A fines de la semana pasada, la Federación de Cámaras y Centros Comerciales de la República Argentina, más conocida como Fedecámaras, emitió un comunicado en el que señaló que, durante sus primeros días de vigencia, “el programa Precios Transparentes frenó las ventas minoristas que se habían reactivado en enero”.

La entidad hizo referencia a la confusión generada, tanto en consumidores como en comerciantes, desde el 1 de febrero, tras la puesta en marcha de la iniciativa que estipula que los valores de contado tienen que ser los mismos, tanto si un producto se abona en efectivo, como con tarjeta de débito o con la de crédito en un solo pago, y que el costo final financiado también debe quedar claramente exhibido.

En rigor, la norma vino a clarificar que, si bien la combinación entre la expresión “sin interés” y la diferenciación entre precios de contado y financiados, resultaba atractiva desde el punto de vista del marketing, en definitiva provocaba distorsiones en varios aspectos. 

Por empezar, creaba una brecha entre quienes tienen tarjetas de crédito y aquellos que solamente se manejan con efectivo por no estar bancarizados y, por añadidura, no cuentan con acceso a financiaciones. Así, con la reglamentación anterior, estos últimos terminaban subsidiando las compras de quienes sí cuentan con el plástico.

Además, los precios finales vigentes hasta fin del mes pasado tenían incorporado un sobrecosto que afectaba incluso a los que abonaban los productos con tarjeta en un solo pago.

Una sigla, una clave

En esta primera entrega, se propone analizar una de las claves a tener en cuenta para evaluar la conveniencia de comprar un producto en cuotas. 

Se trata del Costo Financiero Total, o CFT. Este elemento aparece mencionado en el artículo 2 de la norma del programa en cuestión, en el que se establece que, cuando un precio se exhiba financiado, deberán indicarse los montos al contado, el valor total con la financiación, el anticipo -si lo hubiere-, la cantidad y costo de las cuotas, la tasa de interés anual aplicada y el mencionado CFT

Este último valor es el que permitirá saber si es conveniente usar tarjetas para una compra. Su uso es análogo al que hace un consumidor cuando va al supermercado y, antes de cargar un producto en el changuito, busca el precio por unidad de medida, por ejemplo el costo del kilo o el litro, que es obligatorio publicar en las etiquetas. 

Como el CFT está expresado en un porcentaje acumulado anual, una clave es compararlo con la inflación proyectada. 
Por ejemplo: si a la hora de comprar un producto en 12 cuotas con un costo financiero total del 35%, se tiene en cuenta que la Administración nacional tiene una expectativa inflacionaria del 17%, será conveniente adquirir el bien al contado, si es que se puede. 

En cambio, si el CFT llegara a ser menor que la tasa esperada de inflación, lo aconsejable es usar el dinero plástico. 

Más allá de lo expresado por Fedecámaras, los primeros resultados del programa Precios Transparentes son que, si bien los valores al contado bajaron, aún siguen estando en niveles muy altos y que, además, las transacciones financiadas han subido más de lo previsto, lo que provoca un freno en la actividad comercial y en el consumo. 

En la próxima entrega se analizará qué medidas tomó la banca pública para contrarrestar esta performance preliminar.