Publicado en el suplemento

Acciones para la Participación Ciudadana, en Diario Perfil

Avellaneda es un municipio importante de la Provincia de Buenos Aires por su ubicación geográfica, historia, patrimonio cultural y deportivo. Cuenta con dos clubes de los denominados grandes del fútbol argentino, ambos campeones de América y del mundo: Racing e Independiente, donde, además, se pueden llevar a cabo actividades sociales. En el distrito también se destaca la gran cantidad de clubes de barrio que existe: son alrededor de 150. Uno de ellos es el Club Social Gran Legado, el más nuevo, fundado durante la pandemia con la idea de que sea un espacio de encuentro. “Es el sueño de un grupo de amigos”, indican sus redes sociales y así lo manifiesta Ignacio Santos, uno de sus creadores.

- ¿Cómo surgió la idea de crear un club? 

Con un grupo de amigos fundamos un club en plena pandemia. Todos nos criamos en distintos clubes de barrio en la zona de Avellaneda y Barracas. Ahora que tenemos hijos queríamos recuperar ese lugar de pertenencia familiar y de amistad. Así fue como se empezó a gestar esto. Lo primero que hicimos, en un asado, fue compartir qué nos gustaría hacer y qué objetivos tendría el club. Muchas veces nos preguntan “¿para qué lo hicieron?, ¿con qué objetivo?”. El fin es, simplemente, reunirnos entre amigos con nuestros hijos. Puede parecer raro, pero a su vez es sano y muy lindo. Particularmente, nos propusimos no arrancar por una institución donde se practicaran deportes porque iba a tener mucha complicación en cuanto a infraestructura. Decidimos empezar por un club social donde la gente pudiera ir a hacer alguna actividad recreativa y ahí nació “Gran Legado”. La fecha de fundación es marzo de 2021. El paso siguiente fue conseguir una sede social, un lugar donde empezara a funcionar. Nos hicimos de una propiedad en el barrio Crucecita, en Avellaneda, donde hoy se están haciendo obras para contar con un espacio que tenga un quincho, un salón de usos múltiples y ahí empezar a funcionar con el espíritu social que anhelamos. Avellaneda es el distrito que más clubes de barrio tiene por densidad poblacional. Debe haber unos 10 en menos de 500 metros.

- ¿Por qué eligieron el nombre “Gran Legado”?

El nombre tiene que ver, justamente, con el significado de la palabra legado, dejar una huella en nuestros hijos. Y que ellos, que hoy viven una realidad distinta a la que vivimos nosotros en nuestros clubes de barrio, puedan conocerla, acercarse, compartir con más gente, abrir su círculo social. Ese es el objetivo principal del club. 

- ¿Qué actividades ofrecen? 

Estamos participando de la Liga Nacional de Truco. Además, nos encontramos en la etapa de captación de socios, contándoles el proyecto para que puedan sumarse. Por ahora, la mayoría son allegados a nosotros que están acompañando al club aún sin tener una oferta de actividades. La idea es llegar a octubre con la obra finalizada para inaugurar el quincho con una comida con todos los que ya están colaborando a través del pago de una cuota social. Actualmente, somos 50 socios. Es todo un numero para un club que todavía no empezó a funcionar regularmente. Nuestra idea es llegar a la época del Mundial con muchas actividades para que las familias puedan venir a ver los partidos de la Selección. Es el primer objetivo concreto e inmediato que nos pusimos respecto a actividades recreativas para los socios. 

- ¿Cuál es el rol del club en el barrio? 

La comunidad del barrio es de clase media baja y en la manzana donde está la sede funciona una fábrica con 400 empleados. Ya empezamos a tender lazos para empezar a generar actividades para quienes trabajan en la empresa y que puedan venir a comer al club, a jugar a las cartas, poder festejar cumpleaños. El espacio no es muy grande, no entra una cancha de futbol, pero sí tiene un salón como para poder practicar otro tipo de actividades. Vengo de una crianza en clubes que cumplían un rol muy importante para el barrio. Eso se fue perdiendo con el paso de los años. Uno de los motivos es la tecnología; otro, la inseguridad. Esas cosas hacen que los chicos pasen menos tiempo en la calle o el club. Además, se perdió el romanticismo por los clubes, el colaboracionismo, los socios se volvieron más demandantes que colaboradores. Antes se acercaban para ayudar y no para pedir. Eso cambió.