Ante la recurrente pérdida de días de clase, un grupo de padres autoconvocados se presentó hace unas semanas en el Consejo Escolar de Bahía Blanca exigiendo el cese de las medidas de fuerza. En esa ocasión, el paro de auxiliares docentes afectaba el dictado de clases por la imposibilidad de garantizar la higiene en el ámbito educativo. Por eso los padres se ofrecieron a limpiar los establecimientos para evitar perder más días de clase, ofreciendo una “solución intermedia” que pudiera respetar el derecho a la educación de sus hijos e hijas.

Sin embargo, la respuesta del órgano de gestión escolar fue un baldazo de agua fría: un rechazo sin mayores explicaciones y el viejo problema de la falta de clases sin soluciones. En ese marco, la voz de Guillermo Sierra empezó a sonar fuerte. Con un sentido reclamo planteó su indignación ante los paros, diciendo que los chicos son rehenes de los sindicatos y dejando en claro que “esto no puede seguir, porque están arruinando la educación pública”. Su video se viralizó, el tema se instaló en el debate público a través de las redes sociales y llegó a los medios de prensa nacionales. El impacto de sus declaraciones reflejan que este padre expresó cabalmente lo que sufren millones de personas en Argentina.

Los paros docentes son una realidad recurrente que afecta el ciclo escolar de los niños y genera preocupación en sus familias. A pesar de la existencia de la Ley 25.864, que establece un ciclo lectivo anual mínimo de 180 días efectivos de clase en todo el país, esta normativa no se cumple en la práctica. Diversos factores, como feriados nacionales, motivos gremiales, problemas de infraestructura y otros imprevistos, han llevado a que más de la mitad de las provincias argentinas incumplan con esta exigencia legal. Informes revelan que desde 1983 se han perdido –en promedio– 24 días de clase por año, lo que equivale a casi dos años de educación perdidos. En algunos casos extremos, como el de las provincias de Santa Cruz, Chubut y Neuquén la cifra alcanza casi tres años sin clases debido a huelgas y conflictos docentes.

"La realidad es que hace rato que quedó claro que el tiempo de clase, la semana de cinco días de clase, que era lo normal, o lo que entendíamos como algo normal ya es una excepción” manifestó en una entrevista María José Navajas, vocera de Padres Organizados. La organización comenzó a hacer un relevamiento en todas las provincias para detectar el incumplimiento del calendario escolar acordado en el Consejo Federal de Educación. Los testimonios de miles de familias a lo largo y ancho de Argentina revelan una verdad tan incómoda como preocupante: la semana escolar de cinco días es una excepción para la mayoría de los chicos en todo el país.

Ante este panorama, es importante reflexionar sobre el hecho de que los paros docentes han sido la herramienta más utilizada para buscar mejoras salariales a lo largo de cuatro décadas de democracia en Argentina. Sin embargo, el costo educativo de estos paros es altísimo, e impacta sobre los niños, niñas, adolescentes y sus familias. Es fundamental explorar alternativas y abrir el diálogo para encontrar soluciones que permitan conciliar los derechos laborales de los docentes con el derecho a la educación de los estudiantes.

Los resultados de las Pruebas APRENDER 2022 reflejan el impacto negativo de la pérdida de días de clase en los aprendizajes de los estudiantes. El 82,4% de los estudiantes de sexto año de secundaria no llegan al satisfactorio en matemática, y el 43% en lengua. Esta situación no sólo afecta su desarrollo académico y personal, sino que también genera dificultades en la vida de las familias, quienes deben hacer malabarismos para conciliar el cuidado de sus hijos y cumplir con sus propios trabajos y obligaciones, incurriendo en gastos adicionales.

La indignación de los padres en Bahía Blanca frente a los paros docentes pone de manifiesto una problemática que trasciende el ámbito local y refleja los desafíos que enfrenta la educación en Argentina. La falta de cumplimiento del ciclo lectivo mínimo, la irregularidad en el calendario escolar y los impactos en los aprendizajes de los estudiantes demandan una reflexión profunda y acciones concretas. Tal como ese padre que alzó la voz frente al Consejo Escolar: habrá que gritar todo lo que haga falta, porque es necesario buscar soluciones que promuevan el diálogo y la colaboración entre todos los actores involucrados, con el objetivo de garantizar una educación de calidad para las futuras generaciones.