Flojo de números en las encuestas Clarín publicó tres este fin de semana, y en la más amplia, sobre 2400 casos, Macri obtendría 51 por ciento contra un 43,6 de Scioli- y todavía pasmado por la sorpresa que significó el triunfo de María Eugenia Vidal, futura gobernadora, en su propio territorio y luego de ocho de años de gestión, el candidato del Frente para la Victoria apunta sus cañones a sacar el máximo provecho posible al debate presidencial al que esta vez sí asistirá- que ambos contendientes protagonizarán el próximo domingo 15 de noviembre en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires.

El foco estará puesto en la economía, que es donde mayores diferencias tienen ambos espacios políticos. Conmigo como presidente, no hay que esperar ningún sobresalto, comentó en la semana Scioli, quien luego insistió en que el dólar, en enero, no debería superar los 10 pesos.  Para Macri, en cambio, partidario de abandonar cualquier forma de regulación cambiaria, el dólar que promete Scioli no lo consigue nadie. Es más, según el líder del PRO y de la alianza Cambiemos, esos valores regulados del dólar logran que no podamos exportar.

Está claro que aquí ambos candidatos tendrán un tema para explotar en el debate. El dólar controlado por el Estado, que el modelo económico del kirchnerismo ha transitado con pequeños sobresaltos o la libre oferta de billetes y el consecuente levantamiento del cepo que proponen los economistas de Cambiemos. Claro que en este debate, tanto Scioli como Macri deberían explicitar cuáles son las consecuencias económicas que ambas políticas cambiarias traerán sobre el salario en el caso de que se produzca un shock inflacionario, como el que tuvo lugar en enero del año pasado, y que repercutió negativamente en los precios.

Aunque ninguno lo diga abiertamente, ambos están pensando en una devaluación que podrá ser digamos controlada o brusca, pero que de todas maneras repercutirá negativamente en el bolsillo de los trabajadores. Ese es quizás el principal motivo por el cual, desde los diferentes equipos de campaña, se han trazado estrategias políticas y comunicacionales que ocultan bastante más que lo que muestran.

Otro punto importante, relacionado con el anterior, es la cuestión de la importación. La apertura comercial sin controles podría traer consecuencias negativas para la industria nacional y, en consecuencia, para el trabajo. Uno de los economistas principales de Cambiemos, Carlos Melconian, expresó como un objetivo a alcanzar la disminución de los salarios en dólares, aunque evitó referirse a la consecuente pérdida del poder adquisitivo.

Es evidente que ni Scioli ni Macri parecen ser los mimos ahora que antes de la primera vuelta. La caza de los votos de Sergio Massa, del orden del 20 por ciento, los ha modificado, sin dudas. Los candidatos buscan desde hace ya quince días expresar a aquello que alejó a los votantes de sus propuestas para acomodar sus discursos e intervenciones.

De nada parece servir ahora la reactivación de la economía que propiciaron en sus momentos los gobiernos de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández de Kirchner. No le alcanzó a los electores esta vez la generación de puestos de trabajo ni el complejo sistema de protección para los sectores de menores ingresos. Quienes se inclinaron por el cambio, lo hicieron, sobre todo, por un cambio de estilos. No analizan las variables económicas, puesto que no son economistas. De lo que si entienden es de modos de decir las cosas, de cómo se comunica y, como se dijo desde esta misma tribuna hace dos semanas, en este punto el kirchnerismo ha salido claramente derrotado.  

Scioli ha puesto a trabajar a su equipo para apuntalar el área de comunicación. Una sabia decisión, para diferenciarse de Cristina y su jefe de Gabinete, Aníbal Fernández. Está claro que, en materia de comunicación, el kirchnerismo viene haciendo agua. También tomó como banderas el intrincado tema del impuesto a la ganancias, el 82 por ciento móvil para los jubilados. No es casual la marca, ya que estas mismas banderas a su turno fueron bajadas por la propia Presidenta. Se han notado cambios, lo cual no implica que estos alcancen para captar más votantes o atraer a los votantes del massismo, ese voto peronista que dicen- no podría ir jamás a Macri y sus aliados.

Por el lado de Cambiemos, se instaló la idea de que el gobierno realiza una campaña del miedo, explicitando las consecuencias que las políticas económicas preanunciadas podrían acarrear sobre el sistema productivo industrial, cuyo crecimiento desde el 2002 ha sido, con algunos sobresaltos, exponencial. Sin embargo, desde esas filas se sostiene que se conservará lo bueno y se cambiará lo malo, una vaguedad llamativa pero que los votantes, sobre todo aquellos que han atravesado épocas de crisis económicas severas, parecen dispuestos a aceptar.

Ahora bien, cuál de las dos estrategias resultará más efectiva es algo que se conocerá recién la noche del 22 del corriente, cuando alguna voz proclame el nombre del próximo presidente de los argentinos. Antes, el próximo domingo, podremos ver y escuchar a los dos candidatos en el debate que, esperamos, sirva no tanto en materia de producto televisivo sino para que los votantes afirmen sus convicciones con respecto a lo que pretenden para la Argentina del futuro.

*Sociólogo y periodista.