Hasta los periodistas más veteranos, apremiados por el cierre de la edición en un diario, o corridos también por el tiempo en radio y televisión pueden equivocarse, aceptar una fake news y difundirla.

Este error se comete si no se procede a chequear debidamente la información. Cuanto más pueda verificar un comunicador, más prestigio ganará en la audiencia. Puede fallar la experiencia, el "olfato" como se dice en el periodismo. La cuestión reside en confiar en la fuente que genera la noticia. Tiene que ser probadamente confiable. 

Hay que averiguar qué agencia de noticias hay detrás de un dato, si siempre procedió con seriedad ofreciendo una cifra o un suceso, qué diario lo editó y si no hay un interés oculto en el contenido que llega. No es necesario ser un adulto o un veterano para practicar ese resguardo.

Un gran peligro son las redes sociales. Cualquiera se siente omnipotente y trasmite, queriendo o sin querer, información que motoriza tristeza e incertidumbre. Y es indudablemente falsa. El sentido común obliga a rechazarla y verificar en agencias, en periódicos, en noticieros. De aquellos que nunca fallaron o tuvieron poquísimos errores.

Hace pocos días, por ejemplo, circuló una grabación donde daba su opinión y pronósticos una supuesta bioquímica del Instituto Malbrán, en Buenos Aires. Los datos que aportó eran angustiantes. Varios periodistas y funcionarios del gobierno nacional y de la CABA chequearon el asunto y entonces se supo que esa persona no figuraba en el plantel del Instituto. Una mentira.

Detrás de las fake news hay o intereses creados, delirios enfermos o aviesos, o simulaciones psicopáticas. Las redes pueden ser un excelente medio de transmisión: un peligro.

Hay muchos casos en la historia cercana y lejana. En la Guerra de las Malvinas, por ejemplo, el gobierno, recostado en la censura de prensa, a medida que se iban perdiendo los enfrentamientos armados, obligaba a los medios a difundir fantasías o mentiras triunfalistas. Ocultaba con intención la verdad

Un aparato propagandístico oficial increíble se montó para esas maniobras. Pocos medios o un reducido número de comunicadores se nutría de aportes de noticias de agencias europeas y de publicaciones mundiales y se conseguía un equilibrio. Con el paso del tiempo se corrió la cortina y apareció la verdad de lo ocurrido.

Vayamos al pasado. A fines del siglo XIX Estados Unidos competía con España por la posesión de Cuba, una colonia que obedecía a Madrid. Fue William Random Hearst, un magnate de las comunicaciones, muy bien retratado por Orson Welles en la película "El Ciudadano", quien con astucia y criterio imperial provocó con la explosión y hundimiento del barco de guerra estadounidense "Maine", una guerra forzada. Antes se encargó de lanzar una serie de fake news que perjudicaban a su contrincante

Al perder la guerra, España, que había trasladado cientos de miles de soldados a Cuba en barcos a través del Atlántico, tuvo que ceder no solo la isla, sino además Puerto Rico, Filipinas y la isla de Guam en el Pacífico. Fue el precio de la victoria. 

Eso le produjo un trauma tan grande al ejército de la península europea que duró decenas de años. Los militares ibéricos se sintieron reivindicados cuando pusieron en marcha el golpe de Estado que se tradujo en la Guerra Civil Española (1936-1939) con un millón de muertos entre combatientes, heridos y prisioneros. 

Mientras, el empresario Hearst formaba parte de los movimientos que apoyaban la expansión territorial de Estados Unidos en el Caribe y en Latinoamérica.

Una anécdota paralela: Hearst se sintió tan dolido con la película "El Ciudadano" que destruyó la carrera de Orson Welles para siempre. El director y guionista, de algún modo, fue radiado de los grandes estudios de filmación.

Welles, a los 23 años, antes de la Segunda Guerra Mundial, en su programa de radio, incitó a la gente aterrorizada a la calle cuando creó una especie de noticiero que informaba del desembarco e invasión locamente imaginada de marcianos. Es decir una fake news, una parodia muy peligrosa que divertía solo a él.

Estados Unidos utilizó por largos años las noticias mentirosas (y peligrosas). El jueves 20 de marzo de 2003, por ejemplo, el presidente George Bush lanzó la "Operación Nuevo Amanecer" e invadió Irak con un ejército y una marina imparables. 

Todavía siguen allí y la paz nunca más volvió a Irak. Bush ordenó la acción a partir de unas noticias falsas que había recibido su ex-aliado Sadam Hussein -se aseguraba, pero sin datos concretos- quien poseía armas de destrucción masiva, por lo que representaba un gran peligro en toda la región. Nuevas y renovadas mentiras para desatar un conflicto con montañas de muertos y destrucción física.

Antes y durante la Segunda Guerra Mundial mostró sus habilidades el "genio" de las noticias mentirosas. Fue Joseph Goebbels, un hombre de escasa estatura y con una malformación en un pie, el ministro de Propaganda del régimen nazi, odiado por Goering en el ámbito de la intriga del círculo que rodeaba a Hitler. 

Su gran arte y habilidad aceleró el antisemitismo, desmintió la matanza masiva de judíos, ocultó los campos de concentración y las atrocidades prácticas por los militares en Europa, asegurando que era puro "invento" de los judíos. También tapó las derrotas del ejército germano y prometió armas letales contra Inglaterra ya casi vencido su país, en 1945.

Se destacó como un gran propagandista. La esencia de su acción fue simplificar y crear enemigos, cargar contra los errores o defectos de los contrincantes, vulgarizar ciertas informaciones. La propaganda, escribió en su diario, debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas hasta el cansancio, presentadas una y otra vez desde diferentes perspectivas. Fue maestro de las informaciones fragmentadas y obligó a callar y disimular noticias, ordenando por teléfono a sus subordinados desde su escritorio.

Finalmente, siempre o casi siempre se descubre la verdad de las fake news. Se necesitan algún tiempo pero en tanto llegue la "luz" producen mucho daño.