Navegando por el Bósforo, como hacen todos los visitantes de ese punto geográfico donde Europa se abandona y se ingresa a Oriente, la imponente Santa Sofía ("Aya Sofía"), rodeada de edificios y mezquitas, signa el mayor recuerdo de aquello que se llamó Constantinopla, sede del Imperio Romano de Oriente, hoy Estambul.

Era Museo desde 1934, pertenecía al mundo del turismo y la cultura e indicaba que ese lugar estaba exento de cualquier consideración religiosa. Tenía frescos mantenidos en estado de pureza por siglos en sus paredes y llevaba la distinción de "patrimonio histórico de la humanidad".

Un muestrario de la creación de los hombres a través del tiempo. Conservada, muy bella, luminosa en su interior, impactante. Los fieles musulmanes concurrían a la Mezquita Azul, a pocas cuadras de allí, en eso que se llama hoy "el barrio turístico", que aloja a los que llegan por millones de todos los países del mundo.

El viernes pasado, un Tribunal, presionado por Recep Tayyip Erdogan, presidente turco acusado de autocracia desde 2014 (antes, entre 2003 y 2014 fue primer ministro) decidió reconvertirla en mezquita, parcializando su sentido, que mutó en excluyente de todas las otras religiones del mundo occidental.

Erdogán es religioso, tuvo que enfrentar en los últimos años masivas manifestaciones contra sus manejos arbitrarios y también el terrorismo de los Kurdos que se sienten avasallados por Turquía.

Sin embargo, geopolíticamente, Turquía, que fue neutral en la Segunda Guerra Mundial, admitió en la Guerra Fría una batería de cohetes nucleares provistos por Estados Unidos y apuntando a lo que era la Unión Soviética, disgregada poco tiempo después de la caída del Muro de Berlín.

En distintos gobiernos turcos, Ankara (la capital del país) fue teniendo conflictos serios con su vecina Grecia. Hubo incluso una guerra entre los dos países antes de la Primera Guerra Mundial y los ejércitos griegos invadieron lo que quedó del Imperio turco en 1919.

Hoy, la disputa con Grecia creció por las perforaciones de gas natural en el mar Mediterráneo, más el problema de los refugiados de la guerra de Siria que se alojan en el sur turco a quienes se les prohibe el acceso al continente europeo.

El Museo Santa Sofía se traduce como "Santa Sabiduría" (Sofía encierra la sabiduría), que es una manera de describir la existencia de Dios.

Su construcción comenzó hace 15 siglos. En ese entonces era una colosal catedral en la ribera occidental del Bósforo, caracterizada también por sus minaretes árabes. Sus muros conservan secretos, intrigas, conflictos políticos, enfrentamientos religiosos, consagración de emperadores.

En sus inicios Santa Sofía enfrentó dos incendios, en el año 404 y en 532. Pero fue reconstruída por el emperador Justiniano I del Imperio Romano de Oriente. De aquellos desastres solo quedan trozos de mármol.

Constantinopla se había levantado sobre las ruinas de una urbanidad griega destacada porque permitía a los navegantes unir el Mediterráneo con el Mar Negro y las costas y puertos de la actual Ucrania y Rusia, con sus mercancías y sus pieles siberianas.

A lo largo de 900 años albergó a una iglesia ortodoxa oriental, la misma que está presente en todos los países balcánicos y los eslavos (o no) del Este de Europa. Se convirtió en catedral católica cuando arribaron los protagonistas de la Cuarta Cruzada (todas las cruzadas pasaron, inexorablemente, por esa ciudad luminosa).

En 1453, como explican los libros de historia, la gran capital cayó vencida ante el sultán Mehmed II, del Imperio Otomano que cambió su nombre por el de Estambul. Esos otomanos se adueñaron de los Balcanes, llegaron a las puertas de Viena y la sitiaron para después retirarse. Conquistaron todo el Extremo Oriente, que luego se llamaron Siria, Irak e Irán, siguieron hacia el Sur. Sentaron reales en lo que hoy es Israel y el desierto de Sinaí y ocuparon por siglos todo el norte de África y la enorme extensión donde vivían las tribus árabes. Llevaron hasta allí las líneas ferroviarias y las novedades de la ciencia y la tecnología.

Todo ese enorme universo se deshizo como un fósforo ya encendido cuando el Imperio, aliado de Alemania (que le proveyó armas y tecnología moderna militar) se derrumbó, derrotado, tras la Primera Guerra Mundial. Fue en esos años cuando se produjo el genocidio armenio, acusados de ser espías de la Rusia zarista contra la cual combatían.

El país que quedó fue ocupado por ingleses y franceses y Grecia aprovechó por desplegar a su Ejército y sus armas.

Dos o tres años después, Mustafá Kemal Ataturk ("padre de los turcos"), un general turco que venció a australianos, neozelandeses e ingleses en la mentada Batalla de Galípoli, ingresó por un puerto del norte del país, congregó a lo quedaba del ejército nacional y a civiles armados, echó a los griegos, se desprendió de los vencedores y fundó o dio nacimiento a la nueva Turquía.

Ataturk, cuyo retrato está presente todavía en todas las oficinas públicas y en los hogares, impuso el laicismo, echó a los religiosos, cambió o occidentalizó el idioma y le dio autonomía y presencia al país, fomentando la artesanía como la industrialización. Es venerado (o lo era hasta ahora) como creador del Estado Moderno. Murió en noviembre de 1938, de cirrosis hepática pero dejó una nación sólida y muy relacionada con el mundo.

Erdogan, que ahora asume el paternalismo en Turquía, buscó reiteradamente el pedido de integrar el Mercado Común Europeo. Sus integrantes no lo permitieron por las pésimas condiciones de la libertad en el país y el perfil del nuevo líder en extremo religioso. Erdogan quedó muy resentido, tiró por la borda todas las conquistas laicas de Ataturk (sin mancillar su nombre) e impuso, otra vez, como antes de la guerra de 1914-1918, la adhesión a las creencias musulmanas. Hace unos años había ido a Santa Sofía a leer versos del Corán.

Su impulso para calificar a Santa Sofía de mezquita es una medida forzada. Los fieles no pueden ir a rezar bajo una cúpula decorada con imágenes de Jesucristo y la Virgen.

La UNESCO registró a Santa Sofía como "patrimonio de la Humanidad" en 1985. La visita de millones a su espacio deja una montaña de dólares y euros al país. En estos momentos, Bartolomeo I, líder de la iglesia ortodoxa oriental, Patriarca Ecuménico de Constantinopla puso el grito en el cielo. La ofensa de cambiar el sentido de Santa Sofía repercutió negativamente en todo el mundo eslavo.

Instituciones culturales mundiales cuestionaron las presiones de Erdogan para tapar ese símbolo universal extraordinario que es Santa Sofía.