El racismo en el mundo nórdico
El mundo nórdico, es decir los países del Báltico (Suecia, Noruega, Suecia, Finlandia, Dinamarca) es un ejemplo de solidaridad social, de lucha por la igualdad en su población, de excelentes infraestructuras de salud. El pensamiento social-demócrata ha regido sus destinos por años y sus líderes pesaron en el mundo. No obstante, hay racismo y discriminación contra los extranjeros de color.
Noruega salió de la pobreza y de su sustento agrícola con el descubrimiento del fabuloso yacimiento petrolero del Mar del Norte.
Suecia mantuvo a lo largo de la primera mitad del siglo XX una envidiable infraestructura industrial. Y no tuvo demasiados tapujos en construir submarinos y otras embarcaciones militares para Alemania durante la década del 20 y del 30, sorteando prohibiciones internacionales que vedaban la producción bélica a ese país después de su derrota en la Primera Guerra Mundial. Así lo determinaba el Tratado de Versalles.
Finlandia siempre mostró un carácter independista después de someterse al Imperio Ruso a lo largo del siglo XIX. En los primeros días de la Revolución Rusa en 1917, el poder soviético otorgó la independencia a Finlandia.
En 1938, cuando Stalin exigió a los fineses alejarse decenas de kilómetros de la frontera porque agobiaba a Leningrado en caso de guerra, Helsinki, la capital de Finlandia, se negó. Eso desató un conflicto en el que Finlandia, con un puñado de hombres y con armas provistas por los suecos, detuvo los rusos invasores que tuvieron un millón de bajas.
Después de 1950 Finlandia amplió su industria forestal y sus técnicas para la fabricación de papel y vendió sus conocimientos al mundo. El se destacó por su sistema educativo y el diseño en sus distintas formas.
Pese a todo tuvo que pagar el precio de estar en el medio de una "guerra fría" entre Estados Unidos y la Unión Soviética que se derribó en cuestión de horas tras la caída del muro de Berlín.
Dinamarca, siempre sensible a los derechos humanos, pese a la invasión de los nazis hasta el fin de la guerra, ejerció esfuerzo democrático y respeto a las instituciones.
La década del sesenta del siglo XX representó el apogeo europeo del Estado. Ese Estado, se creía, llamado de "Bienestar" porque distribuía bienes, servicios y justicia de forma ideal, era el más justo.
El pensamiento "social-demócrata" dominaba en todos los debates políticos. Ejercía un atractivo natural sobre los hombres y mujeres que habían vivido las terribles carencias en las décadas posteriores a la Primera Guerra Mundial.
En todo ese tiempo de prosperidad (como ocurrió en el resto de Europa) llegaron, a partir de los años cincuenta del siglo XX, extranjeros de distintos orígenes que se terminaron radicando, cubriendo los trabajos más pesados en la reconstrucción de las naciones.
Con el paso del tiempo, los nórdicos no fueron la excepción en las prácticas racistas imperantes en el viejo continente. En plena cuarentena, a comienzos de junio de este año, se reunieron en tren de protesta en Copenhague, Oslo, Estocolmo y Helsinki miles de personas cuestionando el racismo en los gobiernos y en las poblaciones.
Pese a la igualdad, que es uno de los fundamentos que sustentan las democracias nórdicas, el racismo está arraigado en las sociedades.
Las primeras formas de racismo las sufrieron las minorías domésticas, los aborígenes que habitan el norte de Suecia, Noruega, Finlandia y parte de Rusia.
Suecia posee el infausto honor de haber sido pionera en impulsar el primer Instituto de Biología Racial del mundo, en Uppsala en 1922, que tuvo por objetivo la clasificación de "razas inferiores". Suecia lo logró antes que la Alemania hitleriana.
El problema es con las minorías y las polémicas en torno al término "nacionalismo". Ese es el que determina quien está "incluido" y quien no lo está.
En Finlandia, el país entre los nórdicos con menos proporción de inmigrantes, el defensor del Pueblo acaba de presentar un informe que detalla que las personas de origen africano experimentan racismo y discriminación en el día a día. En los países nórdicos ser "xenófobo" no está mal visto.