El ex presidente Néstor Kirchner dijo que la oposición busca "destituir" a la presidente Cristina Kirchner, y que si no gana las elecciones, "el país explota". Es un argumento falso.

Su estrategia se apoya en la ancestral táctica política de utilizar el miedo como herramienta y niega el derecho que tiene una minoría de ganar una elección y convertirse en mayoría, la regla básica de la democracia. Si lo que dice Kirchner fuese cierto, el único triunfo legítimo sería el suyo, porque sólo el modelo del mesías es correcto y puede salvar al país. Quizás, el kirchnerismo presienta lo que podría ocurrir si la Auditoría General, la Defensoría del Pueblo o los jueces ejercieran todo su imperio sobre un poder debilitado.

Pero la estrategia trasunta inmadurez política. En los Estados Unidos, el presidencialismo más maduro, desde 1933 hasta hoy la mitad de los presidentes convivió con un Congreso que, total o parcialmente, estuvo en manos de la oposición. Así les ocurrió a Ronald Reagan, entre 1987 y 1989; a George Bush, entre 1989 y 1993; a Bill Clinton, entre 1995 y 2001, y a George W. Bush, entre 2006 y 2008, y tuvieron que aprender a negociar.

Nunca como esta vez será tan opaco el proceso electoral. Las listas sábana, muchas veces llenas de nombres de escasa representatividad, ahora quedarán más ocultas aún, bajo los nombres de políticos que sí son conocidos, pero que son candidatos falsos, porque confesaron que no cumplirán con la representación que le piden a la gente. Las candidaturas se oficializarán el 9 de mayo y el plazo para promover demandas vencerá cinco días después. Si el juez federal de La Plata Manuel Blanco las rechaza, el debate llegará a la Cámara Electoral y a la Corte Suprema.

Sin embargo, hasta ahora el Gobierno triunfó en un aspecto: descolocó a todos los partidos y logró que, todavía, se estén discutiendo listas y candidaturas. Vació la campaña de propuestas. Nadie discute sobre los problemas sociales: la pobreza, el desempleo, la inseguridad -la Federación Argentina de Magistrados acaba de hacer un llamamiento a los tres poderes- y los reiterados aprietes contra la libertad de prensa y los medios.

En los supermercados, los consumidores suelen buscar en las góndolas segundas marcas; en una democracia, los ciudadanos buscan, sin encontrarlos, grandes estadistas. Lo que nunca deben comprar son productos falsos o vencidos.