Pero los tiempos modernos, signados por vertiginosos cambios, han hecho que algunas antiguas Casas Reales hayan realizado una sensible apertura coherente con la realidad actual. Basta mencionar la flexibilización del rígido protocolo y las uniones maritales de los príncipes herederos, las cuales en muchos casos ya no se realizan con personas de su misma alcurnia, mas sí con quienes no descienden de personajes regios o nobles.

Mucho se ha hablado de diversos escándalos que últimamente han rodeado a algunos personajes regios. Tal el caso de Iñaki Urdangarín, duque de Palma de Mallorca a partir de su matrimonio con la infanta doña Cristina de Borbón hija de los Reyes de España, quien se ve envuelto en un caso de presunta corrupción. El listado podría continuar con el príncipe Alberto de Mónaco y sus supuestos hijos extramatrimoniales, o bien con el hecho no menor que el parlamento británico auditará las cuentas de la Reina Isabel II. En efecto el comité parlamentario de cuentas públicas procederá a examinar los gastos de la familia real británica, tras una reforma legal que otorga a los parlamentarios poderes específicos para auditar este tipo de cuentas.

Tampoco faltan aquellos que tildan de excesivos los gastos producidos por los monarcas o quienes, en abierto desacuerdo con esta forma de gobierno, la desaprueban por considerarla obsoleta, privilegiada o inservible, entre otras cosas. Muestra elocuente de ello son los grupos minoritarios que cuestionan la coronación de Guillermo Alejandro de Orange Nasseau como Rey de Holanda y de su esposa, la argentina Máxima Zorreguieta en carácter de Reina consorte.

Por nuestra parte, sin intentar defender ni atacar ninguna de las diversas posturas, preferimos invitar a reflexionar acerca de la descomposición estructural presente en el mundo globalizado de hoy. Vale decir que los hechos de corrupción no son privativos de los estamentos regios, ni de la nobleza titulada, sino que desafortunadamente se hallan presentes en todos los sistemas de gobierno.

Las antiquísimas Casas Reinantes, especialmente las del continente europeo, atraviesan por un proceso de transformación y adaptación a las nuevas épocas. Hace ya muchas décadas que los títulos nobiliarios no llevan consigo más que el honor de poseerlos, no teniendo por tanto posesiones feudales, prebendas o tratamientos privilegiados ante la justicia o la sociedad en general. Lo mismo debiera ocurrir con la clase política y dirigente de los países republicanos e incluso con otras formas de gobierno.

En la metamorfosis aludida, podemos incluir a la dinastía reinante en Holanda que, con la tradición de sus monarcas de abdicar al trono en una determinada edad, cediendo el paso a las siguientes generaciones, su simpatía y acercamiento a la gente, dan muestra acabada de su vigencia en una sociedad moderna bien entendida.

Desde el continente americano vemos, quizás con asombro o con sorpresa, la presencia de un sistema gubernativo extraño a nuestras costumbres y a nuestro bagaje cultural, que nos plantea nuevos interrogantes para el estudio de la historia y sus disciplinas conexas.

*Historiador e investigador