Finlandia tiene una primera ministra millennial
No hay por qué asombrarse: Finlandia fue elegida por segunda vez consecutiva como el país más feliz del mundo.
Sin duda muchos factores influyeron: hay trabajo, ayuda médica del Estado, respaldo educativo, salarios son bien evaluados; expectativa de vida razonable, la seguridad pública, igualdad total de género y la población en general, salvo excepciones, soporta sin protestas la rigurosidad extrema del frío, constante desde su origen como nación.
Pero además Finlandia brinda novedades interesantes en el manejo del sistema político. Un Estado auténtico, con estudiadas políticas públicas y solidaridad social.
El primer domingo de diciembre pasado, Sanna Marín se convirtió, como miembro del Partido Socialdemócrata, en la primera ministra millennial del mundo: tiene 34 años de edad y es madre de un bebé de dos años.
Sustituye al veterano dirigente Antti Rine, quien perdió la confianza de la coalición. Aunque nació en Helsinki, se mudó con su madre lesbiana y su pareja a la localidad de Tampere, donde estudió Administración Pública. Allí se inició como concejal a los 22 años. Por su historia, los derechos de las minorías sexuales son uno de sus principales caballos de batalla en el ejercicio de la política.
Antes de ser electa como Primera Ministra fue titular del Ministerio de Transporte y Comunicación. Desplegó gran actividad para mejorar las condiciones de vida del sector pasivo adulto de la sociedad. El envejecimiento de la población fue y sigue siendo una de las mayores preocupaciones de la nación.
En la coalición son cinco partidos los que deciden el destino del país: el Social Demócrata, el Verde, la Alianza de Izquierdas, el Partido Popular y el Centro. A Marín, relativamente desconocida, la rodea un gabinete en el que cuatro de sus integrantes tienen menos de 35 años.
El país nórdico es miembro de la Unión Europea desde 1995 y de las Naciones Unidas desde 1955. En 2017 contaba con una población de cinco millones y medio de habitantes. La mayor parte se concentra en el extremo sur, en las costas del Golfo de Finlandia, y es el sexto territorio más extenso del mundo.
A mediados del siglo pasado los nazis, en su locura, los consideraban integrantes de un grupo humano “ario” puro, por su historia y su falta de relaciones con el mundo, salvo con las regiones vecinas en el Báltico. Por eso Berlín lo respetó.
Finlandia fue parte de Suecia hasta 1809, motivo por el cual se habla tanto el sueco como el finés. No son lenguas que desciendan de familias indoeuropeas. El segundo supo ser un territorio de intensa actividad guerrera hasta el siglo XVIII con una flota marina envidiable y varias veces invasoras del norte del viejo continente.
Por su parte, el país presidido actualmente por Sauli Niinistö fue anexionado por el Imperio Ruso en 1809, instalada como ducado, una entidad autónoma. Obtuvo su independencia en 1917 en pleno fragor de la Revolución Rusa y sus increíbles volteretas a lo largo de ese año.
En 1939 Stalin planteó, en tiempos pre-bélicos, que las fronteras de Finlandia estaban demasiado cerca de Leningrado (actual San Petersburgo) y eso era peligroso para el Kremlin, por lo cual exigió a los fineses que corrieran sus posesiones más al interior de su región, pero éstos se negaron y por eso se desencadenó la famosa "Guerra de Invierno” entre 1939 y 1940.
Finlandia peleó valerosamente con ayuda de voluntarios suecos. Los soviéticos perdieron un millón de hombres y mostraron las ineficiencias del Ejército Rojo, el cual había sido desmantelado con las purgas de 1936 y 1937 cuando terminaron torturados y fusilados su Comandante en Jefe Mijail Tujachevski y su Estado Mayor. Entre 1941 y 1944 se aliaron con la Alemania hitleriana, pero luego siguió la Guerra de Laponia, en la que los fineses expulsaron a los germanos del norte del territorio.
En diciembre de 2019, a los pocos días de asumir Sanna Marin, tuvo que contestar la interpelación de la oposición conservadora sobre la participación de ciudadanos en la guerra en Siria. Estos son hijos de inmigrantes convertidos en soldados yihadistas y adherentes al Estado Islámico, al califato que luego fue acorralado y derrotado. Ahora, los sobrevivientes quieren retornar pero Finlandia se opone a sus retorno.
En Islandia, en noviembre de 1980, asumió como presidenta Vigdis Finnbogadottir, madre soltera divorciada, la primera mujer presidenta de Europa elegida democráticamente. Llegó a esa responsabilidad por una seguidilla de eventos en la isla.
Por ejemplo, el 24 de octubre de 1975 el 90% de las mujeres de un país con 300.000 habitantes se declaró en huelga contra los “mandatos históricos”. Ellas ya habían obtenido el voto en 1915, después de Nueva Zelanda (1883) y Finlandia (1906).
La Jefa actual de Islandia es Katrim Jakobsdóttir, una dirigente feminista y ecologista, de 41 años. Integrante de una familia de poetas y humanistas, llegó al cargo máximo en un momento en el que en el mundo el 90% de los jefes de Estado son hombres, lo mismo que el 76% de los parlamentarios.