Su objetivo es ayudar a profesionales con discapacidad a integrarse en el mercado laboral o mejorar su situación si están subempleados.

Dedicaron todo 2008, con el acompañamiento de La Usina Asociación Civil, a adentrarse en esta problemática y hablar con los protagonistas. De a poco fueron formando una base de potenciales candidatos para elaborar un perfil personal y profesional. "Por lo general, las empresas piden en sus búsquedas experiencia laboral, y las personas con discapacidad suelen tener un ingreso tardío en el mundo del trabajo", asegura Mario Franzini, directivo de la consultora.

Su desafío es enfocarse en los jóvenes que recién se reciben, para que empiecen a ejercer su profesión y poder darles la posibilidad de tener su experiencia laboral en una empresa de primera línea. "No respondemos a una búsqueda ni a un puesto concreto. Lo que buscamos es que la empresa por lo menos conozca a la persona, para que después la pueda tener en cuenta", explica Mercedes Casado, responsable del proyecto.

Una estrella guía

Alberto Dolhman siente que una estrella lo guía porque durante su vida siempre encontró el mejor camino para salir adelante. Perdió la audición a los 6 meses producto de una meningitis, pero gracias al constante apoyo de sus padres pudo tener una educación oralizadora que le abrió las puertas a la integración.

En la primaria fue a la Escuela Oral Modelo, institución para chicos sordos en la que aprendió a hablar y que lo preparó para integrarse en una escuela secundaria común. "Los profesores se preocupaban por hablar de frente para que yo pudiera verlos y leerles los labios", cuenta este joven de 33 años que vive solo en Belgrano.

Una vez egresado se anotó en la UADE en Ingeniería en Informática. Ahí empezó a sentir que la sociedad no estaba del todo preparada para interactuar con sus dificultades. No podía seguir las clases teóricas porque como eran muchos alumnos, no podía verle la cara al profesor. "Sólo me aburría y me indignaba en las clases. Después le pedía los apuntes a mis compañeros y estudiaba de los libros", explica.

Alberto lamenta no haber podido tener un intérprete que le tradujese lo que decía el profesor y las intervenciones de sus compañeros, porque se perdió toda esa interacción. En cambio, se las arreglaba mejor con las materias numéricas como análisis o matemática, que se resolvían directamente en el pizarrón. "Hace falta que las universidades empiecen a incorporar el subtitulado en todas las clases y también los congresos, porque sino los hipoacúsicos nos quedamos sin esos espacios de capacitación", reclama.

En 4° año de la Facultad empezó a buscar trabajo como programador y tardó cerca de 12 meses en conseguirlo. Trabajó un año en Telecom y gracias a un amigo de la Facultad consiguió pasar a otra consultora más chica en la que estuvo 5 años. Alberto es consciente de sus aptitudes y limitaciones. Si bien sabe que no puede atender un teléfono, también resalta el hecho de que los sordos tienen mucha concentración y eso los ayuda a programar más rápido.

Luego de unos años trabajando en la parte de presupuesto de la Secretaría de Hacienda del gobierno porteño durante la gestión de Ibarra, pasó al Ministerio del Interior, donde se encuentra actualmente a cargo del desarrollo Web de los portales de un departamento.

Hoy integra el cupo laboral de personas con discapacidad que la administración pública está obligada a cumplir por ley, pero está muy lejos de conseguir. La misma obliga al Estado a destinarles el 4% de los puestos en los tres poderes, en empresas y sociedades del Estado y mixtas, y en concesionarias de servicios públicos. En la ciudad de Buenos Aires, la ley 1502 establece un cupo del 5 por ciento.

"Creo que nunca voy a poder llegar a ser gerente o líder de proyecto, porque para eso es necesario participar de muchas reuniones, con muchas personas, y me cuesta seguir esas conversaciones. Igual no me quedo en eso, la sigo remando y yendo a los congresos para ver qué puedo captar. Si uno lucha, lo logra", dice.