Los tatuajes en los humanos generan curiosidad. Si bien se impusieron hace 30 años ó más, hasta entonces era un estilo de los marineros, carcelarios, mafias rusas, japonesas o las llamadas "maras" de San Salvador.

Los marineros los portaban consigo para dejar su nombre en caso de hundimiento de la embarcación, para que sean reconocidos. En el caso de los encarcelados, como testimonio de lo que fueron o de lo que querían ser ser. Luego fueron patrimonio del mundo del rock o de sectas cerradas.  

Hasta hace casi 40 años los bancos de sangre en Argentina y en el mundo no aceptaban donaciones de personas con sellos en la piel. Se sospechaba que podían trasmitir enfermedades y estaban marginados.

El tatuaje, ese elemento irremplazable, único, patrimonio personal que desaparece cuando finaliza la vida, tiene, sin embargo, un extenso pasado.

En las tribus aborígenes del Pacífico, por ejemplo, se usaba como pertenencia a determinado grupo humano. También se encontraron en los restos de un cazador del neolítico de hace 5.300 años, que vivía en Los Alpes, en la frontera entre Austria e Italia. Hace pocos años, investigando las momias en Egipto, se descubrieron algunas con estas marcas, muy elaboradas y figurativas.

También fueron hallados en los que habitaron en Siberia, Oceanía, la Polinesia, Perú de los Incas y hasta en Argentina en varias tribus originarias. Los científicos aseguran que los comienzos se dieron en la Polinesia, especialmente en Tahití, según los testimonios de viajeros y navegantes.

El origen de la misma palabra de referencia es la inglesa "tattoo", que deriva del polinesio "ta" y quiere decir "dibujo" y "atuá", que significa lo mismo. También fueron usados en ceremonias secretas o místicas, para convocar a los "espíritus", y las llevaron encima los guerreros como talismán para alejar a la muerte. En la antigua Roma solo se utilizaban para marcar a esclavos o a los perseguidos por la ley.

En 2020, quienes salen a defender los tatuajes no es solo la juventud, sino además los adultos. Uno de los argumentos es que demuestra la personalidad de quien lo porta. Otra forma es el recuerdo de amigos o de seres queridos. Del mismo modo, muchos se lo hacen para celebrar un triunfo en la vida o para buscar la suerte, es decir, como talismán. También para rendir homenaje a alguien muy querido.

Algunos indican que los mismos embellecen. Por eso usan colores, formas, dibujos, rostros, advertencias. Los usan también muchos deportistas. David Beckham, por ejemplo, tiene 34 en su todo su cuerpo.

En Buenos Aires se organiza el evento Tattoo Show, que congrega a los más destacados tatuadores nacionales y a sus admiradores. Que quede claro: no es solo tema de millenials. Las personas adultas también los portan. 

Es hasta lógico que en el actual mundo de masas, en medio de limitaciones económicas, políticas, nacionales, de crisis agobiantes, los tatuados buscan su identidad. Falta una advertencia: los nombres de los amores que ya no lo son así como los ídolos de cada uno pueden desaparecer con el paso del tiempo. No es de ninguna manera fácil sacarse de encima semejante carga psicológica y afectiva impresa en la piel.