El Brexit, la ruptura de Inglaterra de los compromisos que la unían a la comunidad europea, fue una ocurrencia de los políticos conservadores que creían que los ciudadanos británicos la rechazarían. Pero en la elecciones ganaron los separatistas.

La mayoría de los votantes a favor superaban los 40 y 50 años. Los jóvenes y las comunidades extranjeras residentes en la isla estaban totalmente en contra. Los laboristas ahora también están decididamente en contra, después de muchas discusiones internas. Están surgiendo nuevos líderes, los conservadores perdieron una elección regional (Gales) importante el 2 de agosto. La ciudadanía, en general, propone una nueva elección interna que elimine para siempre al Brexit.

La salida del Reino Unido de la Unión Europea se explica en el marco del auge de los nacionalismos en el viejo continente. Peligrosos ultranacionalismos (Marine Le Pen, Matteo Salvini, Viktor Orbán, los que manejan el gobierno en Polonia, entre otros) están ganando espacio con las banderas de la xenofobia, el racismo, el antiislamismo, el antisemitismo y el cierre de las fronteras.

Es un odio a las instituciones que tienen oficinas en Bruselas, las que manejan las políticas económicas del continente, una ola que viene a ritmo tormentoso a partir de las crisis financiera mundial del 2008 (los bonos basura norteamericanos vendidos y revendidos en el mundo que llevó a la quiebra a varios bancos) y el caudaloso arribo de inmigrantes del África y Medio Oriente en búsqueda de techo, trabajo, comida y paz.

El País, el diario más leído en España, viene considerando en distintas ediciones que estamos en presencia de una fractura peligrosa de Europa.

Las encuestas demuestran que los ciudadanos se apartan cada vez más de un proyecto que se desentiende de la suerte de los inmigrantes que están cruzando el Mediterráneo. En cada cruce pueden morir ahogadas hasta 60 personas. Antes del viaje pagan a los mafiosos de Libia por las embarcaciones frágiles que han convertido el Mare Nostrum de los romanos en un cementerio. Si llegan a tierra firme, en Italia los encierran en rincones pequeños, rodeados de alambres y custodias armadas. Los maltratan, los subalimentan, los aborrecen.

Los dirigentes de la Unión Europea se felicitan en los últimos meses por haberle traspasado el problema a Turquía y Libia (que está en guerra civil) y haberle entregado millones de euros a los gurdacostas libios que impiden la partida de los inmigrantes desde el norte africano. Usan embarcaciones muy rápidas,  capturan a los aventureros y los devuelven a Libia, donde también los encarcelan.

Ahora, con el extremista conservador Boris Johnson como primer ministro inglés los observadores consideran que aplicará de hecho el Brexit sin acuerdo con las instituciones europeas, es decir, sin pagar lo que debería, de manera brutal. "Esta posibilidad no sería buena para ninguna de las partes", denunció Ursula von der Leyen , recientemente electa para presidir la Comisión Europea.

Irlanda, al igual que Escocia, quiere todo lo contrario que el Primer Ministro, desean seguir comerciando con el continente. Luego de unificarse (la zona católica de la protestante, al norte) ni sueñan otra vez con la división territorial fronteriza. Lo peor en el panorama que arroja el Brexit es que Johnson, alentado por Donald Trump, cree que su país saldrá ganando al tener como socio comercial a los Estados Unidos y no a sus vecinos detrás del Canal de la Mancha.

Durante la gestión de la frágil Theresa May el acuerdo monetario y los plazos eran posibles. Ahora se esperan nuevas movidas. Por ejemplo, que los mercados financieros ahoguen a Londres (la libra sigue cayendo y la economía necesita muletas). La merma de la libra llega a un 7% si se toman en cuenta los tres últimos meses y a un 15% en comparación con un mes antes que se votara el Brexit. Una libra débil provoca inflación

La ruptura emprendida por la mayoría de los conservadores muestran un panorama negro. En primer lugar, Londres dejará de ser el centro financiero más importante del mundo. Las empresas se mudarán al continente, lo mismo que los especialistas, científicos y profesionales. La inflación aumentará y el crecimiento económico presenciará un " frenazo". El mundo empresarial y financiero enfrenta ya el pánico.

Johnson (que es definido como un personaje bastante extravagante desde sus anteriores funciones como alcalde de Londres) ahora se niega a sentarse a negociar con Europa. Promete bajar impuestos  para incentivar la economía (viejo paradigma liberal) y poner en marcha un gran programa de inversión pública. Se supone que la clase alta y la clase media más acomodada saldrán ganando.

La amenaza de un Brexit duro y salvaje está inquietando en Europa a exportadores, bancos y aerolíneas. Inglaterra  es el principal mercado para las exportaciones españolas, por ejemplo. Esas exportaciones de bienes y servicios llegaron a € 39.000 millones. El sector agrícola y el farmacéutico también están en el candelero, al igual que los los 19 millones de británicos que todos los años aprovechan el sol de las playas ibéricas mediterráneas como las de toda Europa.