Publicado: 30-06-2011
 
El subsidio al transporte es imprescindible, siempre y cuando no se lo utilice para cubrir gestiones deficientes o como herramienta política.

Miguel von Rozenberg. DIRECTOR DEL ENTE REGULADOR DE LOS SERVICIOS PUBLICOS DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES

Un transporte público moderno, confiable y de calidad como el que pretendemos en el Area Metropolitana obliga, tras años de inacción, a buscar formas de financiar las grandes inversiones necesarias y mantener las tarifas a niveles accesibles para los más necesitados, que son los usuarios mayoritarios.

Para lograr estos objetivos, el subsidio estatal es esencial en tanto no se lo use como herramienta política o para cubrir gestiones deficientes, sean públicas o privadas, como ha venido ocurriendo.

Una tarifa común para todos se convierte en un factor regresivo que perjudica a quien dice beneficiar, empeora servicios (por ejemplo, el ferrocarril) y da lugar a alternativas de transporte marginales como las combis ilegales, que son unidades deterioradas, sin habilitación y falta de seguros.

Las concesiones modernas obligan a las empresas con cláusulas de calidad (horarios, accesibilidad a personas con capacidad diferente) a modernizar la flota, incorporar sistemas de seguridad (cámaras, GPS) para el control de la unidad-formación en tiempo real, validación electrónica de boletos y mejoras de la gestión empresaria. Ejemplos a seguir son Amsterdam o Curitiba.

El subsidio para satisfacer esta evolución ha aumentado en el mundo. En el Area Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), sin información precisa, se sostiene que con la tarifa sólo se cubre por venta de boletos el 50% de los costos salariales.

No sorprende, entonces, que en 2010 se hayan destinado 10.850 millones de pesos de subsidios al transporte público, según cifras oficiales.

Las alternativas básicas de subsidio son: a los kilómetros de servicios realizados; al número de pasajeros reales transportados; a la oferta y demanda; y combinados entre sí.
Se complementa con abonos por tiempos variables que se privilegian frente al boleto unitario. Hay alternativas sociales que benefician a escolares y jubilados, o en horas valle.

Es esencial la integración modal y tarifaria para contar con una red pública de transporte alternativa al vehículo particular.

El SUBE será un instrumento positivo cuando quede implementado de manera total.

El transporte masivo es un bien público y sólo el Estado planificando (con un correcto uso del subsidio como instrumento redistributivo, que no sea discrecional y que fije los destinos de cada partida) puede dar a las ciudades una movilidad para las mayorías. De lo contrario, seguiremos profundizando las falencias.