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Publicado: 31-08-2015

CABA.- Por Tomás Várnagy. Las elecciones y los sucesos posteriores en Tucumán mostraron que el embuste electoral puede tener una gran diversidad de manifestaciones: desde la adulteración de padrones, la compra de votos y el clientelismo, hasta la amenaza a los votantes y el incendio de urnas, pasando por la inobservancia de normas electorales, todo lo cual demuestra la degradación del sistema político argentino. ¿Cómo mejorarlo?

La oposición sostiene que hubo fraude y el oficialismo considera que ganó las elecciones. Se llegó al extremo de que el fiscal general de la Cámara de Apelaciones de Tucumán, Gustavo Gómez, no descarte la anulación de los comicios a raíz de una “serie de irregularidades muy notorias” (Clarín, 28/08/2015), mientras que el secretario de la Junta Electoral provincial, Darío Almaraz, aseguró que una “diferencia de un acta de escrutinio no puede considerarse fraude” y que la diferencia de votos se pudo haber producido “simplemente por error” (Página 12, 29/08/2015).

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