Mapas de Buenos Aires: un recorrido desde la fundación de la Ciudad hasta la actualidad
La historiadora e investigadora del Conicet, María Elena Barral, realiza un recorrido junto a El Auditor.info de los cambios de la ciudad y cómo se fueron reflejando en los planos de cada época. "Cada mapa selecciona qué mostrar y cómo mostrarlo, dependiendo de los intereses de quien lo elabora", enfatiza.
La Ciudad de Buenos Aires es una metrópolis en contaste cambio, siempre en la búsqueda de una identidad propia a lo largo de su historia.
Durante los primeros tiempos, el diseño de la ciudad fue básicamente en forma de cuadrícula, un estilo que los españoles aplicaban en las distintas ciudades americanas. Buenos Aires comenzó como un pequeño asentamiento hasta convertirse en una de las ciudades más grandes del continente, cosmopolita y con una mezcla de estilos arquitectónicos y paisajes.
Los colonizadores españoles desembarcaron en el Río de La Plata por primera vez en 1536 comandados por Don Pedro de Mendoza, aunque este primer intento de fundar un asentamiento terminó en fracaso por la resistencias de los habitantes originarios. La fundación definitiva se da en 11 de junio de 1580 liderada por Juan de Garay. La organización del territorio se estableció con un trazado damero en cuadrícula siguiendo la organización de todas las colonias hispanoamericanas de ese momento. Este esquema no solo definía la distribución urbana, sino también la estructura social, política y económica que caracterizó a la ciudad en sus primeros tiempos.
La historiadora e investigadora del Conicet, María Elena Barral, explica que el damero responde a una normativa española para fundar ciudades en América. "Cada plaza principal o Plaza Mayor concentraba las principales instituciones de poder: el Cabildo, la Catedral y, si correspondía, el Palacio del Virrey o el Obispado". Este diseño estructural marcó una ciudad jerarquizada, donde las iglesias y parroquias no solo tenían un rol religioso, sino también administrativo y territorial.
Las iglesias en el trazado de los mapas
La iglesia católica tuvo un rol preponderante en la conformación social de la ciudad colonial, ya que distintas órdenes se fueron asentando en Buenos Aires, como las jesuitas y domínicos. Esto permitió que la urbe se fuera extendiendo hacia tierras inhóspitas hasta el momento, como lo era La Recoleta, formando pequeños asentamientos religiosos alrededor la Basílica de Nuestra señora del Pilar que fue construida en 1732.
La Recoleta comenzó como un convento franciscano y luego, tras las reformas de Rivadavia en 1822, se secularizó y se transformó en el Cementerio del Norte, hoy Cementerio de la Recoleta. Este espacio, que comenzó como campo santo de los franciscanos recoletos, evolucionó hasta convertirse en uno de los puntos más emblemáticos de la ciudad.
"Las parroquias y capillas no solo marcaban puntos de fe, sino que definían los límites administrativos y sociales de la ciudad", explica Barral. Hasta el Siglo XIX, los distritos electorales y otras divisiones administrativas se organizaban en torno a los territorios parroquiales.
Luego de la independencia la Iglesia Católica se ocupó de los censos poblacionales y juntas electorales, hasta finales del Siglo XIX, donde paulatinamente esas funciones empezaron a ser desempeñadas por el estado argentino durante la presidencia de Julio Argentino Roca.
Una nueva identidad y la ampliación hacia el Oeste
Con la Independencia en 1816, Buenos Aires se afianzó como el centro político económico del nuevo país. Los planos topográficos de 1822 a 1830, como el realizado por el ingeniero y teniente coronel Felipe Bertrés, muestran una ciudad aún limitada a sus primeras trazas coloniales, aunque ya con el Fuerte, el Cabildo y los principales templos organizando el paisaje urbano. Durante el gobierno de Bernardino Rivadavia en 1826, se realizó la primera gran reforma urbana, ampliando calles como Corrientes y Córdoba, lo que marcó el inicio de una ciudad que rompía con sus orígenes coloniales.
A mediados del Siglo XIX, Buenos Aires experimentó un crecimiento significativo. El plano de Grondona de 1856 revela una ciudad que se extendía hacia el oeste, llegando hasta la actual Plaza Miserere. Para entonces, el área urbana abarcaba nuevos barrios como Flores y Belgrano, que en un principio eran poblaciones independientes, pero que con el tiempo se incorporaron al tejido urbano.
La modernización y explosión demográfica a finales del Siglo XIX
Hacia finales del Siglo XIX, Buenos Aires era ya una ciudad con una población en crecimiento acelerado, impulsado por la inmigración europea. El censo de 1855 contabilizaba 93.000 habitantes, pero en 1895 la ciudad ya superaba los 660.000. La llegada del ferrocarril y los tranvías fueron claves para su expansión. Mapas como los de Pablo Basch de 1895 muestran una ciudad que comienza a tomar la forma radial que la caracterizará durante el Siglo XX, con nuevos barrios suburbanos emergiendo en los bordes del casco original.
En 1880, la ciudad en expansión se convirtió en la Capital Federal de Argentina, separándose oficialmente de la provincia. La construcción de la Avenida de Mayo en 1894 y la inauguración del primer subte de América Latina en 1913 reflejan los avances de la ciudad en su modernización. Mapas de esta época destacan la expansión hacia los suburbios y la consolidación de áreas residenciales como Recoleta y Palermo, que pasaron a albergar a la élite porteña.
Siglo XX: el patrimonio histórico en riesgo
Durante el Siglo XX, el crecimiento de la capital se aceleró, especialmente en el área metropolitana. La construcción de autopistas y la llegada masiva del automóvil transformaron el paisaje urbano. Mapas como El Plan Regulador de 1958 mostraban una ciudad en constante expansión, mientras que los suburbios crecían rápidamente. La creación de barrios precarios y urbanizaciones cerradas también reflejan el contraste socioeconómico de una ciudad en transformación.
La modernización trajo consigo cambios drásticos en el trazado de la ciudad. Con la construcción de la Avenida 9 de Julio, muchos edificios coloniales y religiosos fueron demolidos. Entre ellos, la iglesia de San Nicolás de Bari, una de las parroquias originales del siglo XVIII. Este proceso, impulsado por una visión de progreso, también significó una pérdida considerable del patrimonio histórico.
Barral señala que "la idea de modernización progresiva justificaba la destrucción de edificios históricos para abrir paso a nuevas estructuras más funcionales y representativas de una identidad moderna". Sin embargo, estos cambios también provocaron reacciones de preservación y revitalización.
Los mapas como construcciones culturales
Además de ser documentos técnicos, los mapas son reflejo de las intenciones y prioridades de sus creadores. "Cada mapa selecciona qué mostrar y cómo mostrarlo, dependiendo de los intereses de quien lo elabora", enfatiza la historiadora. Por ejemplo, los mapas del Siglo XVIII se centraban en delimitar el casco urbano y sus alrededores inmediatos, mientras que los del Siglo XIX comenzaban a incorporar la periferia y los nuevos ejes de circulación como el ferrocarril y los tranvías.
En este sentido, las primeras representaciones del Riachuelo y el puerto muestran cómo Buenos Aires se vinculaba al comercio y a la navegación, mientras que los mapas posteriores destacan la expansión radial de la ciudad impulsada por el ferrocarril.
El mapa de la actualidad
Hoy los mapas de Buenos Aires revelan una metrópolis extensa, con una red de transporte que conecta la ciudad con el Gran Buenos Aires y más allá. Los barrios tradicionales conviven con nuevas urbanizaciones, mientras que la infraestructura moderna sigue cambiando el rostro de la ciudad.
Las herramientas digitales han transformado cómo comprendemos y utilizamos los mapas. Sin embargo, los planos históricos de Buenos Aires siguen siendo una ventana única al pasado. Nos permiten reflexionar sobre cómo las decisiones urbanas, muchas veces marcadas por el poder y las circunstancias, han modelado la ciudad que habitamos.
En palabras de Barral, "reconstruir la historia de Buenos Aires a través de sus mapas no es solo mirar su evolución espacial, sino también entender las tensiones, los valores y las decisiones que la moldearon". Y es que cada mapa, como cada esquina porteña, guarda una historia esperando ser contada.