El clima electoral no cesará hasta saber los resultados definitivos. Es un clima de expectativa y, en algunos casos, de dardos venenosos. Tal como se señaló en la nota anterior (las "Fake News") la Ministra Patricia Bullrich sufrió el primer ataque. Una de sus declaraciones públicas sobre el tema de seguridad fue viralizada en todas las direcciones como si la Ministra hablara estando borracha. Desprestigio, insulto, inmoralidad, la característica de toda fake news, generalmente fabricada por expertos en las redes, en algunos casos, y por aficionados en otras circunstancias. Se descubrió a la victimaria: una empleada del municipio de Paraná, cuyo intendente fue, en algún momento involucrado, en manejos turbios en el tráfico de drogas. Para nada curioso ¿verdad?

Hay también un clima de exageraciones por parte del oficialismo y de subestimaciones y sospechas por el costado de la oposición política. No pasaron 24 horas de la firma del Acuerdo Unión Europea - Mercosur que el candidato Alberto Fernández dijo que no servía para nada. Ni siquiera había leído el texto que despreciaba. En la misma línea apareció el candidato a gobernador y exministro Axel Kicillof y cometió el mismo pecado. Olvidándose los dos que Cristina Fernández, cuando fue presidenta, bregó por el tan mentado acuerdo con Europa.

Lo único cierto es que el acuerdo existe pero hasta ahora no hay precisiones por parte de los dos bloques sobre los temas acordados. Algunos industriales advirtieron que el tratado requeriría un cambio profundo en lo que queda de la estructura industrial argentina, mientras el agro consiguió sectores de producción que mejorarían la perfomance del área rural.

Según la consultora Ecolatina, habrá que tener en cuenta que el promedio de aranceles del Mercosur (14%) es sensiblemente mayor al europeo (3%) por lo que se entiende que los productos del viejo continente se abaratarían respecto de los sudamericanos. Los del Mercosur, dicen los entendidos, sería los principales beneficiados pero a un costo productivo peligroso porque los artículos europeos se importarán a menos precios que los locales. Esta diferencia obligaría a una reformulación de la matriz productiva argentina, de su amplitud, de sus costos y de la manera en la que deberá colaborar el Estado. Debe quedar claro que en Europa muchas producciones son subsidiadas por el sistema institucional.

Por dónde pasaría el equilibrio se preguntan algunos. Unánimemente contestan: reduciendo la presión impositiva en la Argentina, quizás la más exigente y alta de la historia económica del país. Los impuestos deberían obedecer a una imprescindible racionalidad para no penalizar a la producción.

Hay otra diferencia. La Argentina cobra derechos a sus exportaciones en tanto la Unión Europea las subsidia (más de 400.000 millones de euros entre el 2020 y el 2024).

Por otra parte, la industria local carece de financiamiento. La tasa de interés se ubica en niveles inalcanzables. Así, seguirá pendiente de las movidas del Estado para descomprimir los apremios que se van presentando.

Sin dudas es el agro en general, y la agro-industria en particular, el sector que saldría favorecido del Tratado Mercosur - Unión Europea. Las exportaciones de trigo y maíz (la cosecha de maíz este año superó a la de soja) podrían beneficiarse porque no producen sobrecostos. Las que están en peligro son las ramas industriales, por ejemplo los sectores automotriz, farmacéutico, autopartista, químico y matalúrgico. Ello obligará a replanteos. Parte de los remedios son importados con fórmulas extranjeras y se venden desde hace tiempo a precio de oro en la Argentina. Muchos se preguntan por qué no fueron creados y elaborados en laboratorios argentinos. Los rodados europeos tienen mejor calidad y terminación y están mucho más actualizados que los que se elaboran en el Mercosur.

El Mercado Común del Sur ha salido del anquilosamiento en el que estaba sumido desde hace bastante tiempo. Y el gobierno de Mauricio Macri quiere utilizarlo en la campaña electoral. De la misma manera que se quiere valer de la apertura al mundo para atraer votantes. Hasta se va configurando otro tratado comercial, esta vez con los Estados Unidos. Todo queda encerrado en grandes interrogantes que se dilucidarán en el mediano plazo.

Es casi imposible que estos nuevos desafíos atraigan el voto de la juventud. Para captarlos habrá que ofrecer novedades tecnológicas, trabajos mejor pagos, posibilidades de acceso a la vivienda. Facilidades que ahora no tienen.

Ya no priman las ideologías como sí ocurría con nuestros padres y ahora con los mayores de 40 y 50 años. La juventud quiere soluciones rápidas. Es el grupo etario que rechaza la política y las pugnas electorales acusándola de apañar manejos espúreos. Es un clima que emergió con la tremenda crisis del 2001/2002 y que salvo algunas excepciones aún perdura.

La economía, en general, a esta altura del año está tratando de encontrar la calma, imprescindible si Cambiemos quiere continuar en el poder. Pero los economistas más objetivos advierten que hay noticias que traen una doble cara.

Por ejemplo: es cierto que mejora la balanza comercial. Pero no es porque hayamos mejorado notablemente las exportaciones sino porque importamos menos. Y entran menos artículos o maquinarias del exterior porque la recesión no ha desaparecido del todo y muchos sectores están produciendo la mitad de lo que lograban en el primer semestre del año pasado. Otro ejemplo: el dólar se ha serenado con lo cual reina cierta tranquilidad. Sin embargo, frente a la baja en su valor aparece el fantasma del tipo de cambio en baja (se acerca al nivel de diciembre de 2015) que perjudica bastante a las exportaciones.

Es muy difícil mantener y vivir en equilibrio. Todo depende del grado de compromiso de la sociedad en su conjunto, más que de sectores determinados.