La reciente decisión china de devaluar su moneda, el yuan, impactó de lleno en las bolsas de todo el mundo y desató una crisis que los medios han reflejado en sucesivas imágenes de gente con gesto adusto, agarrándose la cabeza y mirando hacia pantallas que, casi sin excepción, mostraban números rojos por doquier.

Situaciones similares ya se habían vivido, por ejemplo, semanas atrás con la crisis griega, o bien hace siete años con la caída de la compañía estadounidense Lehman Brothers, por lo que vale preguntarse por qué, ante ciertos acontecimientos, las bolsas del mundo reaccionan a la baja, como acompañando o incluso potenciando tembladerales tan distantes.

Una forma de comenzar a desenmarañar esta dinámica es caracterizar la bolsa, sus protagonistas y hasta su argot, lo que ayudará a entender esos movimientos que al cierre de cada día, o “rueda bursátil”, muestra la actividad.

Un mercado

En primer lugar, la bolsa es un mercado y, por lo tanto, puede definirse como un ámbito en el que se reúnen vendedores y compradores de determinados productos, quienes -tras negociar precios- hacen operaciones de entre sí.

La principal diferencia con un mercado de cosas, es que los productos que se compran y venden en las bolsas son activos financieros. Puntualmente, se trata de papeles que, a su vez, se dividen entre los de renta fija y los de renta variable.

Los activos de renta fija son aquellos que, mientras quien los adquirió los mantenga en su poder, van pagando intereses en forma de cupones.

Y los de renta variable son más conocidos como acciones, es decir, partes de la propiedad de una empresa, entendida como una unidad divisible, que puede ser comprada.

Las cuatro patas de la mesa

En estas operaciones participan cuatro actores fundamentales. Primeramente están los emisores, que son las entidades, empresas o sociedades anónimas que venden parte de la propiedad de sus activos a cambio de financiamiento para continuar desarrollando su actividad, es decir, las firmas que cotizan en bolsa.

Por otro lado, aparecen los inversores, que pueden ser desde gente común hasta entidades -como bancos por ejemplo-, que compran los títulos o acciones de los emisores.

En tercer lugar están los corredores de bolsa, o brokers, que son los operadores autorizados para realizar las operaciones de compra y venta, es decir, los intermediarios.

Dentro de esta categoría también figuran los creadores de mercado, o market makers, quienes reúnen y manejan algo demasiado valioso en este juego: información. A partir de ese conocimiento, reciben las órdenes de compra y venta de los distintos corredores de bolsa para intentar efectivizar las operaciones.

Quien completa el elenco es la llamada superintendencia de valores, o sea, el organismo de control que tiene la misión de regular que todas las transacciones se hagan en forma transparente y cumplan la normativa vigente.

En la bolsa argentina, conocida como Merval, este rol lo desempeña la Comisión Nacional de Valores (CNV), cuyo funcionamiento está definido en la Ley 26.831 y, entre sus misiones, figura el objetivo de velar por la correcta formación de precios de los activos y la protección de los inversores.                 

Las ruedas

Definidos los protagonistas y el escenario, es momento de analizar cómo funciona el mecanismo en cuestión.

Sin ánimo de simplificar, la cosa se resume de la siguiente manera: cuando el comprador acuerda un precio con el vendedor, se realiza la operación de traspaso de propiedad.

Por supuesto que esto hay que multiplicarlo por los miles de participantes del mercado bursátil pero, básicamente, así son las transacciones que permiten a las empresas que cotizan en bolsa obtener financiamiento, vendiendo parte de su propiedad en forma de acciones, las que, a su vez, implican que los compradores participan tanto en las ganancias como en las pérdidas de esa firma.

Los puntos

La actividad bursátil se mide en puntos, que son obtenidos tras promediar los precios de los operadores, tomando como referencia los valores de las empresas más representativas que cotizan en una bolsa determinada.

Más fácil: hay tantos operadores y transacciones, que intentar hacer un seguimiento de todas sus tendencias por separado sería muy complicado. Por eso, tras seleccionar un grupo de firmas, se confecciona un índice a partir de los montos operados en un día en relación a otro anterior, por ejemplo, el de la primera jornada de funcionamiento de esa bolsa.

Comúnmente, ese primer día tiene como valor el número 100. ¿Por qué?, porque al no tener jornada anterior de referencia, se divide la actividad de ese día por sí misma, lo que siempre da como resultado 1. Y, al multiplicar esa cifra por 100, lógicamente se arriba al 100.

Por ejemplo, si se quiere saber el comportamiento del Merval antes y después de las elecciones Paso del 9 de agosto, hay que tomar el índice anterior a los comicios, del martes 4, que ascendió a los 10.911 puntos, y el del lunes posterior, el 10, que trepó a los 11.830 puntos.

A simple vista se advierte una tendencia alcista. No obstante, para conocer cuánto representó ese incremento, hay que usar la misma fórmula destinada a obtener cualquier porcentaje. Es decir 11.830 dividido 10.911, da 1,084; al restarle 1, da 0,084 que, multiplicado por 100, es igual a 8,42. En definitiva, al retomar la actividad tras las elecciones, el índice Merval subió un 8,42%.

El sube y baja

Para completar, una actividad al alza significa, en pocas palabras, que durante el período analizado la mayoría de los inversores está comprando más acciones de las que venden y, por lo tanto, las empresas tienen mayor financiamiento.

Contrariamente, si una jornada cierra a la baja, quiere decir que los inversores vendieron -en promedio- más acciones de las que compraron.

Existen varios índices representativos, incluso dentro de una misma bolsa de valores. Su diferencia radica en que, para seguir la actividad bursátil de determinadas empresas, muchas veces estos indicadores se agrupan en sectores, por ejemplo, las “tecnológicas”, las “energéticas” o las “25 mejor posicionadas”. Esto permite ver con mayor detenimiento la evolución de alguna actividad económica puntual y evaluar así las inversiones que otorguen el mejor rendimiento.