Publicado en el suplemento

Acciones para la Participación Ciudadana de diario Perfil

A principios de año, el Gobierno nacional declaró a 2020 como el año del General Manuel Belgrano, en homenaje por los 250 años de su nacimiento (se cumplieron el 3 de este mes) y los 200 de su muerte, celebrados hace ocho días.

Sin embargo, casi como si una maldición hubiera caído sobre uno de los próceres más reconocidos y valorados por la sociedad, la pandemia no permitió reconocimientos a gran escala. Prácticamente, todos se realizaron de manera virtual, como una imposición de esta época. Paradójicamente, este año no pudo llevarse a cabo la tradicional promesa a la bandera que realizan los alumnos de cuarto grado de todas las escuelas primarias del país. En algunos distritos, lo postergaron para diciembre. Otros, como la Ciudad de Buenos Aires, decidieron que la harán en 2021.

Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano, si se pretende mencionar su nombre completo, es recordado por haber creado la bandera y por su rol clave en la Revolución de Mayo, como vocal de la Primera Junta. De todas formas, su aporte a la sociedad va más allá. Al menos, en eso coinciden quienes se dedicaron a estudiar su vida.

“Tuvo un papel fundamental en el período revolucionario, que es el inicio de la construcción del país, donde fue una figura central. Y, aunque fue cambiando de posiciones políticas a lo largo de su vida, siempre tuvo una constante que fue la de actuar para transformar la realidad y mejorarla. Primero lo hizo como reformista y, después, como revolucionario”, destacó Gabriel Di Meglio, doctor en Historia, director del Museo Histórico Nacional e investigador del CONICET.

Sin dudas, el lado humano del prócer sale a relucir en las palabras de su chozno, Manuel Belgrano, presidente del Instituto Belgraniano. A la hora de destacar el aporte del tátara tátara abuelo a la sociedad, valoró “su profundo amor a la Patria y su ejemplo de funcionario público que dio todo hasta su último suspiro, por el bien de sus ciudadanos”.

A este personaje lúcido, pionero y valiente, el docente y ensayista Juan Marcelo Calabria lo caracterizó como “una de las mentes brillantes que condujo tempranamente el proceso revolucionario”. Entre sus tantas virtudes, mencionó las de ser “un hombre muy preparado, de un gran bagaje intelectual, de una sólida formación académica que le permitió ocupar un lugar de conducción de liderazgo en el temprano proceso independentista”.

Desde su cargo de secretario Perpetuo del Real Consulado de Buenos Aires, tuvo un permanente aporte al progreso en materia económica y, como educador, fue promotor de la agricultura y la industria, protegió el comercio y fundó escuelas como las Academias de Náutica, Dibujo, Comercio, Artes y Oficios, Agricultura y Matemáticas.

La creación de la bandera es uno de los aspectos que más suelen realzarse de Belgrano. Es un hecho que se enseña en las escuelas como emblema de la construcción nacional. Sin embargo, para los especialistas se trata de algo que recién tomó trascendencia con el tiempo.

“Siempre sostengo -señaló Calabria, miembro adherente del Instituto Belgraniano- que fue muy importante, pero es uno de los tantos logros y quizás hasta menor al lado de los tantos otros servicios que prestó a nuestro país”.

En una sintonía similar se expresó Di Meglio, para quien la creación de la bandera fue uno de los hitos de su historia, aunque “por los efectos que tendría a largo plazo, más que en lo inmediato”.

¿Por qué Belgrano es un hombre que reúne tanto consenso entre los argentinos? Es uno de los próceres sobre los que no existen cuestionamientos de parte de una sociedad en la que las críticas son recurrentes y a la que poco le cuesta encontrar aspectos cuestionables. Sobre Belgrano, en cambio, priman los elogios.

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