Te miden y te dicen que todo tiene medida. Saben de tus centímetros, tu talle, tus kilos. Juzgan, pues, tu altura, tu cintura, tu peso, tu sobrepeso, tu delgadez.

Te miden. Gradúan tu color y valoran la piel, tu pelo, tus ojos. Te permiten entrar o te lo impiden.

Te miden. Conocen tus saldos, tus créditos, tus deudas y te colocan en algún lugar, en alguna lista.

Te miden. Te calculan los años. Te ocupan, te desocupan, te piden, te despiden, te retiran.

Te miden. Te ponen nota, te descalifican, te ubican y te asignan.

Te miden. Y vos, y yo, también medimos. Mientras tanto, anhelamos lo ignorado, intuyendo que el misterio de la dicha habita en lo desmedido.

La mujer de Vitruvio
La mujer de Vitruvio