Últimas informaciones detallan que hay, en estos momentos, 20 enfermedades y/o pestes que afectan zonas de producción rural en el hemisferio norte, como el "dragón amarillo", una bacteria de origen asiático que arrasó casi el 75% de la producción de naranjas en Estados Unidos en los últimos 10 años. Otro peligro es el llamado "escarabajo", también proveniente de Asia, que destruye árboles, como el Abedul, en cuestión de días.

En Italia una bacteria afectó en forma masiva a olivares y otros cultivos de la región de Apulla y también puede llegar a destrozar los grandes naranjales de Granada y los históricos de la Alhambra, ese monumento impecablemente bello que sintetiza la cultura y la creación que aportaron los árabes a España.

¿Cómo llegan las pestes al viejo continente y a Estados Unidos? Sin duda la traen los medios de transporte como barcos y aviones o los inmigrantes en sus valijas o ropas y no hay forma eficaz de controlar la peligrosidad de esos elementos que no están a la vista.

Distintos tipos de plagas han azotado esa amplia zona del mundo desde hace siglos. Muchos de los que dejaron España e Italia a partir de 1870 o 1880 y eligieron la inmigración hacia la Argentina eran campesinos jornaleros que dependían de las cosechas.

Si las plantaciones eran doblegadas por enfermedades o infecciones no solo menguaban sus pocos ingresos, sino que tapaban de negro su futuro en la zona y le quitaban el alimento de la boca a millares de familias. Era mejor partir a la aventura del exilio antes que esclavizarse a una tierra que no daba frutos, los postraba y quitaba toda esperanza.

Esos campesinos sin suerte se fueron sumando a los pobres de las ciudades y partieron hacia el sur del mundo, a un país donde podían tentar a la suerte y salir de la desventura.

Los registros históricos en documentos de Buenos Aires y de distintas naciones europeas explican que los que trabajaban en las zonas rurales de Europa ya estaban pauperizados y además iban en aumento desde mediados del siglo XIX.

A las pestes se había sumado el descenso de los precios del agro y también, de manera paralela, creció hasta lo imposible el costo de los arrendamientos en España, Italia y Francia.

Entre 1820 y 1924, 55 millones de europeos se trasladaron al continente americano, desde Canadá al extremo sur patagónico, con una aclaración: 30 millones eligieron el norte de América y 25 millones América Central y Sudamérica.

Cerca de 19 millones salieron de Inglaterra e Irlanda rumbo a Estados Unidos. Los registros no eran muy detallados y, en general, tanto en la salida como en la entrada, los apellidos y edades se cambiaban arbitrariamente dependiendo de lo que podían entender los funcionarios migratorios de turno.

Los datos de un pasado de miserias también muestran aquel escape. Entre 1880 y 1900 salieron hacia América Latina un promedio de 60.000 españoles por año. La riqueza y potencialidad de las tierras americanas fue un polo de atracción en tiempos de una extendida pobreza en Europa, sumergido por otra parte en nacionalismos extremos y en guerra sin cuartel.

Entre 1880 y comienzos de la Primera Guerra Mundial, la población se triplicó en Argentina y la economía se expandió nueve veces. En esos 34 años el Producto Bruto Nacional tomó impulso y creció a un promedio del 6% anual, superando el ritmo de avance de Estados Unidos y de Gran Bretaña que poseía un imperio de vastas dimensiones.

Desembarcaron en la Argentina ocho millones de inmigrantes, pero la mitad regresó sin haber podido integrarse o prefirió trabajar en una o dos cosechas y luego partir de los puertos donde habían salido en Europa. Para los que quedaron, aquellos que partían de regreso fueron tan solo "amigos del trigo", compañeros de un momento de trabajo y peripecias en un año.