Publicado: 04-11-2011 
  
Dolor en el sepelio de las víctimas: El conductor del ómnibus donde viajaban las seis alumnas y dos docentes fallecidas no habría escuchado el tren por llevar auriculares:  Dolor, impotencia, tristeza y una gran incógnita.

¿Por qué un viaje solidario terminó en tragedia? Esa es la pregunta que nadie parece poder responder en esta ciudad que ayer despidió a ocho de sus hijas: seis alumnas de quinto grado del colegio Santa María, la vicedirectora de la escuela y una maestra, que murieron anteayer al chocar el ómnibus en el que viajaban con un tren de carga. Eso mismo le preguntó Melanie Lucero ayer a su madre: "Si fuimos a hacer algo bueno, ¿por que nos pasó algo malo?".

La jueza Mirtha Esley, a cargo del Juzgado Criminal N° 1 de San Luis, busca esa respuesta. Maneja como principal hipótesis la impericia del chofer del ómnibus. Debía pasar, puso primera, pero quedó anclado en el cruce ferroviario. También intenta determinar si, como relataron varias de las alumnas a sus padres, el conductor circulaba con auriculares puestos y que por esa razón no habría escuchado la bocina del tren.

Ayer, mientras los familiares y amigos despedían a las víctimas en iglesias y cementerios, el chofer permanecía internado en la clínica Italia, con consigna policial, a la espera de brindar declaración. Lo mismo que el maquinista del tren de la empresa ALL Central, que anteayer desandaba su camino de Mendoza a Buenos Aires cuando chocó y arrastró por 230 metros al ómnibus en el que iba el contingente escolar.

Anoche, once niñas habían sido dadas de alta del Complejo Sanitario San Luis y regresaron a sus hogares. Otras 16 permanecía internadas: 11 niñas en sala común, muchas con fracturas y algunas con amputaciones, tres en terapia intensiva. Además de dos adultos, uno con traumatismo de cráneo y la catequista María Correa en estado crítico, según confirmó el director del hospital, Roberto Schwartz. Sólo quedaban dos heridos internados en el sanatorio Rivadavia.

"No creo que se pueda hablar de un accidente cuando hechos como éste son cada vez más frecuentes, previsibles y evitables. Esto es una muerte premeditada. La actitud de las empresas y del Estado es temeraria frente a la inseguridad ferroviaria", denunció a LA NACION el presidente de la Auditoría General de la Nación, Leandro Despouy, que ayer al mediodía viajó al lugar del accidente para interiorizarse de la investigación. "Reiteradas veces hemos denunciado incumplimientos en los contratos por parte de la empresa, que tiene los índices de accidentes ferroviarios más altos en el transporte de cargas. La empresa debe construir pasos a nivel en todo el recorrido", declaró.

Eran las 11 del martes último. Las chicas estaban emocionadas por la experiencia que acababan de vivir. Después de planearlo por más de un mes, de juntar ropa, juguetes y cartas, el día había llegado. Habían compartido la mañana con los chicos de la escuela rural de Santa Ana, un paraje perdido sobre la ruta provincial 3. Estaban tan felices. Ahora irían a Cazadores a repetir la experiencia. Antes de subir al ómnibus, la hermana Trinidad y la catequista María Correa las reunió y agradecieron a Dios haberles regalado ese día hermoso. Entonces, subieron y se pusieron a cantar. Iban a ver otra escuela para la que llevaban regalos, como parte de su viaje misionero.

Melanie iba sentada en la parte de atrás del ómnibus. Iba cantando cuando, según le contó a su madre, el vehículo se detuvo. "Mi hija dice que el chofer llevaba auriculares. No escuchó. Cuando se dieron cuenta, todas empezaron a gritar y el chofer se bajó. Adelante, en otro auto, iba el padre Daniel. Dice que les hizo señas, pero que ya era tarde", contó María, la madre, a LA NACION. Cuando vio que la mole se le venía encima, la chica se tiró al piso. Después de dar varias vueltas, el colectivo se detuvo. Ella pudo bajar, pero cuando lo cuenta llora porque siente que no pudo hacer nada. Ahora está internada en el primer piso del Complejo Sanitario. Le contó a su madre que Julieta, su amiga, estaba mal. "Se estaba ahogando, había líquido, nafta. Y yo no pude sacarla." Julieta Sánchez es una de las víctimas mortales y María, la mamá, no sabe cómo contarle esa terrible noticia a su hija.

A Julieta la enterraron ayer en el cementerio Jardín del Recuerdo. Alejandro, su padre, es un policía retirado. También bajo el sol tajante y frente al cajón de su pequeña hija Patricia no encontraba consuelo. A la pequeña la velaron junto con sus compañeras Paula Quiroga, Luz María Bianchotti, Daiara Mariani y Iara Medero, en la catedral de la ciudad. A Salomé Garro la despidieron en una sala privada, lo mismo que a la vicedirectora, María Virginia Farías, de 30 años. A Jesica, la maestra de educación física, de 22 años, la llevaron a la localidad de Quines, en el norte de la provincia.