Una obra dotada por textos, gráficos, mapas y documentos para estudiantes, especialistas y público en general. Aquello que nosotros podemos pensar acerca de las guerras de religión, del capitalismo, del comunismo, del fascismo, de las vacaciones pagas o del Banco Central Europeo suscita un debate político. Se trata de elecciones que todo ciudadano puede tomar con relativa libertad en función de sus conocimientos, sus convicciones, sus intereses, sus orígenes o sus alineaciones. El historiador le ayuda al ciudadano a tener los ojos abiertos. Y no lo hace para, a posteriori, echar por tierra su juicio sobre los hechos del pasado sino porque sabe que la mayoría de las construcciones de la historia muestran contrastes con nuestra sensibilidad actual. Así pues, el historiador no cree en la existencia de una humanidad en otro tiempo poblada de monstruos, que sólo habría adquirido forma civilizada a medida que sus rasgos hubieran ido pareciendo a los nuestros.

Muchos grandes historiadores, crispados por la incesantes intervenciones políticas y judiciales sobre la apreciación de los hechos pasados, comprendidos bajo la forma de leyes de memoria histórica, recordaron en diciembre de 2005, entre ellos Pierre Vidal-Naquet, algunos principios metodológicos: El historiador no acepta ningún dogma, no respeta ninguna prohibición y no conoce los tabúes. Puede ser molesto. La historia no es esclava de la actualidad. El historiador no entierra en el pasado esquemas ideológicos contemporáneos ni introduce en los acontecimientos de otro tiempo la sensibilidad de hoy en día. A partir de estos principios se define la ambición de esta obra. Los tiempos que corren nos otorgan toda la moderación de su libertad.