Familiares y amigos organizaron muestras fotográficas y una marcha para recordar a las víctimas. Junto a la Auditoría porteña, los padres dan talleres en escuelas sobre seguridad en locales y colaboran en las inspecciones.

Luego del derrumbe que se cobró dos vidas en el boliche Beara, ocurrido en septiembre pasado, los familiares y amigos de las 194 víctimas del incendio de República Cromañón decidieron tomar cartas en el asunto. Acompañados por la Auditoría General de la Ciudad, dan talleres sobre seguridad en locales nocturnos a jóvenes y hasta inspeccionan ellos mismos las condiciones de seguridad en los boliches. Y desde hoy, realizarán una serie de actividades en homenaje a los seres queridos que perdieron la vida ese 30 de diciembre de 2004, en el incendio en la discoteca del barrio porteño de Once.

Para muchos, el duelo es mucho más que una palabra con la que deben lidiar a diario y todavía más en los festejos de fin de año. Pero no se quedan sólo en el recuerdo de un aniversario más de la noticia que jamás hubiesen querido recibir. Algunos de ellos crearon una asociación civil con tareas bien definidas y, desde el nombre, un objetivo central: Que No Se Repita. Dan talleres de concientización en escuelas, cooperan con la tarea de los inspectores e, inclusive, ingresan a boliches para observar sus normas de seguridad y conversar con los adolescentes. Rosa David, José Iglesias y otros padres de pibes que murieron en Cromañón trabajan codo a codo junto a la titular de la Auditoría General de la Ciudad, Sandra Bergenfeld.

"Esto tiene que ver con la creación de conciencia y con la solidaridad de los padres que, desde su dolor, no han dejado de trabajar y de querer que, de una vez por todas, salir a la noche en la Ciudad de Buenos Aires no se convierta en una ruleta rusa. Esto no es político, esto tiene que ver con crecer como sociedad y cuidarnos entre todos, es una tarea en red", explicó Bergenfeld.

El mismo día del derrumbe del entrepiso de Beara, en sólo tres horas, Iglesias logró recopilar información concerniente a la habilitación y modalidad con la que trabajaba ese bar y la remitió a un juzgado. "Si un particular puede hacer esto, inclusive escapando de su propio dolor, ¿cómo no lo hacemos los funcionarios?", se interrogó Bergenfeld, y consignó que "ellos (los padres), de verdad, no quieren que le pase a otros chicos lo que les pasó a los suyos".

En cooperación con el organismo de control, los padres, que lo vivieron en carne propia, ya se están llevando a cabo charlas en escuelas con el objetivo de generar efectos multiplicadores en los chicos, para que estén atentos a las medidas de precaución en los lugares nocturnos: "Que sepan que tienen que mirar cuando van a bailar; que si no hay salida de emergencia o está cerrada, se vayan; que si hay un entrepiso cuya capacidad debería indicarse como en los ascensores, y lo ven excedido, no se suban", detalló Iglesias.

Salidas de emergencia, capacidad, luces y matafuegos figuran al tope de los requisitos a revisar. Pero el grupo también quiere colaborar con las inspecciones y hacer foco en el horario en que se realizan, ya que en muchos casos se llega al boliche nocturno a las 5 de la tarde y, lógicamente, se lo encuentra cerrado.