Publicado: 23-11-2010
 
En los planes originales, la construcción del acueducto Esperanza-Rafaela contemplaba implementar un método de protección catódica. El objetivo era evitar la corrosión por suelos. Ninguna autoridad se preocupó por este tema y prestar atención al estado del conducto, lo que agrega mayor incertidumbre a la provisión de agua potable a los rafaelinos.

Santa Fe.- La Ing. Vilma Ortolani, funcionaria del Ente Regulador de los Servicios Sanitarios (ENRESS), admitió recientemente que la protección catódica del acueducto, prevista en el proyecto de la obra realizada en 1973, no se implementó. Es decir, no fue tenida en cuenta, a los fines de la preservación del tendido, el factor protectivo contemplado originalmente en la planificación.

La consecuencia de la omisión habida radica en la irreversibilidad de eventuales daños a la estructura enterrada por la falta de la protección eléctrica mencionada, que es de rigor aplicar en conductos sometidos a las condiciones en que se encuentra el acueducto que abastece a Rafaela.

Lo que no se hizo en la etapa de construcción no puede repararse ya, de manera que en las décadas transcurridas desde su habilitación la protección quedó circunscripta a la ejercida por la pintura bituminosa aplicada en fábrica a los caños, de efecto práctico contra la corrosión de los aceros del zunchado de los tubos.

En las conclusiones de un estudio sobre corrosión del conducto, realizado por un señor Bellardini para la ex - concesionaria Aguas Provinciales de Santa Fe -que data de 1994 y al que Agua y Futuro recurriera en anterior documento-, se planteaba entonces, como única alternativa a la situación creada, la adopción de "medios preventivos para las zonas más expuestas". Al respecto advertía que, por obvias razones, tales medios no tomarían en cuenta "las degradaciones de las armaduras del hormigón producidas desde 1973, fecha de colocación del conducto, para las que no existe actualmente ningún medio de detección en el mundo", puntualizaba.

Destacaba, asimismo, la carencia de información sobre procedimientos de fabricación de los caños y calidad de los materiales utilizados, así como las características de los aceros empleados, como impedimentos a los fines de una evaluación más acertada sobre lo que era materia de tratamiento. Más de una década y media atrás, quede claro. Lo que pudo ocurrir desde el plantado de la tubería en los años `70 es cosa que se ignora.

Sí ha quedado en evidencia en el tiempo transcurrido la falta de preocupación respecto de lo que, en definitiva, es de vital interés para la ciudad: nada menos que el abastecimiento de agua potable. Ignorancia que revela irresponsable conducta de quienes, en cada caso de obligaciones funcionales vinculadas, se desentendieron de esa cuestión.

En tanto, la ciudad sigue creciendo y con ello la demanda del prioritario servicio, cada vez más acotado en sus posibilidades de respuesta y sujeto a la inmodificable contribución que desde hace más de treinta años realiza el acueducto a la planta distribuidora. Realidad a la que la incertidumbre reinante respecto del proyectado transportador troncal añade cuota de innegable dramatismo.

Zonas expuestas

En el informe Bellardini se hace referencia a las investigaciones realizadas sobre la corrosividad de los suelos en las denominadas "zonas peligrosas" del recorrido del acueducto. Sobre el particular se identifica como zonas de riesgos elevados de corrosión a las situadas entre los kms. 16 al 18 (altura bar El Arbolito hacia el sur) y del 39 al 40 (cruce del arroyo Las Prusianas), y de riesgos medios a las comprendidas entre los kms. 11,7 al 14,7 (Bella Italia, cruce del canal del sur de desagüe a Las Prusianas) y del 19 al 20,5 kms. Todo ello a partir del km 0, planta de Rafaela. Indica, además, tres sectores de riesgo más limitado (kms 17,2 al 24, 29 al 30,5 y 35 al 47,5).

Respecto de los sectores de riesgos elevados y medios señala que por sus características, los suelos del caso pueden considerarse "como de muy alta corrosividad y con fuerte probabilidad de corrosión de las armaduras (de los caños) en un plazo actualmente imposible de apreciar". Esto, en 1994.

Por último, destaca la situación de la zona del arroyo Las Prusianas, donde "se observa -expresa- una depasivación del acero y riesgos muy importantes de corrosión en uno y otro lado del río".