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Publicado: 29-03-2016

CABA.- Por Atilio A. Boron. El presidente norteamericano realizó una extraña gira por esta parte del mundo: fue a visitar a un país, el único, que consumó una revolución socialista en el hemisferio americano y, a renglón seguido, hizo lo propio con el nuevo gobierno de la Argentina, caracterizado por los diversos analistas internacionales como uno de corte neoliberal o de “derecha”, más allá de la imprecisión que puedan tener estos etiquetamientos. En todo caso, si el gobierno cubano se referencia en el socialismo su homólogo en Buenos Aires tiene como su estrella polar a Estados Unidos, y por eso la visita del ocupante de la Casa Blanca puede tener múltiples lecturas.

En primer lugar, porque al combinar en un solo viaje sus encuentros con Raúl Castro y Mauricio Macri apaciguó a la derecha estadounidense, furiosa con su periplo habanero pero tranquilizada con la continuación de su viaje hacia el extremo sur para reunirse con un inesperado y valioso aliado.  Es que el gobernante argentino dio muestras, en los pocos meses que lleva en la Casa Rosada, de su predisposición a asumir un papel importante en la implementación de la agenda geopolítica norteamericana  en la región. Siendo la Argentina un país que tiene una diversidad de delicados frentes externos como la cuestión de las Malvinas y el Atlántico Sur; la nueva relación con China, complicada por el hundimiento de un pesquero de ese país en aguas territoriales de la Argentina; la vinculación con Rusia, vista con malos ojos por Estados Unidos y, en general, los gobiernos europeos; el pleito pendiente con Irán por el atentado a la AMIA; y el progresivo derrumbe sociopolítico y económico de su principal socio comercial y estratégico, Brasil, para no mencionar sino los más trascendentes, que Mauricio Macri haya privilegiado, antes inclusive de ser electo presidente, el hostigamiento a la Revolución Bolivariana es un gesto que Washington valora enormemente. Sobre todo luego que su principal operador en ese proyecto, Álvaro Uribe Vélez, viera eclipsar su influencia dentro y fuera de Colombia bajo una serie de denuncias por sus estrechas vinculaciones con el paramilitarismo agravadas por la reciente detención de su hermano acusado precisamente por los mismos cargos. Ante esa vacancia la aparición de Mauricio Macri tomando la posta y llevando la voz de mando en el acoso al gobierno de Nicolás Maduro, pese a no contar con el acompañamiento de Brasil, es una noticia que no podría haber sido mejor bienvenida en Washington. Y la novedad bien valía un viaje hacia los confines meridionales de América y demostrando dentro de Estados Unidos la voluntad del presidente Obama de dialogar con la izquierda y con la derecha.  

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