Publicado: 31-07-2010
 
Tucumán.- En un partido de frontón llega un momento en el que la pelotita viaja mucho más rápido que las piernas. En esa ocasión, el jugador siente que cualquier capacidad de respuesta es insuficiente. Entonces asume que definitivamente perdió la iniciativa del juego.

El ministro de Salud, Pablo Yedlin, se asemeja a uno de esos jugadores: desde hace meses gira la cabeza de un lado a otro para ver pasar la pelotita delante de sus narices. El problema radica en que los paletazos que viene dando no le bastan para afirmarse en el centro de la cancha. Sus movimientos son lentos y sus tiros, errados.

Empezó el año firmando una resolución que pretendía poner un coto a las medidas de fuerza de los autoconvocados que lo enloquecieron el año pasado. Pero la volea con aires ganadores que lanzó rebotó con tanta vehemencia en el paredón que debió retroceder: quiso imponer sanciones disciplinarias a quienes, por acción u omisión, entorpecieran las prestaciones en la salud pública. Al final, tuvo que anular la medida.

Lo grave es que Yedlin nunca pudo remontar el marcador adverso, pese a que el juego siguió su curso. De inmediato, el Tribunal de Cuentas le cobró una falta reglamentaria cuando intentó pagar $ 800.000 a una fundación inexistente. "Serias irregularidades administrativas y transgresiones legales", le cantaron. Pero en lugar de acatar la amonestación, el ministro insistió con ese juego: le respondió al ente de control que había cometido un error, pero que la Fundación Salud sí había dictado el curso cuyas virtudes él ponderó y que la mayoría de los asistentes no supo explicar ante el tribunal.

Multado y exhausto por el ir y venir de una pelotita que le es esquiva, Yedlin pidió un minuto para refrescarse al lado de la dirigencia sindical de ATSA. Esa que presentó lista única en la elección y que sólo recibió el aval de 4.000 trabajadores sobre un total de 9.000 empleados de la sanidad que podían votar. Pero el respiro le duró poco: otra vez los reclamos sectoriales por su mal juego lo obligaron a defender. Y en política quien pierde la iniciativa rifa su futuro.

Desde hace tiempo, el devenir de Yedlin no está en sus manos. Obligado a responder, cada paso suyo es un pelotazo en contra. A decir verdad, en el único lugar en el que aún puede nivelar el juego es en la Justicia, porque ahí el marcador lleva cinco meses en blanco.