Sobran recursos pero falta inversión
Por Luis Flory*. Según el ex subsecretario de Recursos Hídricos, Argentina dispone de recursos minerales y grandes ríos pero no cuenta con una política adecuada para que se vean reflejados en generar bienestar y riqueza a la población. También, remarcó como primordial mejorar el sistema estadístico para poder contar con diagnósticos acertados y completos, advertir las necesidades y atacar de forma correcta los problemas.
El servicio público de suministro por red de agua potable y evacuación de excretas por red de cloacas ha tenido realidades muy distintas según el marco institucional de cada núcleo urbano. Desde 1870, el Estado Nacional brindó servicios sanitarios en el Gran Buenos Aires y en algunas grandes ciudades del interior del país a través de la empresa estatal Obras Sanitarias de la Nación, mientras el resto de las poblaciones se abastecía por un variopinto mosaico de empresas provinciales, municipales, privadas y cooperativas, con tamaños y solvencia técnica y económica extremadamente diversa.
Respecto a las áreas servidas por la empresa del Estado Nacional Obras Sanitarias de la Nación, la evolución fue muy dinámica hasta la década de 1930, para tornarse luego más lenta debido a una fuerte influencia de los proveedores y del sindicato. En la década del 90´, se privatizó OSN y varias empresas provinciales, algunas generadas por la transferencia de servicios de OSN y otras que eran desde sus orígenes prestadores provinciales del servicio. Sin embargo, la presencia corporativa continuó con muy escasas modificaciones.
La empresa privada heredera de OSN fue Aguas Argentinas, la que resultó revertida al Estado once años más tarde, cuando se produce la creación de Agua y Saneamiento Argentinos SA (AySA SA) el 21 de marzo de 2006. Igualmente, estos cambios no lograron modificar la difícil situación sanitaria del Gran Buenos Aires con niveles de cobertura de los servicios notoriamente bajos, para un área tan densamente poblada y urbanizada.
En 1983, los servicios sanitarios tenían algunos comunes denominadores como baja cobertura de los servicios de agua potable, escasos servicios de agua potable medidos, tanto en micromedición como en macromedición (conexión dentro de la red para toda un área servida), altísimo nivel de la dotación de agua por habitante servido y con valores crecientes como correlato directo de la falta de medición, muy baja cobertura de servicios cloacales, muy escaso tratamiento de los líquidos cloacales que eran arrojados a los ríos o al mar con tratamiento apenas primario o nulo, escasos recursos de inversión que se aplicaban a mejorar la red de agua de los sectores más favorecidos para que pudieran consumir cada vez más agua los mismos habitantes, entre otros.
Se sostenía que la Argentina tenía una gran disponibilidad de agua dulce para potabilizar. Sin embargo, es necesario advertir que no es lo mismo tener agua dulce en un río, que potabilizar el agua y conducirla por una red de cañerías hasta cada domicilio. Las inversiones eran inferiores a las necesarias pero, además, se concentraban en las conducciones troncales y los sistemas de potabilización que podrían haber resultado con capacidad ociosa si la dotación se reducía mediante la aplicación de la medición del consumo.
Significado de la disponibilidad de un recurso natural
En relación a la abundancia de agua dulce, es necesario reflexionar sobre la diferencia entre disponer de un recurso natural y ponerlo en valor para disfrutar de los beneficios potenciales que puede generar. La Argentina dispone de la pampa húmeda, de recursos minerales, de grandes ríos, de una rica plataforma continental, entre otros, pero en muchas ocasiones no ha acertado con la política adecuada para que estos recursos le generen bienestar y riqueza.
La abundancia de la disponibilidad de agua dulce es una condición necesaria para abastecer a toda la población con un buen servicio público de agua, pero no ha resultado suficiente ya que no se han aplicado a ese fin políticas adecuadas y continuas y ni los niveles de inversión necesarios.
Evolución Histórica
En líneas generales, la cobertura de los servicios de agua potable y red de cloacas se desarrollaron muy bien desde las grandes epidemias de cólera y fiebre amarilla de la década de 1860 hasta alcanzar en la década de 1930 coberturas de alrededor de 50% para las redes de agua potables y del 25% para la redes de cloacas.
Estos valores se mantuvieron sin cambios significativos hasta la llegada de la democracia en 1983. Estas coberturas eran muy bajas para los estándares de la década de 1980, entre países con desarrollo socio económico similar al argentino. La baja cobertura de las redes de cloacas, implicaba varios problemas adicionales ya que este segmento de población consumía cantidades muy importantes de agua que luego volcaba a cámaras sépticas con el consiguiente deterioro ambiental del suelo y las napas.
La década de mayor crecimiento para el servicio de agua potable por red, es la del 80´ debido al fuerte esfuerzo financiero volcado en los servicios de agua del interior mediante el fortalecimiento del SNAP durante la presidencia de Alfonsín, y pese a las crisis económicas que registra la década, tanto al inicio, como consecuencia de la guerra de Malvinas y el fin de la dictadura, como al final de la década por la hiperinflación que generó la caída del valor del Austral.
En la última década el crecimiento es inferior al histórico, aunque en algunas provincias, como Misiones y Formosa, se produjeron avances significativos, pero con poco peso en el total nacional.
Conclusiones
La Organización Mundial de la Salud recomienda que los servicios sanitarios tengan porcentajes de cobertura de la población superiores al 95% para el agua potable y del 90% para los servicios cloacales. La Argentina registra progresos desde el retorno de la democracia pero esos esfuerzos no resultan suficientes para alcanzar niveles de cobertura compatibles con el mantenimiento de buenos estándares de salud.
La baja cobertura de servicios cloacales y el escaso tratamiento de las descargas de los sistemas de redes de cloacas, resultan muy negativos desde el punto de vista ambiental. Es necesario limitar al máximo las pérdidas del sistema y tratar los efluentes con niveles de tratamiento adecuados para el tamaño y la capacidad de cada cuerpo receptor.
El sistema sanitario debe expandir el servicio medido a la totalidad de los usuarios, aplicando tarifas que establezcan una señal económica tendiente a la disminución del consumo por habitante de los sectores favorecidos con servicios públicos de agua potable. La medición servirá además para el control de las pérdidas de la red y para poder incorporar a los servicios de agua y de cloacas a nuevos usuarios sin la necesidad de aplicar grandes inversiones a nuevas plantas potabilizadoras, ríos subterráneos, cloacas máximas, redes troncales y la expansión innecesaria de las plantas de tratamientos de líquidos cloacales.
El Estado debe asignar recursos de inversión que permitan alcanzar niveles adecuados de cobertura, concentrando las expansiones en la conexión de nuevos usuarios, y limitando al máximo aplicar recursos a ampliar las redes troncales y las plantas de potabilización mientras el sistema no cuente con niveles de medición del servicio técnicamente aceptables y con una dotación por habitante que no supere valores compatibles con las reglas del arte y las buenas prácticas profesionales.
Es necesario mejorar el sistema estadístico para poder contar con diagnósticos acertados y completos. Debe evitarse por todos los medios disfrazar los números de las estadísticas públicas, con el objeto de que resulte dificultoso advertir las necesidades y los problemas. La consecuencia esperable de tal acción, es incurrir en errores y en una inadecuada aplicación de los recursos técnicos, económicos y humanos.
*Ingeniero Civil de Orientación Hidráulica, ex Subsecretario de Recur[-]sos Hídricos de la Nación