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Publicado: 28-08-2013

CABA.- Por Atilio A. Boron. En Venezuela, el presidente Nicolás Maduro ha lanzado una campaña frontal contra la corrupción. En Bolivia, Evo Morales promueve una caravana que recorre el país para significar la importancia de la transparencia administrativa y el combate a la corrupción. En la Argentina una sucesión de catástrofes ferroviarias y numerosas denuncias de la prensa y de políticos han instalado al tema como uno de los más importantes en la campaña electoral. 

En el caso venezolano la corrupción adquirió la dimensión de “un monstruo de mil cabezas”, según la gráfica expresión de Maduro, lo que exigirá un esfuerzo sobrehumano para si no erradicarla por lo menos reducirla a una mínima expresión. El problema, como puede verse, está lejos de ser una patología política atribuible a unos pocos países. La nueva ley de pesca de Chile, sancionada durante el gobierno de Piñera, es un ejemplo “de libro” de legalización de la corrupción. Brasil ha sido conmovido por episodios como el famoso “mensalao”, o la compra de votos en el Congreso, que llevó a la cárcel a José Dirceu, uno de los funcionarios más cercanos al presidente Lula. Varios ministros y/o directores generales fueron separados de sus cargos por la presidenta Dilma Rousseff por su involucramiento en actos de corrupción.

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