Eduardo Benjamín Grinberg, actual Presidente del Tribunal de Cuentas de la Provincia de Buenos Aires, nació el 26 de diciembre de 1941 y estuvo siempre emparentado con la educación pública. Luego de atravesar la enseñanza primaria en una escuela porteña, obtuvo el título de Bachiller en el Colegio Nacional Buenos Aires. Era una secundaria muy exigente, el ingreso era una barrera difícil de superar, recordó en los primeros minutos de la entrevista.

Según confesó, en el último año de la educación media descubrió su vocación por la abogacía. Me prendió la llama de la Ley, la Justicia y la Constitución Nacional, afirmó Grinberg. A partir de allí, comenzó la carrera de derecho en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y se recibió de abogado en 1965.

Con el título en su poder, ingresó como profesor titular de Derecho Civil, asignatura de cuarto año de abogacía en la UBA. Transmitió sus conocimientos durante 20 años y llegó a compartir la cátedra con Elena Highton de Nolasco (actual vicepresidenta de la Corte Suprema).

En paralelo a su rol educativo, se vinculó con el control. Por su profesión tenía distintas actividades dentro del derecho comercial y laboral, pero casi de casualidad comenzó a asesorar a distintas entidades financieras. Les recaía la fiscalización del Banco Central de la República Argentina (BCRA), que es un ente de alta calidad y muy importante. Ahí empecé a entender de qué se trataba el control, pero estando del otro lado del mostrador, ironizó.

Sobre el organismo de control que preside (desde 1987), Grinberg explicó que es el máximo ente de control de la provincia de Buenos Aires en relación a las cuentas de inversión y el gasto público. Ente otras cosas, controla los ingresos de la administración fiscal pero, con el tiempo, las actividades del Tribunal han tenido modificaciones y ampliaciones, reconoció.

Sin dudas el escalón más alto en cuanto al control público llegó en 2004. Ese año, a instancias del Ministerio de Economía, el Tribunal de Cuentas de la Provincia fue examinado por el Banco Mundial para saber si estaba en condiciones de auditar los créditos que la entidad le otorgaba a los Estados. Se evaluó su capacidad técnica, su manera de trabajar y su velocidad en las respuestas.

Finalmente, el organismo de control fue aceptado como auditor del Banco Mundial y se lo reconoció por su capacidad de gestión. A mi entender, se dio a raíz de algunos problemas que tuvieron con grandes firmas de auditorias con las cuales se manejaban y nos dieron la oportunidad a los organismos públicos de ser auditores de los prestamos analizó.

De todos modos, no ocultó su orgullo por aquella tarea. Fue mucho el reconocimiento. Éramos un ente aislado y desconocido, que de pronto comenzó a proyectarse más allá de las fronteras del país y a desarrollar actividades de mayor jerarquía. Se podía aceptar o rechazar la oportunidad, pero afrontamos el desafío, finalizó Eduardo Grinberg.